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Concordia » Diario Junio
Fecha: 04/05/2025 22:10
Y fue precisamente en el país que se erigió como potencia dominante —los EE. UU.— donde se produjo la rebelión masiva de los trabajadores, por las injustas exigencias patronales. Fue precisamente en Chicago e Illinois donde los obreros se negaban a que les descontaran de su salario para construir una iglesia, redoblaron la apuesta y exigieron una ley que protegiera el derecho de las ocho horas laborales. Esta protesta se extendió rápidamente, y 200 mil obreros iniciaron una huelga masiva por las “tres ochos horas”: 8 para trabajar, 8 para descansar y 8 horas para vivir como seres humanos. Pero tres días después, lo que fue considerado un insulto por las patronales, las protestas pacíficas terminaron en la masacre de Haymarket, y finalmente en la condena a muerte de los trabajadores que no estaban del lado de los “más fuertes”. Ocho líderes sindicalistas fueron acusados de anarquismo, y cinco de ellos lo pagaron con sus vidas. Justicia americana, que le dicen, y que nos vendieron tanto tiempo. La tragedia fue una de tantas otras y la culminación de años de reivindicaciones laborales y de una persistente demonización por parte de la gran prensa al servicio de los grandes inversores. (Igual que en Argentina). Como ya es costumbre, unas décadas después, un poderoso empresario de los de “arriba” secuestró las viejas reivindicaciones de los de “abajo”. Henry Ford, que era admirador de Hitler (tenía un cuadro de él en su despacho), prohibió todos los sindicatos en sus “micro” repúblicas. El genio racista de Henry había calculado que, si los asalariados del país no tenían tiempo libre para consumir, nadie podía comprar sus productos. Paradójicamente, en recuerdo de las masacres y ejecuciones de Chicago, los primeros de mayo son feriados en casi todo el mundo, MENOS en EE. UU. y, por extensión, en Canadá. Para los fanáticos nacionalistas, creyentes en el “derecho divino” de ser los dueños del mundo, las dos palabras: “internacional” y “trabajadores” suenan como muy peligrosas. La derrota política de la Confederación racista en el siglo XIX, en favor de la abolición de la esclavitud, se desquitó en varios triunfos culturales e ideológicos. Uno de ellos consistió en idealizar a los amos y demonizar a los esclavos. Todos pasaron inadvertidos. Por eso en los EE. UU. se celebra el Memorial Day, en memoria de los caídos en la guerra, y el Veterans Day, en honor a los caídos de las guerras infinitas. En EE. UU. no hubo, no hay ni habrá Día de los Trabajadores. Para tratar de olvidar este inconveniente, el presidente Cleveland oficializó el Labor Day, Día del Trabajo en septiembre, como si hubiese trabajo sin trabajadores, lo cual significa un oculto triunfo de los esclavistas derrotados en la Guerra Civil: los negros, los pobres, los de abajo, no solo son holgazanes, inferiores, y —al decir del presidente Roosevelt— son también “perfectamente idiotas”, sino también peligrosos. Los “amos blancos”, o sea, los de arriba, los sacrificados del champagne, son quienes crean trabajo con sus inversiones. Son quienes, cada tanto, deben ser protegidos por las iglesias, por la justicia y por los militares. Así como en América Latina los militares son los que “corrigen” los errores de la democracia con sus sangrientas dictaduras, persiguiendo sin pausa a los sindicatos rebeldes. Para la vieja tradición esclavista, para los amos de lo que “el viento se llevó”, pero siempre vuelve, los verdaderos responsables del progreso, de la estabilidad, de la paz y de la civilización son los amos de las plantaciones, los empresarios de las industrias. Son las élites del pueblo elegido y representan eso que los sucios y mal hablados esclavos (luego “blancos” asalariados venidos de la pobre Europa), luego el mestizo, el enfermo y corrupto Sur a quienes siempre quieren destruir. Al igual que en Argentina, que se importó el concepto de élite clasista y supremacista de las oligarquías que supimos con “gloria y sangre” conseguir. Por supuesto que no hay poder completo sin poderosos aliados, como la prensa dominante y los cleros complacientes. Lo lamentable es que hoy, en el mundo, no hay nada que festejar en el Día del Trabajador, porque ahora, en el imperio capitalista, son en muchos casos esclavos sin derechos, que pagan caro el mero hecho de reclamar una supervivencia digna.
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