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  • Luis Salinas: "Rosario fue el primer lugar que aceptó mi libertad artística"

    » La Capital

    Fecha: 08/05/2025 14:19

    Luis Salinas es uno de los guitarristas más destacados de esta parte del mundo. A finales 2024, después de nueve años sin grabar, lanzó “Hay que seguir”, un disco quíntuple en el que recupera distintas facetas de su propuesta artística: un primer volumen homónimo, “Solo Guitarra”, “Música Argentina”, “Latin I” y el que él mismo caracteriza como el más importante de su carrera, “Los salinas”, en el que colabora con su hijo Juan, guitarrista de 25 años, y su hija Rita, una incipiente cantante de 14. En Rosario, lo presenta este sábado 10, a las 21, en la Sala Lavardén (Sarmiento y Córdoba). A lo largo de sus décadas de carrera, el músico compartió con los nombres propios más resonantes de distintos géneros y distintos países. Pero el oriundo de Monte Grande, con humildad genuina y el entusiasmo intacto, insistirá en que ningún músico es más importante que la música. Por eso, en la biografía de Luis, esos nombres propios no funcionan como pergaminos, sino como interlocutores. Salinas habla a través de anécdotas con sus afectos, sus maestros, sus amigos. Los cita constantemente. La vivencia común es el parámetro fundamental. Rosario es un centro gravitacional de la vida del guitarrista desde hace muchos años. Es la ciudad en la que conoció a Silvia, quien fue su compañera, manager, y mamá de Juan, y falleció recientemente. Además, según él mismo se encarga de subrayar, es la ciudad donde primero aceptaron su versatilidad artística. Uno de los dos discos que grabó con Tommy Li Puma (legendario productor musical estadounidense) en Nueva York se llama “Rosario” (2001). Antes de volver, Luis Salinas habló larga y profundamente con La Capital, en una conversación que, como un toque en vivo, tuvo un pulso vital irrepetible, imposible de reproducir con justicia. A continuación, algunos extractos de esa charla. Su relación con Rosario La primera vez que fui a Rosario pensaba que era de una determinada manera, por los artistas que tenía, pero superó esa expectativa. Al punto que tocamos en el Anfiteatro y después terminamos en un lugar que se llamaba La Puerta tocando hasta las siete, ocho de la mañana. Ahí conocí a Silvia, la mamá de Juan. Desde ahí, cada ida a Rosario fue algo muy fuerte. Alguna vez dije que si no viviera en Buenos Aires, viviría ahí. Es como un barrio grande, donde se mantienen algunas cosas que acá se fueron perdiendo. Ir allá es juntarnos a tocar música, comer un asado con los amigos, y tocar conciertos en un lugar que es muy musical, por la cantidad de artistas que tiene permanentemente. En lo musical, Rosario fue el primer lugar que aceptó mi libertad artística. La primera vez fui a tocar el disco “Salinas”, y como conocí a Silvia quería volver pronto. Los productores me decían que no, que al año siguiente. Entonces pensé ir a hacer otra cosa, a hacer música argentina. Y el público rosarino tuvo una actitud de “tocá lo que quieras, te venimos a escuchar a vos”. En Buenos Aires, eso me costó muchos años. La gesta del disco quíntuple Este disco es muy especial para mí. Compuse un tema después de que Silvia se fue, que se llama “Hay que seguir”. Cuando lo grabamos, fue muy fuerte porque yo sentía que ella estaba en el estudio. Y el disco se llama así. Por distintas cosas, hacía nueve años que no grababa. Me invitaron a tocar a San Luis y de paso me dijeron que había un estudio allá, que se llama La Casa de la Música. Y todo empezó ahí, el año pasado, y después lo terminamos acá. Empezó como una idea que se fue desarrollando y terminó siendo una obrita. Hay de todo, hay cosas que toco en casa. Después hay una parte de música argentina, que yo le digo así porque no me gusta decir folklore o tango. Yo creo que la música argentina es un todo. Hay grandes artistas como Rubén Juárez o Hugo Díaz, uno santiagueño y otro cordobés, y tocaban todo. Son ejemplos grandísimos de eso. Después hay otro disco de latin jazz, que siempre me acompañó. Y el último es “Los Salinas”, porque tengo la dicha de que canta mi hija. Embed - Mack The Knife >> Leer más: Charly García y "La Lógica del Escorpión": ¿qué esperamos de un ídolo? Tocar con los hijos y los amigos Estábamos acá en casa y el día anterior a grabar me dice: “Papá, ¿mañana empezás a grabar? ¿No querés que cante?”. Y al otro día fue y se cantó tres temas. Ese disco termina siendo el más importante de mi vida porque están los dos, Juan y Rita. Cuando ella tenía seis años, yo estaba tocando y ella pasa y me dice: “Papá, tocar la guitarra es como cantar con las manos, ¿no?”. Me mató. Ella hace lo que quiere conmigo. Un día, estábamos en casa y puso en Youtube a Tony Bennett con Lady Gaga. Se puso a cantar arriba y se cantaba todos los temas. Me acuerdo que fui a la cocina y me emocioné. Y ella me dijo: “Mirá que esto no va a pasar todos los días”. Hace lo que quiere conmigo. Cantó acá en el Teatro Alvear y fue hermoso, cantó “Alfonsina” con Juan, tocamos los tres, nos emocionamos todos. Pero todavía no está para viajar. Y en el caso de Juan, ya tiene su carrera solista entonces es probable que el sábado tenga que tocar y no pueda ir a Rosario. Voy con Juancho Farías Gómez, hijo del Chango Farías Gómez. Con Alejandro Tula, percusionista santiagueño extraordinario además de ser un hermano. Y con Javier Lozano, que para mí es uno de los mejores músicos que tenemos. Tiene perfil bajo pero es un músico increíble. Además es mi compadre, sabe cuando me voy a equivocar. Así que voy con ellos y quizás algún invitado. Estoy con muchas ganas. El entusiasmo intacto Yo pienso que el deseo es lo más importante, o una de las cosas más importantes. Uno de los mayores elogios que recibí fue cuando toqué en el Teatro Coliseo de Buenos Aires y fue a verme alguien que me iba a ver desde que yo era muy chico. Pensé que me iba a felicitar por tocar en el Coliseo lleno. Pero me dijo: “Te felicito porque seguís teniendo el mismo entusiasmo”. Eso para mí fue hermoso. Alguien me preguntaba por mi relación con la guitarra. Y si tengo una cita de cualquier tipo y agarro la guitarra antes, seguro que llego tarde. Es hermoso que eso me siga pasando. Porque la música, siempre digo, tiene que ser una necesidad. Toda la vida tuve necesidad de tocar la guitarra, y eso es lo que me mantiene con ganas de estudiar, de seguir creciendo y de compartir lo que amamos. Yo creo que los músicos estamos en el mundo para sentir y hacer sentir. Después se puede ganar más o menos plata. La gente no tiene por qué entender de armonía o ritmo, pero creo que sabe cuando un artista es sincero. Yo creo que la música es una energía espiritual más allá de las notas. Si no sería algo que se aprende y se ejecuta y ya. Embed - Luis Salinas, Juan Salinas, Lito Vitale - Mi persona favorita >> Leer más: Music Shop celebró sus 35 años con invitados especiales y música en la calle La música por sobre cualquier músico Yo soy amigo de Antonio Serrano, que es el mejor armonicista del mundo, y tocaba con Paco de Lucía. Una de las primeras veces que fui a Madrid, me acuerdo que él andaba con su armónica y un saco de pana azul, y tocaba por todos lados. Un día le dije que me gustaba mucho cómo era con la música, siendo una persona que además había estudiado música clásica y jazz. Me dijo: “A mí lo que interesa son las notas lindas”. Después, Jordi Bonell, un guitarrista catalán extraordinario, me decía: “Siempre hay que tocar lo que la música necesita”. El mejor maestro es la propia canción. Si vos tocás para mostrarte a vos, ya no es música, es una cuestión de ego, otra cosa. Sí te tenés que preparar. Dios te da una condición y uno tiene que desarrollarla, ese es nuestro trabajo. Yo se lo decía a Juan, que siempre que hay que poner la música por delante. Desde ese lugar, se aprende que ningún músico es más importante que la música. Creer eso es como creer que se puede agarrar el agua del mar. Es una cosa ridícula. La música está en todos lados, es un lugar superior. Yo no creo en la Iglesia, pero creo en Dios profundamente. Entonces la música para mí es algo que tiene que ver con Dios. Dejarse llevar Cuando dejás que la música te lleve, es el mejor momento. Por supuesto, uno arma un concierto pero después se deja llevar. Una vez le comentaba a los músicos que ensayar y armar un concierto es como tener una casa. Después uno se va por ahí, y cualquier cosa, vuelve a la casa. Pensás que un tema va a durar tanto y dura más, o por ahí menos. En ese sentido, me entrego totalmente. Mis mejores conciertos fueron muchas veces en los que no armé nada. Está claro que tengo que tocar con músicos como Javier, que son intuitivos. La diferencia entre un músico y un artista, es que un artista ve otras cosas que son difíciles de explicar. Hay una frase hermosa de Stéphane Grappelli, el violinista de Django Reinhardt. En una nota, un periodista le pregunta qué sentía cuando tocaba con Reinhardt. Y él responde: “Miedo, porque ni él sabía lo que iba a tocar”. Eso me quedó también como una cosa muy linda, porque mantiene una adrenalina única. Creo mucho en eso, aunque uno después se ponga a laburar, a sacar cosas, a estudiar. Pero a la hora de tocar en vivo, es muy bueno no saber qué va a pasar. He tocado conciertos con Hugo y Osvaldo Fattoruso en los que realmente no sabíamos qué íbamos a tocar. Ese es el momento único e irrepetible. Esas cosas son las que me mantienen joven. Porque la juventud tienen que ver con aprender, no quedarse nunca.

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