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  • A 80 años de la disolución de la Gestapo, la policía política de Hitler que sembró el terror en Alemania y en toda Europa

    Buenos Aires » Infobae

    Fecha: 07/05/2025 04:35

    La Gestapo no tuvo ningún límite durante el régimen nazi (AP) Cuando el lunes 7 de mayo de 1945 el generaloberst (coronel general) Alfred Jodl firmó la rendición incondicional de todas las tropas alemanas en Reims, Francia, una de las primeras medidas que tomó el comandante de las tropas estadounidenses, Dwight “Ike” Eisenhower, fue ordenar la disolución de la Gestapo, la temible policía secreta alemana. Esa urgencia no se debía a una necesidad militar, sino que encerraba un fuerte simbolismo: la Geheime Staatspolizei –el nombre completo de esa fuerza policial dependiente de las SS– había sido durante el nazismo el instrumento utilizado por el Estado para detectar y eliminar toda oposición al régimen de Adolf Hitler, a través de la vigilancia, la intimidación, la tortura y la desaparición forzada, además de contribuir directamente a la perpetración del Holocausto. En pocas palabras: era la cara del terror de la dictadura nazi ante los propios alemanes. Había sido creada por un decreto del primer ministro del Interior de Hitler, Herman Göring, el 26 de abril de 1933, con el único objetivo de acabar con las personas que eran consideradas un peligro para el gobierno, es decir: judíos, gitanos, comunistas, homosexuales y todos aquellos que presentasen una conducta “antisocial” según los parámetros establecidos por el partido nazi. Su cuartel general, en el número 8 de la Prinz-Albrecht-Straße de la capital alemana era conocida por los berlineses como la “Casa de los Horrores”, un nombre que describía a la perfección la naturaleza del tratamiento al que se sometía a quienes estaban detenidos allí, casi siempre encadenados a las paredes de las celdas. Quienes tenían la desgracia de caer en las garras de sus agentes, siempre vestidos de civil –con esos largos abrigos de cuero negro que se suelen ver en las películas que cuentan la época–, sabían que su suerte estaba echada, porque la fuerza operaba por encima de la ley, excluida de cualquier forma de control y fuera de la jurisdicción de los tribunales. Podía abusar de las detenciones preventivas sin ningún plazo, a las que solía justificar con documentos firmados bajo tortura por los propios detenidos en los que manifestaban su voluntad de estar presos. Para decirlo en palabras del asesor legal de la Gestapo, Werner Best: “Mientras la policía cumpla la voluntad de los líderes políticos, actúa legalmente”. Esos líderes políticos eran, claro, los de la dictadura nazi, y tan importante era esa policía secreta del Estado para ellos que la disputa por su manejo había enfrentado a dos de los laderos más poderosos de Hitler, Herman Göring y Heinrich Himmler. Dwight Eisenhower dio la orden de terminar con la Gestapo Fue por eso que, apenas caído el régimen que la sostenía, Eisenhower ordenó su inmediata disolución: quería dar un rotundo mensaje a la población alemana de que los tiempos del terror estatal habían terminado. Un monstruo en crecimiento La Gestapo creada por el decreto de Göring no empezó desde cero, sino que los nazis aprovecharon la estructura de un aparato represivo ya existente, la Policía Estatal Prusiana. Durante la República Weimar, el país era una federación formada por estados, entre los cuales se incluían Prusia, Baviera y Sajonia, que tenían su propia policía política, dedicada sobre todo a contener la violencia de los movimientos de extrema derecha y de izquierda, como el Partido Nazi y el Partido Comunista. Al llegar al poder, Hitler quiso utilizar la estructura de la policía política para sostener su naciente dictadura, es decir, para perseguir a sus opositores, pero encontró dos dificultades: la primera era que todavía seguía vigente la constitución de la República de Weimar, que establecía protecciones legales contra acciones arbitrarias de la policía; la segunda, que el aparato policial estaba descentralizado y respondía a los gobiernos estatales y locales, por lo que no debía rendirle cuentas –ni obedecer– a Hitler como canciller. Entonces, el nazismo buscó crear una policía política centralizada, que respondiera directamente al führer, aunque aprovechando los recursos de las anteriores. Por eso, el primer director de la Gestapo fue Rudolf Diels, el último jefe de la Policía Secreta Prusiana, que se ocupó de reclutar miembros de las fuerzas prexistentes y la convirtió en una agencia policial con jurisdicción nacional. La “limpieza” de “enemigos del Estado” iniciada por Diels no satisfizo a Hitler. Como la Gestapo inicial no estaba integrada exclusivamente por nazis sino que también había muchos policías profesionales, estos todavía se aferraban a sus viejas prácticas y había límites que no querían traspasar. Poco a poco, la incorporación de nuevas camadas de agentes, todos afiliados al nacionalsocialismo, llevaría a convertir a la nueva fuerza en una máquina represiva mortal. La unificación Aún así, la ansiada unificación de todas las policías políticas encontró su mayor obstáculo en la puja entre dos de los más poderosos laderos de Hitler. En 1934, Göring reemplazó a Diels como comandante de la Gestapo en Prusia y se enfrentó al jefe de las SS, Heinrich Himmler, cuando intentó extender el poder de su organización a toda Alemania. Himmler, que era también jefe de la policía de Múnich y pronto tomó el control de la policía política de Baviera, se opuso a dejarle ese espacio de poder a Göring. La SS tomaron el poder de control de la Gestapo Parecía una pelea difícil de resolver, pero la rivalidad que ambos tenían con el jefe de las SA, Ernst Röhm, los unió. Acordaron poner a un lado sus diferencias y Göring transfirió toda la autoridad de la Gestapo a las SS. Una vez logrado el acuerdo, fuerzas conjuntas de las SS y de la Gestapo llevaron a cabo una serie de arrestos en masa. Una de sus acciones más resonantes fueron las matanzas de “la noche de los cuchillos largos”, cuando asesinaron a Röhm y a la mayoría de los jefes de las SA. Al principio, el propio Himmler se ocupó de comandar la fuerza, pero poco después le transfirió el mando a su colaborador más cercano, Reinhard Heydrich, jefe de la SD, el Servicio de Seguridad de las SS, quien acabaría haciéndose con el control absoluto del cuerpo y fue nombrado comandante de la Gestapo para toda Alemania. La SD contaba con un archivo policial muy completo que reunía los datos de millones de alemanes, que resultó fundamental para que la Gestapo, incorporada a la Oficina Principal de las SS para Seguridad del Reich (RSHA), llevara adelante su accionar de terror sobre la población alemana. Poder absoluto Transformada en los ojos y los largos brazos políticos de la dictadura nazi, la Gestapo llevó a fondo su labor, sin reparar en los métodos. “Investigaban denuncias del público, llevaban a cabo cateos arbitrarios y realizaban interrogatorios brutales. A fin de cuentas, los agentes de la Gestapo tenían en sus manos el destino de las personas a las que arrestaban. En el curso de sus investigaciones, los agentes entrevistaban a testigos, cateaban casas y departamentos y realizaban vigilancia. En la Alemania nazi no había límites para estas actividades. La Gestapo no necesitaba órdenes judiciales para leer la correspondencia de los sospechosos, ni para entrar en sus casas o escuchar sus conversaciones telefónicas”, describe la Enciclopedia del Holocausto. En sus inicios, la Gestapo se concentró más en vigilar y arrestar a oponentes políticos que a perseguir a la población judía. Eso cambió con la promulgación de las leyes de Núremberg en septiembre de 1935, que prohibieron el matrimonio y las relaciones sexuales entre alemanes judíos y no judíos porque “profanaban la raza”. Para controlarlos, se crearon los departamentos especializados en judíos, desde los que organizó la deportación de los judíos hacia ghettos, campos de concentración y centros de exterminio. Durante la guerra, a medida que las fuerzas nazis avanzaban ocupando territorios en otras naciones europeas, la Gestapo también fue expandiendo sus fronteras. Cuando sus agentes eran enviados a los territorios ocupados, actuaban brutalmente y con impunidad contra las poblaciones locales. Como policía política, se ocupó de investigar y “castigar” muy duramente a los civiles que socavaban el esfuerzo bélico o que desafiaban al régimen; perpetró fusilamientos masivos de judíos, opositores políticos, integrantes de los movimientos de resistencia y simples civiles; y vigiló a los extranjeros condenados a trabajos forzados en Alemania y en los territorios ocupados. Hermann Göring creó la Gestapo Tenía también oficinas en los campos de concentración, cuya dirección se asignó a miembros de bajo rango y a las unidades de exterminio. Sus funcionarios también colaboraron con las SS, con las autoridades de la ocupación militar y con los administradores civiles nazis para ayudar en la captura y deportación de judíos. En su momento de mayor expansión llegó a tener 32.000 agentes distribuidos por Alemania y los territorios ocupados y contaba, además, con una inmensa red de colaboradores civiles e informantes, tanto alemanes como de otras nacionalidades. El final El ocaso de la Gestapo se desarrolló al mismo compás que el avance de los Aliados sobre Alemania. La mañana del 3 de febrero de 1945, aviones norteamericanos realizaron un feroz bombardeo sobre todo Berlín, concentrándose en la zona gubernamental y provocando la muerte de unos tres mil berlineses. Tanto la Cancillería del Reich, la sede del Partido Nacionalsocialista, el Cuartel General de la Gestapo en la Prinz-Albrecht-Straße y el Tribunal del Pueblo sufrieron los impactos de las bombas. Aún así, las mazmorras de la policía política siguieron funcionando. Recién a principios de abril, cuando la caída de Berlín era inminente, sus funcionarios comenzaron a quemar archivos y documentos en las instalaciones y patios centrales del edificio. Los calabozos de la sede de la Gestapo Con las primeras luces del 29 de abril de 1945, la 301 División de Fusileros del Ejército Rojo, mandada por el coronel soviético Aleksei Antonov, lanzó un asalto con dos regimientos y logró colocar una bandera roja en la sede de la Gestapo, pero debió replegarse ante una contraofensiva de las SS. Por entonces solo quedaban siete presos políticos en las celdas subterráneas del edificio, custodiados por una unidad de las SS. El 1 de mayo durante la noche, sacaron a los siete prisioneros de la celda principal y los trasladaron a otra celda en un sótano, donde mataron a uno de los detenidos, un suboficial de la Wehrmacht. Finalmente, la madrugada del 2 de mayo, el edificio fue tomado por el Ejército Rojo, que liberó a los detenidos. Sin embargo, a un soldado ruso se le escapó un disparo y mató accidentalmente Joseph Wagner, uno de los seis detenidos, cautivo del régimen nazi debido a sus creencias católicas. El cuartel de la Gestapo estaba en Berlín, muy cerca del de la SS. Los vecinos se referían a ella como "La casa del horror", por los gritos de los que allí torturaban Cuando el 7 de mayo, en Reims, el general estadounidense Dwight Eisenhower firmó la orden de disolución de la Gestapo, su último baluarte, en el centro de Berlín, llevaba cinco días en poder de los soviéticos. Ya no existía, pero el simbolismo del gesto no se le escapó a nadie. Más tarde, en los juicios de Núremberg, se la consideró una organización criminal y quedó prohibida en toda Alemania, para siempre. Ochenta años después de la disolución, la antigua jefatura de la Gestapo en la capital alemana es sede permanente de una exhibición llamada “Topografía del terror”, donde se narra la historia del lugar y los crímenes perpetrados por la policía política nazi en toda Europa. Al entrar se puede leer una frase que dice: “Desde este lugar se articulaba la persecución y exterminio de los opositores políticos del nacionalsocialismo en el interior y en el extranjero, y se organizaba el genocidio de los judíos europeos, gitanos y romanos”.

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