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  • Represión a los jubilados: el curioso caso en que el gobierno supera a la dictadura

    Concordia » Diario Junio

    Fecha: 08/05/2025 18:23

    Uno vuelve ser testigo, a través de las imágenes que ocultan otros medios, de la infame represión a los jubilados en la marcha de los miércoles —como en el día de ayer, miércoles 7 de mayo—, incluyendo a un sacerdote conocido como el «Cura Paco», con inusitada violencia, como si hubiesen cometido un crimen atroz, por fuerzas policiales que actúan como lobos esteparios cebados, casi gozando con infinita crueldad, protegidos por la impunidad que les brinda la deleznable ministra de Seguridad y fracasada «montonera», Patricia Bullrich, que pretende criminalizar una protesta pacífica de los pobres mendigos del sistema, que son los jubilados, para intentar —con la planificación del miedo— amordazar a la población, y ahora a los periodistas, y sobre todo fotógrafos, porque documentan con una claridad meridiana el cobarde ataque de fuerzas de todo tipo contra la protesta legítima por estar subordinados desde todos los estamentos: social, económico y policial, ser reducidos a seres desclasados del sistema que no deben atreverse a salir en defensa de sus intereses y de la posibilidad de un presente digno, porque el futuro para muchos de ellos ya existe como una entelequia impregnada de incertidumbre. Pareciera que en nuestro país, que ha derramado su sangre, no se recupera con facilidad de la pérdida de densidad histórica y política. Pareciera que la sangre que alimenta la vida se diluye en cada marcha ante la ignominia de semejante crueldad. La crueldad siempre requiere de un dispositivo sociocultural que sostenga el accionar de los «crueles», ya sean funcionarios o fuerzas de seguridad. El eje de ese dispositivo cruel es la mentira, que se disemina a través de un periodismo infame y sodomizado como nunca se vio en la Argentina. Estamos viviendo bajo la tutela de un régimen protofascista que, como tiene cada vez más debilidad institucional y está manchado por una corrupción que abarca todos los estamentos del Estado, apela a la violencia política, policial y judicial para sostenerse ante la opinión pública. Y uno se pregunta: ¿qué peligro representaba el «Cura Paco» para la «ley y el orden» como para que lo agredan en su rostro? ¿Quizás un crucifijo, o simplemente el poder de la palabra contestataria? Ya le habían dicho que lo habían filmado. El policía que declaró por haber gaseado en la cara a una pequeña adolescente expresó que fue un caso de obediencia debida. Si esto es así, tienen que ir presos el que cometió el acto y el funcionario que lo indujo. Estamos en un peligroso clima de violencia política: verbal, simbólica y efectiva, que baja desde el Poder Ejecutivo con una verbalización degradante, que nos hace interpelarnos como sociedad: ¿hasta cuándo la sociedad argentina podrá soportar tanta degradación? Y, desolados como estamos en este escenario ruin, nos preguntamos: en este lodo infernal, donde un rancho ya no se construye con bosta, ¿así no habrá «casa» posible para nuestra apetencia de justicia social, dignidad y humanismo?

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