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Buenos Aires » Infobae
Fecha: 08/05/2025 10:37
Imagen de archivo sobre la caída del nazismo, en Berlin (AP Photo). “Durante 5 agotadores días estuvimos escribiendo los documentos. Empezábamos muy temprano en la mañana y terminábamos tarde, durante la noche. Yo lo hacía con la versión en inglés y otras tres secretarias hacían lo propio en francés, ruso y alemán. Estos borradores eran enviados de inmediato a Washington, Londres y Moscú”, relataba Susan Hibbert, Sargento del Ejército de los Estado Unidos. La actividad febril ocurría los días anteriores a la firma de la rendición alemana sucedida el 7 de mayo de 1945 a las 14:30, con ejecución al día siguiente a las 23:01 (Horario de Europa Central). Contra reloj, se llegó al horario establecido para el histórico evento que estaba por comenzar. Diez altos Oficiales Aliados se sentaron en una larga mesa negra ubicada en el centro de la sala, definida con total precisión como la “más importante del mundo” por uno de los pocos periodistas que por razones de espacio pudo ingresar. El Comandante Supremo Aliado, General Dwight Eisenhower, por protocolo, esperaba en una habitación contigua ya que debía entrar a la sala una vez que los derrotados estuvieran ya sentados en sus puestos asignados. Lápices, papeles y ceniceros fueron colocados con milimétrica precisión militar por un Capitán estadounidense, incluído el uso de una regla y una escuadra para que la perfección fuera total. Acto seguido los militares alemanes fueron autorizados a ingresar. La tensión era inmensa, la humanidad estaba a punto de terminar con esta sangrienta pesadilla. En ese momento, un interprete leyó el Acta de Rendición y a continuación se procedió a la firma del Documento. Culminado este trámite en absoluto silencio, el General Jodl se levanta y le solicita en ingles al Jefe del Estado Mayor del General Eisenhower, General Walter Bedell Smith, autorización para decir unas palabras. Concedida, pronuncia en alemán lo siguiente: “Con esta firma, el pueblo alemán y sus Fuerzas Armadas se entregan, para mejor o peor, a las manos de los vencedores”. No hubo respuesta ni saludos. La delegación alemana se ´levantó, retirándose rápidamente. Cuando la noticia se fue conociendo en todas las latitudes, una explosión de alegría sacudió al mundo. Fue la apoteosis de la libertad. Hitler se suicidó en su búnker de Berlín el 30 de abril de 1945. Antes nombró en su testamento al Almirante Karl Dönitz como su sucesor en la Cancillería del Reich, sin embargo la capital alemana cayó dos días después de la muerte del führer, capitulando los sobrevivientes de la guarnición germana el día 2 de mayo. Pero la situación militar del III Reich ya era insostenible: el 25 de abril soldados soviéticos y estadounidenses se encontraron en Torgau, cortando en sectores norte y sur a la Alemania aún bajo control nazi, siendo que los avances de los Aliados reducían cada día el área bajo control germano, sin que las fuerzas alemanas -muy mermadas en efectivos, combustible y armamento- pudieran detener los ataques enemigos y menos aún, plantearse una contraofensiva. A pesar de la mala situación militar alemana, Dönitz logró formar un “Gobierno encargado de los asuntos del Reich”, en la localidad de Flensburgo muy cerca a la frontera con Dinamarca, esperando ser reconocido como nuevo “Gobierno de Alemania” donde el Almirante alemán trató de negociar los términos de una rendición oficial de Alemania para evitar la capitulación incondicional. Una especial preocupación era asegurar que la mayor cantidad posible de tropas y civiles alemanes pudieran huir hacia el oeste para que en caso de rendición fueran capturados por los Aliados occidentales y no por los soviéticos, aunque tal plan se reveló muy difícil para miles de soldados germanos. Iniciadas el 4 de mayo las tratativas con los aliados occidentales, que tenían su cuartel general en la ciudad francesa de Reims, el régimen de Dönitz pronto halló que los Aliados occidentales solamente aceptarían una rendición incondicional y simultánea de las fuerzas bajo control alemán en todos los frentes de combate y que el mismo general Eisenhower -Jefe máximo de las tropas Aliadas- podía negarse a recibir la rendición de soldados alemanes y dejarlos en “tierra de nadie” a merced de las tropas soviéticas si los emisarios de Dönitz no aceptaban la capitulación sin condiciones. Ante ello, el 5 de mayo Dönitz autorizó al general Jodl que aceptara la capitulación sin condiciones exigida por Eisenhower. Esto es una breve síntesis de los días intensos que se sucedieron desde el suicidio de Hitler y la caída de Berlín hasta la Capituación definitiva firmada en Reims, que cambió radicalmente el curso de la historia. Refiriéndonos ahora concretamente al régimen oprobioso del nacional-socialismo, recordemos que los regímenes totalitarios se caracterizan por disponer totalmente de la vida de las personas, siendo los habitantes de los países donde se establecen estos tenebrosos sistemas políticos un medio para los fines de los dictadores. Friedrich Hayek, en su Camino de servidumbre, decía al respecto: “Desde el momento en que se admite que el individuo no es sino un medio para servir los fines de una entidad superior, llámese ésta la sociedad o la nación, siguen inevitablemente todas aquellas características del totalitarismo que a nosotros nos horrorizan”. Si bien el totalitarismo prohíbe el ejercicio de todos los derechos individuales, es importante destacar las restricciones “parciales” a la libertad y propiedad que gobiernos democráticos aplican mediante regulaciones legales en materia civil, política y económica, pues ese intervencionismo estatal no es otra cosa que un totalitarismo parcial. Ludwig von Mises lo advertía de esta manera en su obra Liberalismo: “En cuanto se abandona el principio de que el Estado no debe intervenir en la vida privada de los ciudadanos, acabamos regulándosela a éstos hasta en los más mínimos detalles. Desaparece la libertad individual. El ser humano deviene esclavo de la comunidad, constreñido a obedecer los mandatos de la mayoría”. En consecuencia es posible y lamentablemente sucede, que gobiernos electos democráticamente y que empiezan a aplicar medidas que van limitando cada vez más la esfera de los derechos individuales, terminen en tiranías, especialmente si surgen liderazgos de personajes que utilizan la demagogia y el fanatismo político como recurso para consolidar su poder: Hitler y Stalin, ejemplos concretos. Friedrich Hayek lo planteaba de esta manera: “Así como el gobernante que se decide a planificar la vida económica se verá pronto ante la alternativa de asumir poderes dictatoriales o abandonar sus proyectos, así el caudillo totalitario se vería en corto tiempo ante el dilema de pasar por encima de los principios morales corrientes o fracasar. Esto explica por qué los hombres poco escrupulosos son los que cuentan con mayores oportunidades de éxito en una sociedad orientada hacia el totalitarismo”. Por eso es típico de los regímenes con aspiraciones totalitarias la concentración del poder, con lo cual unos pocos deciden sobre la vida del resto. James Madison, uno de los “padres” de la Constitución de Estados Unidos, hacía referencia a esto último: “La acumulación de todos los Poderes: el Legislativo, el Ejecutivo y el Judicial en las mismas manos, sea en las de una persona, en las de algunas o en las de muchas y sea por herencia o autodesignación, puede ser considerada como la verdadera definición de la tiranía”. En esta época donde la palabra Democracia está siendo ignorada adrede por muchos políticos, se ha llegado al peligroso antecedente que gobiernos elegidos por el voto de sus ciudadanos cometan excesos violando la forma republicana de gobierno. Hayek también advertía sobre esto: “No es el origen del poder lo que garantiza contra la arbitrariedad, sino las limitaciones que se le señalen para librarlo de todo cariz dictatorial”. Asimismo, hay un elemento esencial y excluyente a todo sistema Democrático sin el cual, no puede existir ninguna República que se precie de tal: libertad de expresión y su brazo ejecutor: libertad de prensa, letal vacuna por antonomasia contra los totalitarismos. Se trata de un derecho fundamental, inalienable e inherente a todas las personas ya que el respeto y protección de la libertad de expresión adquiere una función primordial puesto que sin ella es imposible que se desarrollen todos los elementos imprescindibles para el fortalecimiento del Sistema Institucional de la Libertad. El derecho y respeto de la libertad de prensa se erige en definitiva como instrumento que permite el intercambio libre de ideas y funciona como columna vertebral de los procesos democráticos, a la vez que otorga a la ciudadanía una herramienta básica y fundamental de participación y control. En estos ochenta años de construcción de multilateralismo, interdependencia, globalización y su correlato, el nacimiento de Organismos Internacionales y Supranacionales como Naciones Unidas (U.N.), la Organización del Tratado del Atlántico Norte (OTAN), la Organización de Estados Americanos (O.E.A.), etc., ellos fueron el andamiaje jurídico y político fundamental al sistema democrático que luchó y ganó la partida contra los totalitarismos, que se puso en ejecución inmediatamente después de la victoria Aliada contra el oprobioso régimen nazi. Por lo tanto, podemos afirmar sin equivocarnos que el nacional-socialismo fue definitivamente derrotado el 8 de mayo de 1945. Sin embargo debemos estar muy atentos ante el inexplicable resurgir mundial de esta demencial ola de nacionalismos que rechazan en algunos países la autoridad, proponiendo un modelo de convivencia sin Estado y sin estructuras de poder. Es una luz amarilla sobre la cual el mundo libre debe estar con todas las alarmas encendidas. Finalmente, hoy recordamos con tristeza manifiesta pero con renovada esperanza, el legado de los millones de civiles y de soldados que entregaron sus vidas en los eternos años de la pesadilla nacional-socialista creada y ejecutada por Adolfo Hitler. Las convicciones republicanas de la gran mayoría de las tropas Aliadas fueron un ejemplo que perdurará en las actuales y futuras generaciones. Lucharon y murieron para que el mundo siga gozando de los inconmensurables beneficios de la libertad. Por ello no los olvidemos jamás y hagamos votos para que su entrega heroica e incondicional vigorice nuestros esfuerzos para impedir que las ideas hoy caducas de la extrema izquierda y de la extrema derecha, ambas doctrinas ideológicas coincidentes, jamás vuelvan a inocular a nuestras sociedades democráticas con el virus totalitario de los enemigos del liberalismo, o sea de la Libertad.
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