Contacto

×
  • +54 343 4178845

  • bcuadra@examedia.com.ar

  • Entre Ríos, Argentina

  • El vampiro de París: guardaba sangre humana en su heladera y fue condenado por asesinato al cometer un error de criminal principiante

    Buenos Aires » Infobae

    Fecha: 05/05/2025 04:36

    El terrible caso del vampiro de París que afirma haber tenido sexo con cádaveres Dijo el inmutable Nicolás Claux (22) al ser descubierto: “(...) he estado profanando tumbas de varios cementerios góticos parisinos y mutilando restos momificados. Cuando me preguntaron por qué tenía en mi refrigerador bolsas de sangre robadas, simplemente reconocí que bebía sangre con regularidad. Trabajando como asistente funerario durante diez meses usé mi posición para llevar a cabo mis fantasías de canibalismo. Cuando me quedaba solo con los cuerpos, para coserlos luego de las autopsias, cortaba tiras de carne de las costillas y de los muslos y las comía. En algunas ocasiones me llevé trozos de carne fresca a mi casa donde las cociné y las ingerí”. No siempre hay respuestas para explicar el mal. No hay razones para la sinrazón. Contaremos aquí la historia de un sujeto que vive hoy en total libertad, dedicado a su “arte macabro” y que habla de su pasado sin remordimientos: intenta explicar, quizá justificar, su siniestra historia a quienes se le acercan micrófono en mano. Los medios tradicionales del mundo no lo han entrevistado, o por lo menos no hay registros en Internet de que lo hayan hecho. A pesar de que al personaje le gusta hablar, de que sus libros se venden por Amazon y de que sus exhibiciones siniestras han llegado a capitales europeas y, este mismo año, dice presente en las coquetas calles parisinas levantando polémicas. Nicolás Claux habla sin remordimientos de su "arte macabro" Solo hubo algunas menciones ocasionales, como un artículo del medio francés Le Parisien, donde se habla de este último escándalo. Quizá la razón de su ausencia en los medios convencionales y de la falta de detalles sobre su entorno cercano tenga más que ver con alguna perimetral moral que la justicia haya establecido frente a los reconocidos hechos que este ex convicto aceptó haber cometido. Por respeto a la víctima y a todos los damnificados. No vaya a ser que su conducta genere émulos. Quién sabe. Vamos a la historia. Las obsesiones de Nicolás Nicolás “Nico” Claux nació el 22 de marzo de 1972 en Camerún, África, donde trabajaba su padre, un exitoso banquero francés de quien no sabemos el nombre. Monsieur Claux se movía con su familia (su mujer y su único hijo Nicolás) de país en país, ganando mucho dinero. Sus destinos solían rodar por Asia o África, aunque también por Europa, más específicamente, por Suiza y Gran Bretaña. Cuando Nicolás tenía alrededor de 5 años, la familia se trasladó a Londres y, un tiempo después, a París donde vivió desde los 7 hasta los 12 años. Él mismo cuenta su infancia y adolescencia de manera descarnada, en numerosas entrevistas en podcasts y medios dedicados al ocultismo: “Mi infancia era básicamente normal, excepto que me sentía un poco extraño por tener pocos amigos. Era un chico solitario porque no tenía hermanos con quienes jugar así que pasaba la mayor parte de mi tiempo solo, en mi cuarto. Viví en muchos países y mi padre viajaba especialmente a Asia y África. Mi madre era una depresiva extrema que lloraba todo el tiempo. Eran amables y me daban todo lo que yo necesitaba, pero a pesar de eso no me sentí nunca muy unido a ellos. Jamás me abrazaban ni me besaban, me dejaban más bien a solas la mayor parte del tiempo. No sufrí abusos físicos, solo negligencia emocional. Crecí siendo emocionalmente frío. Tenía dificultad para sentir empatía por los demás. Solo experimentaba indiferencia (...) Creo que sufría un desorden psicológico social. Veía al mundo como mi enemigo. No entendía cómo funcionaban los demás. Fue por ese tiempo, a esa edad temprana, que desarrollé una enorme fascinación por la muerte y el ocultismo. Me pasaba horas leyendo libros sobre vampiros y hombres lobo. Una foto de la estatua sumeria Pazuzu, un demonio de la mitología mesopotámica, que encontré en un libro de mis padres se convirtió para mí en un símbolo de poder y de lo que respetaba. Años después vi que la habían usado en una película, El Exorcista, y mi interés por ella se fortaleció”. La vida lo aburría y sus fantasías más entretenidas tenían que ver con asesinatos, cadáveres, calaveras y muerte. Cuando falleció su abuelo paterno por una embolia cerebral su obsesión con la muerte se acentuó. A pesar de eso, a los 20 años, probó entrar al ejército. Duró poco y terminó cambiando de rubro. A los 20 años fue rechazado del ejército francés y terminó trabajando para una funeraria Nadie sabe qué habrán pensado sus padres cuando Nicolás decidió ser ayudante de funerario. Un simple enterrador. O no tan simple, porque aprendería también a preparar cuerpos y a embalsamar cadáveres. Emperador del infierno Viviendo en París tuvo la oportunidad de empezar a profanar tumbas de cementerios antiquísimos. “Un día me desperté con la urgencia de desenterrar un cadáver y mutilarlo. Llevé un cincel, un par de martillos, velas negras y guantes quirúrgicos. Tomé el metro hasta la estación Trocadero. Passy es un pequeño cementerio gótico con una gran cantidad de mausoleos, la mayoría construidos en el siglo XIX. Apenas era mediodía. Las puertas estaban abiertas de par en par. Los guardias disfrutaban de su hora de almuerzo. Nadie podía imaginar que a esa hora alguien tuviera deseos de profanar tumbas”, relató impasible. Al principio, pensó en profanar la de una familia de inmigrantes rusos, pero por conveniencia terminó escogiendo la de al lado. Encontró enterrada a una anciana a la que apuñaló a la altura del vientre en cincuenta ocasiones. El modus operandi pasó a ser el siguiente: se escondía hasta que el cementerio o el mausoleo cerraban, todos se iban y luego munido de herramientas, trabajaba en lo suyo. Mencionó que al hacer esto se sentía “como un emperador reinando en el infierno”. “En 1993 la única escuela que daba clases para embalsamar me rechazó la aplicación. De todas formas empecé a trabajar en el hospital de chicos Saint Vincent-de-Paul Hospital, en París. Era la única manera de hacer lo que quería: estar en contacto con cadáveres. Me dieron un lugar en la morgue y mi primera tarea fue asistir a la autopsia de una chica de 10 años. Otros que estaban allí me enseñaron cómo coser su estómago. Era la primera vez que tocaba un muerto. Quedé muy sorprendido por lo rojo y limpios que se veían sus órganos”, contó. Fue a partir de allí que, cuando lograba quedarse a solas con un cuerpo, Nicolás se animó a actos todavía más aberrantes y comenzó a practicar la antropofagia: “Si me quedaba solo, luego de la autopsia para coser, lo que fue mi especialidad, era cuando empezaba a comer tiras de músculos de los cuerpos. Pero siempre chequeaba primero sus fichas médicas, por las dudas. Una vez un carnicero me había dicho que la carne siempre era mejor unos tres o cuatro días después de la muerte. Era lo que siempre había soñado hacer y tenía la oportunidad de llevarlo a cabo de manera regular. Algunas veces incluso me llevaba carne a casa para cocinarla, pero yo la prefería cruda. Sabía como a carpaccio. Los músculos grandes de los muslos y de la espalda eran buenos, pero no había buena carne en los senos, solo grasa”. Nicolás no se quedó mucho tiempo trabajando allí y en diciembre de ese mismo año pasó al Hospital Saint Joseph donde al principio estuvo destinado en el área de quirófanos. Enseguida notó que las bolsas de sangre quedaban a su entera disposición. Comenzó a robarlas y a almacenarlas en su heladera para beberlas cual vampiro. En su paso por un hospital se robaba bolsas de sangre para almacenarlas en su heladera Nicolás ya estaba dando los pasos hacia su peor versión: la de un despiadado asesino. Debut homicida La mañana del martes 4 de octubre de 1994 fue especial para Nicolás. Estaba decidido a encontrar una víctima y cruzar esa línea que separa a los verdaderos malvados del resto de los seres humanos. No buscaba a nadie en especial. No le importaba el sexo de la presa, ni su edad, ni su raza. En la calle no pudo decidirse por nadie así que volvió a su departamento y entró en su Minitel, una suerte de Internet precaria que era una novedad en Francia y que la comunidad gay utilizaba mucho para chatear y coordinar encuentros. Allí se topó con alguien llamado Thierry. Hablaron acerca de la práctica del sadomasoquismo. Thierry le dio a Nicolás su dirección y quedaron en encontrarse más tarde. Destino sellado. Nicolás se puso su chaqueta donde escondió un arma calibre 22. Cuando llegó al viejo edificio de Thierry, en el distrito parisino número 11, ingresó y fue directo a golpear la puerta. Cuando el dueño de casa preguntó quién era él pronunció su nombre falso, el mismo que había utilizado en el diálogo por Minitel. Thierry le abrió confiado. En cuestión de segundos Nicolás escaneó su alrededor y sacó el arma. Llegaron a cruzar miradas incómodas. Nicolás apuntó al medio de los ojos de su víctima y no dudó en apretar el gatillo. Thierry cayó sin llegar a articular ni una sola palabra. El asesino relató que lo vio desangrarse sobre la alfombra. La mancha color vino se agrandaba con cada instante que pasaba. Desbordaba. Decidió moverse por el departamento para ver cómo era y qué podía llevarse. Cuando retornó a la entrada vio que Thierry seguía moviéndose “y haciendo ruidos asquerosos”. Había esperado que un tiro fuera suficiente, pero no. Recargó el arma y volvió a disparar varias veces. Limpió sus huellas dactilares. Fue hasta la cocina, tomó unas galletitas y se sentó a comerlas mientras miraba fijo a su víctima derribada. Al final, decidió que lo más prudente sería irse. Luego de robar varias de las pertenencias del dueño de casa (unas tarjetas, su chequera, el registro, un despertador y su contestador automático), por las dudas, le disparó a la espalda. Además, tomó una enorme maceta con una planta que estrelló en la cabeza de Thierry. Listo. No quería sorpresas de ningún tipo. Thierry, un hombre que conoció por Internet fue su primera víctima El cuerpo de Thierry Bissonier (34) quedó tirado en el piso de su departamento durante tres días, secándose en la soledad de su charco rojo. Fueron sus padres, preocupados porque no podían contactarse con él, quienes llegaron hasta allí y encontraron la horripilante escena. Thierry, quien era restaurador, músico y estaba en pareja con un hombre mayor, había sido salvajemente asesinado. Como tantos homosexuales de la época en París. De hecho, era la séptima víctima en circunstancias similares en los últimos treinta días. Todas tenían en común que utilizaban Minitel para las citas. La autopsia de Thierry Bissonnier describió que la primera bala entró por uno de sus ojos y se detuvo justo cerca de su cerebro. No lo mató. La segunda ronda de tiros rebotó contra el cráneo excepto una que penetró en el cerebro. Tampoco eso lo mató. Había sido la última, la que entró por su espalda, la que le partió el corazón en dos y le causó la muerte de manera inmediata. Descubrir al asesino La investigación del crimen quedó en manos de un detective llamado Gilbert Thiel. No había demasiadas pistas al comienzo. Si Nicolás no hubiera intentado usar uno de los cheques de su víctima tal vez jamás hubiese sido arrestado. Sucedió que a mediados de octubre quiso comprar un video reproductor de cassettes y entregó uno de los cheques para abonarlo. El vendedor del local le pidió una identificación y él brindó la licencia de conducir que le había robado a su víctima Thierry, a la que le había colocado su propia foto. Si bien pasó el primer chequeo, el empleado hizo algo más: de manera automática comparó las firmas de la licencia y la del cheque. Dio un salto. El fraude era evidente. Terminó llamando a la policía. Pero antes de que llegara, Nicolás huyó. A los agentes algo les llamó poderosamente la atención: el nombre del registro de conducir era el mismo del muerto a tiros el 4 de octubre, pocas semanas antes. La policía sabía ahora que quien había entregado ese documento era, muy probablemente, el asesino de Thierry. Lo empezaron a buscar. No tenían su nombre, pero ya conocían su cara por esa foto. Era bastante. Nicolás Claux mató a Thierry Bissonnier de varios disparos El 15 de noviembre de 1994, justo frente al célebre cabaret Moulin Rouge, luego de una pelea con una mujer, un hombre joven fue arrestado. Enseguida la policía lo reconoció: era el dueño de la cara de la licencia falsificada de Thierry Bissonnier. Se llamaba Nicolás Claux. Lo llevaron a la dependencia policial para que fuera interrogado mientras otros detectives se dirigieron a su domicilio, en el número 9 de la calle Coustou, a metros del boulevard de Clichy y en el distrito de Pigalle, pleno centro de París. Llegaron a un simpático edificio de varios pisos con frente de piedra parís y balcones franceses de hierro negro. La entrada pequeña con la puerta negra de hierro calado recuerda, curiosamente, a las típicas puertas de las bóvedas de un cementerio. No era para sorprenderse que fuera el lugar escogido para vivir por Nicolás Claux. Confesiones de un vampiro En la foto en blanco y negro que le sacaron a Nicolás Claux en la comisaría se lee el número que le tocó para su ficha: 239942. Con 22 años, ese joven de cutis blanco y abundante pelo largo y lacio oscuro, sorprendió a los veteranos expertos en homicidios contando detalles perturbadores sobre su adicción a profanar cuerpos y tumbas y confesando ser “prácticamente un satanista ”. Al mismo tiempo, el registro de su departamento parisino confirmaba sus terribles dichos. A simple vista encontraron varios juegos de esposas, numerosos elementos quirúrgicos e infinidad de restos óseos. En medio de la sala colgaban del techo largos fémures mientras dientes y vértebras se encontraban desparramados por el ambiente. Un par de frascos, apoyados sobre el televisor, rabalsaban de cenizas humanas. La mayor sorpresa la encontraron al abrir su heladera. Era la despensa de un vampiro. Uno sobre otro, apilados prolijamente, había numerosos sachets con sangre humana (después sabrían que había sido robada del hospital donde él trabajaba). También hallaron decenas de videos de sadomasoquismo brutal. Nicolás Claux tenía montado para vivir un escenario del horror. Debajo de la almohada de su cama estaba el arma calibre 22 que había usado en el crimen. Caso cerrado. La policía allanó la casa de Claux y halló restos humanos en el comedor y la heladera Nicolás admitió que su departamento tenía una “decoración adaptada a mis gustos”. Los detectives de homicidios no podían dar crédito a lo que escuchaban y veían. A lo largo del tiempo, después de su confesión inicial, Nicolás respondió, a casi todo lo que le preguntaron, con respuestas macabras. Acá van algunas de las tantas preguntas que le hicieron y sus extrañas contestaciones. En varias oportunidades cambió su versión de los hechos. -¿Su opinión sobre homosexualidad? -Los queers son una presa fácil (...) Pero el lado malo es que no podía mutilarlos y comer su carne porque no me gusta tocar hombres y tienen enfermedades. Las lesbianas están okey. -Si fuera liberado, ¿volvería a matar? -Nunca asesiné a nadie. -¿Describa su primer asesinato? -Nunca maté a nadie. Solo maté insectos. No gente. Insectos. -¿De qué es acusado? -De homicidio premeditado y de seis robos de tumbas. -¿Qué le gusta leer? -Libros de True Crime. Textos forenses. -¿Qué asesinos están en su cabeza? -Caníbales que comen mujeres. Issei Sagawa. Richard Chase. Ed Gein. (...) -¿Alguna vez tuvo sexo con un cadáver? -Sí, ¿Y qué? -¿Qué hacía con los cuerpos una vez que los desenterraba? -Si solamente quedaban huesos, los llevaba a mi departamento y construía tótems. Si encontraba restos descompuestos o momificados los acuchillaba y sacaba fotos. -¿Algo que quiera decir? -Sí, tengo un mensaje para aquellos que fuman, usan drogas, comen comida rápida y beben alcohol. Están envenenando su sangre. (...) No tienen respeto por su propio cuerpo. (...) Su cuerpo es un tacho de basura caminando. Su carne me disgusta. Y esto especialmente le digo a las chicas: hagan deporte, dejen de fumar, hagan dieta de proteínas y cuiden sus arterias. Se sentirán mucho más sexies. Nicolás Claux reconoció ante la policía haber tenido sexo con cadáveres La mordacidad era, sin dudas, parte de su excéntrica personalidad. Luego de su detención pasaron dos años en los que se realizaron las investigaciones preliminares del caso. Los especialistas psiquiátricos intentaron desentrañar los motivos profundos que impulsaban la psiquis del acusado. Para el crimen de Thierry, Nicolás Claux terminó dando diferentes motivos: una pelea con un homosexual; un robo que terminó muy mal; un simple accidente. En diciembre de 1996 se decidió que había prueba suficiente para llevarlo a juicio. Los investigadores, además, tenían serias sospechas de que hubiera asesinado a muchas personas más, pero no consiguieron evidencia para acusarlo de otros crímenes más allá del de Thierry Bissonnier y de la profanación de tumbas. Juicio al caníbal El juicio contra Nicolás Claux comenzó el 9 de mayo de 1997. Un jurado compuesto por nueve miembros fue elegido para la ocasión y el juez que presidió el tribunal fue W. Waechter. La defensora de Claux, la doctora Irène Terrel, pidió que se declarara inocente a su cliente. Pero la acusación hizo un movimiento de impacto: mostró imágenes del departamento del acusado. Alcanzó para que nadie pudiera pensar que alguien que viviera allí pudiera ser inocente de nada. Nicolás Claux diría luego que “el propósito de esas fotos era establecer un paralelismo entre el asesinado y el medioambiente donde yo vivía. Debatamos: ¿la ficción influencia en la realidad?”. Las fotos del departamento de Nicolás Claux fueron difundidas durante el juicio El fiscal sostuvo que Nicolás había asesinado a Thierry Bissonnier de manera premeditada. Acto seguido presentó al jurado las acciones encadenadas que llevó a cabo el acusado ese día luego del crimen: robo de una chequera, de una tarjeta de crédito, de su billetera, de la licencia de conducir, de un reloj despertador y de un contestador telefónico. Aventuró más, aunque no pudo probarlo: Thierry Bissonier podía ser solo uno de los muertos de una serie de homicidios ocurrida en París durante el año 1994. Sostuvo que el acusado, para él, era un imitador del asesino en serie Rémy Roy, llamado popularmente el asesino de Minitel, quien había matado a tres hombres -entre 1990 y 1991- luego de contactarlos para citas sexuales y fue por ello sentenciado a perpetua. Los psiquiatras convocados sostuvieron que Nicolás Claux era un sádico, casi psicótico, pero que no podía ser considerado completamente responsable de su crimen. Lo cierto fue que, debido a la falta de pruebas que lo vincularan con otros delitos (él solo confesó un asesinato), el caníbal necrófilo fue declarado culpable y condenado a doce años de prisión. Los primeros cuatro años y dos meses los pasó en Fleury Merogis, una prisión al sur de París. En febrero de 1999 fue transferido a la Maison Centrale Poissy. Un centro de máxima seguridad donde compartió bloque carcelario con seis asesinos seriales. “Buena compañía” para una mente tan compleja y oscura. La libertad demasiado pronto Después de solo siete años de cárcel Nicolás Claux salió en libertad el día en que cumplía 30 años. A partir de entonces se dedicó a cosechar los beneficios de su fama siniestra como “El vampiro de París”. La aprovechó para dar entrevistas y visitar programas de televisión. Finalmente logró devenir en algo así como un artista del espanto. Desde hace tiempo se dedica a la pintura (hace retratos de asesinos malvados y de escenas de crímenes), a escribir sobre esos temas, a editar libros de true crime y a participar de exhibiciones. Celebra su estatus de “vampiro” ya que eso fue lo que le brindó la oportunidad de viajar por toda Europa para vender su arte. En uno de los tantos reportajes estrafalarios que otorgó a medios de poca monta dijo de su yo en versión artística: “Antes del crimen era fanático del arte de Joe Coleman. Tenía un póster suyo que hizo para la película Henry: Retrato de un Asesino, pegado en una pared de mi departamento.(...) También amaba al movimiento japonés EroGuro, manga con fuertes imágenes de tortura y elementos de horror y las pinturas de Rembrandt como Lección de anatomía y de Goya”. Nicolás Claux pasó 7 años en prisión y fue liberado cuando tenía 30 años Si bien Nicolas Claux asegura que no volvería a practicar el canibalismo, no duda en usufructuar de su horrible reputación. En las entrevistas se lo puede ver, más acá en el tiempo, con su cabeza totalmente pelada, barba candado y el cuerpo repleto de tatuajes. Luego de su liberación, durante un tiempo, vivió en Suecia y, más tarde, se instaló en Inglaterra. Finalmente, en septiembre de 2004, se animó a volver a París donde convivió con una novia en un departamento. En algún momento se mudó a Irlanda temporalmente. En el año 2006 una compañía norteamericana anunció un calendario 2007 con sus pinturas macabras. La demanda fue tan inusualmente alta que proyectaron otro calendario para 2008. Nicolás Claux es también fundador de un sitio de internet donde se venden coleccionables de policiales reales de alto voltaje y juguetes para adultos. Esto trascendió cuando en el año 2020 puso a la venta el freezer donde el caníbal convicto de Rotemburgo, Armin Meiwes, guardaba la carne de su víctima. Los límites de la normalidad siempre le resultan a Claux inquietantemente ajustados. En junio de 2021 publicó su libro sobre vampiros: La belleza de la decadencia. También salió la publicación independiente El libro de cocina caníbal y, al año siguiente, la provocadora secuela El libro de cocina caníbal 2: más maneras de invitar a tus amigos y enemigos a cenar. Cuando los promocionó, se animó a comparar el sabor de la carne humana con la del caballo con toques de cerdo. En febrero de 2024 sacó Asesinos Seriales Rusos, junto con Stanislav Danilin, donde retratan la historia de trece de los más sangrientos homicidas de aquel país. Entre tantos otros que publicó está también El Evangelio de la putrefacción que lo firmó con su pseudónimo Nicolás Castelaux y que se vende por Amazon a 58 dólares. En 2024 seguía dando entrevistas cuando se realizó en Londres, Serial Killer Exhibition. A un periodista le dijo sobre su crimen que lo llevó a la cárcel: “... cruzar la línea te hace sentir totalmente desconectado de todo, de los sufrimientos de otra gente (...) En mi caso no era un tema de ira como ocurre con otros asesinos seriales donde hay rabia detrás de las acciones (...) hay algunos de ellos que creen estar limpiando las ciudades de cierto tipos de personas. En mi opinión esos asesinos no van a cambiar porque es el modo en que ven el mundo que es un peligro para ellos (...) lo mismo pasa con los que están motivados por la religión sus creencias (…) de hecho muchos de esos asesinos citan la Biblia y guardan biblias en sus celdas, lo vemos en la exposición. Y no creo que sea una estrategia para parecer mejores sino que creen sinceramente en el mensaje del libro e interpretan lo que para ellos es moralmente justificable”. En 2021 escribió un libro sobre vampiros En febrero de este año salió un libro más: Ed Gein, El hombre que amaba la muerte. Y el 21 de febrero de 2025 la polémica exposición “Asesino en Serie”, que cuenta con su participación, llegó a París, a las Galerías Montparnasse, en el distrito 15. Para realizar su parte en la exhibición Nicolás Claux mantuvo durante mucho tiempo correspondencia con una docena de asesinos en serie norteamericanos. En la muestra él mismo aparece en una foto en blanco y negro entre dos de los peores homicidas: Ted Bundy y Jeffrey Dahmer. En esa muestra exhibe el Minitel que usó para comunicarse con su víctima Thierry y la ropa que llevaba él puesta el día del crimen. Nada menos. La muestra interactiva recibe a sus visitantes con el vehículo Beetle que usó Ted Bundy en sus homicidios y en una de las salas se recrea una escena de Jack El Destripador. Las entradas para adultos capturados por el morbo desmedido cotizan entre 23 y 27 euros. No se sabe si algunas de las piezas diabólicas de los asesinos son en realidad réplicas, pero a la salida de la exhibición, que se recorre en casi tres horas, pueden adquirirse tazas con rostros de homicidas conocidos como el del caníbal Dahmer. El medio Le Figaro publicó el pasado 9 de marzo que en solo dos semanas la muestra había tenido ya 60 mil visitantes. Y sigue sumando porque continúa abierta. Que Nicolás Claux estuviera presente durante los primeros días de la exposición despertó tantas quejas que la empresa italiana Italmostre cedió a pedirle a Claux que se abstuviera de ir. “El Vampiro de París” aceptó retirarse y sostuvo que lo hacía para “respetar la sensibilidad pública”. Agregó, al medio Le Parisien, que entiende que su presencia genera serios dilemas éticos. Locos abundan, asesinos también. Pero que se etiqueten como artistas, eso sí que es algo infrecuente. Las preguntas son inevitables. ¿Refleja esto la total banalización del mal? Un ex convicto y asesino lucrando y simulando arte con trofeos macabros ¿Es lícito? ¿Un homicida que firma libros y fotos a los visitantes es aceptable? ¿En serio es esto algo que la gente puede percibir como arte? ¿O esta especie de “Disneyland” del horror muestra que la mente de los visitantes puede ser tan inquietante como la de los verdaderos homicidas? Volviendo a Claux, nada se supo de sus padres después de aquella confesión allá lejos y hace tiempo. Siguen brillando por su ausencia. Si viven, quizá sientan vergüenza o temor o algo parecido por haber dado al universo a esta criatura. No hay dudas de que Nicolás Claux, hoy con 53 años, es inteligente, se autopercibe artista y está logrando vivir entre los seres humanos de corazón latiente. Lo que no es poco. No sabemos, claro, que guarda en su heladera y olvidar su pasado criminal y sus perversas adicciones podría ser un real peligro. ¿Cómo evolucionará su bizarro cerebro? A ver si un día de estos se despierta aburrido de tantos cuadros y libros, revolea lapicera y pinceles y vuelve a las andadas. Hay que saber y recordar a los muertos para conocer a los vivos.

    Ver noticia original

    También te puede interesar

  • Examedia © 2024

    Desarrollado por