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Buenos Aires » Infobae
Fecha: 04/05/2025 12:59
Cuando él se presentó en la App de citas su mensaje fue desconcertante: "Soy casado", dijo Toda la vida no siempre es toda la vida. Hay amores con fecha de caducidad. No porque escasee el afecto o se diluya la pasión, sino por factores totalmente ajenos. El gran amor de Martina (49) y Marcelo (60) se interrumpió el pasado mes de febrero. Martina con su perro Pipo sobre la falda, el único “bebé” de la pareja, se dispone a contarnos su historia. Un matrimonio que termina “Soy de Rosario, Santa Fe. A los 26 conocí al papá de mi hijo Nacho y estuve con él hasta los 39 años. Fuimos felices y nos divertimos mucho, pero cuando nació Nacho, hoy mi hijo está por cumplir 12 años, la maternidad me cambió la cabeza. Me puso en eje y vi que la relación tenía serias fallas y empecé a desenamorarme. Cuando Nacho estaba por cumplir dos años tomé la decisión de separarme. Fue muy difícil porque me había casado pensando que sería para toda la vida. Quería a mi marido, pero las cosas no eran como tenían que ser. Eso me interpeló como persona, el amor se había desgastado. Apenas lo tuve claro, no pude sostener la relación ni un minuto más. Solté al que era mi marido con todo el amor del mundo y le deseé que encontrara una mujer que lo quisiera mucho y mejor que yo. Se fue un 20 de marzo y siguió comportándose como el mismo buen papá de siempre”, reconoce. Su marido se fue del hogar y volvió a la casa de sus padres; ella se quedó con Nacho. Martina continúa con un toque de humor, “Con casi 40 años y un hijo pensé: bueno, ahora me quedo sola porque soy un producto invendible en la góndola”. Cuatro letras que cambiaron su futuro En esos meses de nueva soledad Martina recordó a un ex novio de su juventud, llamado Jorge, al que había dejado por mujeriego. Pensó que si Jorge no había cambiado, seguro que tendría una cuenta en un sitio web de citas llamado Badoo. Se dispuso a buscarlo y escribió en esa red: Si naciste en el 68 Si sos de libra Si viste nevar en el 73 Si te gusta el fútbol y leer Un puente hacia el infinito de Richard Bach Te estoy buscando. Martina dispuso las cartas con ingenio para encontrar a Jorge y él apareció. Resultó que seguía siendo quien había sido. No había cambiado en absoluto. Fue en ese camino por la web que apareció otra persona: Marcelo. “Muchos hombres me mandaban mensajes. Era tal la cantidad que me agobié y cerré la notebook por unos días. Cuando la volví a abrir y entré en mi cuenta me reí mucho. Mi vida era un verdadero desastre, pero los tipos en la web me escribían cosas como si yo fuese la más linda y la mejor del planeta (Martina se ríe a carcajadas) ¡Todos se adjudicaban lo que yo preguntaba y decían por ejemplo: ¡Sí, yo nací en el 68, no vi nevar, pero sí me gusta el fútbol… Todo era un disparate y una risa total!”. Martina y Marcelo, una relación que creció en Rosario En medio de esa catarata de posibles candidatos hubo alguien que, el 18 de mayo de 2014 a las 16:34, escribió un escueto: "Hola. Cuatro letras". Exactamente dos horas más tarde, Martina vio el mensaje y, luego de escudriñar la foto de su perfil en color sepia, le respondió con las mismas cuatro letras dispuestas en el mismo orden. Fue el único mensaje que respondió. No lo sabían, pero era el inicio de la charla más importante de sus vidas. “Todo fue muy de a poco. Fueron pasando días y días. Empezamos a filosofar sobre la vida y las relaciones. Me resultaba interesante, inteligente y, sobre todo, muy agradable. En un momento me di cuenta de que me gustaba, pero no le había visto la cara más que en esa foto sepia y antigua, no sabía nada de él, nada personal. Así que le pregunté directamente: ¿Estado civil? La respuesta me dejó helada: Casado con tres hijos. ¡Uy!, me dije en ese mismo instante, de acá tengo que rajar ya. No hablaría más con él porque nunca había querido meterme con un señor casado ni entrar en relaciones tortuosas. Pensé: ¡qué enfermo este tipo, capaz que está chateando conmigo con su mujer al lado! Él percibió lo que yo sentía y que la cosa quedaba ahí y me respondió que hacía tiempo que dormían en cuartos separados, que cada uno hacía su vida. Eran las dos de la mañana y estábamos chateando, así que era posible. Le advertí que yo no buscaba un amante. Terminé por creerle porque tenía una amiga que atravesaba una situación similar. Él quería conocerme, pero yo no quería todavía darle mi celular. En ese tiempo los dos trabajábamos mucho y él tenía un puesto importante. Con tanta charla linda le admití que era como estar leyendo un libro que me gustaba mucho y que no quería que ese libro que era él se me terminara. A Marcelo lo conocí de adentro para afuera. Al revés de lo habitual. Marcelo era todo corazón, ¡un corazón con patas! Se emocionaba con las mismas cosas que yo, sentíamos una conexión total sin habernos visto ni siquiera por la pantalla. Para mí él seguía siendo esa foto sepia de su perfil de la web y estaba bien así”. Frente a frente: “No me gusta” El 29 de junio de 2014 se vieron cara a cara por primera vez después de vencer las resistencias de Martina. Fue en un bar rosarino que ya no existe llamado El Born. Marcelo llegó tarde, venía de una reunión importante. “Yo ya estaba con mala cara por su tardanza. Cuando lo vi venir, no me gustó nada. Tenía 49 años, pero se lo veía avejentado, parecía muchísimo más. Fue un shock. Yo tenía 39. Enseguida le confesé que no había química. Le dije con sinceridad: Podemos ser amigos, pero no va a pasar nada entre nosotros. Esa noche charlamos mucho y, en algún momento, intentó tomarme de la mano, pero yo se la saqué. Después fuimos a otro bar y, más tarde, me llevó en su auto hasta mi casa. Ahí de nuevo hizo el movimiento para agarrarme la mano. Curiosamente, lo dejé y ¡sentí algo tan maravilloso!”. La química visual no había funcionado, pero la táctil sí. Vivieron juntos y luego se establecieron cada uno en su casa “Enseguida me bajé del auto. Al día siguiente le conté a una amiga cómo me había ido, que no me había gustado, pero que había sentido algo intenso, muy raro, cuando me dio la mano. Ella me aconsejó: Dale otra oportunidad. Volvé a verlo. Y no se equivocó”, recuerda Martina emocionada. De sexo ni hablar Martina le hizo caso a su amiga y tres días después salió a cenar con Marcelo: “Esta vez ya fue diferente, no sentí rechazo y nos dimos el primer beso. Me gustó. Tuvimos dos o tres encuentros más del mismo estilo tranquilo y después se fue unos días a Salta. Cuando volvió, sabiendo que yo amo el barrio porteño de San Telmo, me propuso ir juntos a Buenos Aires. Llegamos y, apenas traspasamos la puerta de la habitación del hotel, me desesperé. Me pregunté qué hacía ahí con un sujeto casi desconocido. No pude avanzar. No pasó nada porque no quise. Me fui a caminar sola. Al día siguiente nos volvimos. Supongo que él tenía expectativas sexuales, pero se la bancó. Seguimos viéndonos, yendo a almorzar o a tomar algo, pero de sexo nada. Yo no quería. Así fue hasta el 15 de septiembre. Ese día dimos un paso más y fuimos a un hotel. La primera vez resultó maravillosa. Y las siguientes veces fue mejor en cada ocasión. Teníamos una conexión única. Para el resto de la gente Marcelo era un ser pensante, metódico, pragmático. Conmigo era distinto. Él me decía que yo le había desnudado el alma como si fuese un caramelo. Me mostró su lado romántico, sensible, vulnerable. Me enamoré perdidamente. Él se había enamorado de mí antes que yo”. En diciembre mientras comían en una parrilla Marcelo le anticipó a Martina que había tomado una decisión irrevocable: cuando volviera de sus próximas vacaciones en Punta del Este con su familia, por el mes de marzo o abril, se iba a divorciar. Y empezaría una nueva etapa para ellos. Un amor como el tango: con muchas idas y vueltas Martina cuenta que ella fue muy clara en esa oportunidad: le pidió que si iba a tomar semejante decisión lo hiciera por él, no por ella. “Yo no quería que se separara por mí. Él tenía que resolver sus cosas por él mismo. Se fue de vacaciones con su familia y, cuando volvió, creo que ya era abril de 2015, me llamó desde el vestidor de su casa. Su mujer escuchó la llamada y se armó el gran desastre. Marcelo le reconoció que estaba enamorado de una separada con un hijo de dos años. Ella lo echó y él cayó en mi casa por cuatro días. ¡Nunca había entrado a casa hasta ese momento! Empecé a convivir con alguien en esa extraña circunstancia y nada fue simple. En octubre su hija cumplía 15 años y él le había prometido llevarla a Europa en familia. Al final, la cuestión familiar pudo más y se fueron todos juntos. Marcelo iba y venía con su indecisión, con psicólogo de por medio. ¡Sufrieron todos! Nuestra relación era como un tango, ir y volver todo el tiempo. Hasta el 10 de julio de 2016 cuando él terminó de soltar la situación en la que estaba gracias a muchas horas de terapia. Ahí nos quedamos solos”. Creyeron que venía, por fin, la etapa feliz y a toda orquesta. Pero no. Al principio, nada de sexo “Ocurrió que empezaron nuestras sombras… Estábamos dos días bien y dos mal. Yo tenía cosas que sanar en mi forma de ser. Sufríamos los dos”, reconoce Martina. Recién comenzaron a vivir juntos a fines de 2018 y a pesar de que buscaban un sitio grande para poder convivir con sus hijos, terminaron quedándose en la casa de ella. “La convivencia no funcionó. Los dos teníamos caracteres fuertes. Encima después nos tocó la pandemia. Fue difícil. Marcelo no se sentía en su casa y yo no sentía que me había ido a vivir con alguien porque seguía en la mía. En fin, un lío. No anduvo”, relata. “En agosto de 2020 Marcelo quiso dar un paso atrás. Seguir como pareja porque había muchísimo amor, pero vivir separados. Se alquiló un departamento cerca. Necesitábamos espacio. Sus hijos son maravillosos, ese fue un buen trabajo que hicieron ellos como padres, y yo por suerte logré con el tiempo tener una buena relación con ellos. Cuando él dio ese paso atrás justo ya todo funcionaba perfecto, pero éramos nosotros los que no nos podíamos llevar bien de manera constante. Peleábamos todo el tiempo aunque nos amábamos con locura. Todo era motivo de discusión. Chocábamos. Así estuvimos hasta julio de 2021. Harta de las idas y vueltas, de discutir, pelear y de pasar días sin hablarle hasta que se me pasara el enojo, me separé. Lo amaba, pero no teníamos un equilibrio. Eran besos o peleas”. Al mes de la separación Martina ya lo extrañaba con desesperación. Pasar las fiestas sin Marcelo “fue un momento horrible”, admite. “En total estuvimos un año sin vernos y yo hablaba del tema cada semana con mi psicólogo”. La revancha del amor Sigue relatando Martina: “Después de las fiestas un día le mandé un mensaje pidiéndole disculpas por cómo me había comportado con él. Él me agradeció el audio. Yo hice constelaciones, diferentes métodos de sanación y empecé a sentirme mejor y me reconecté con la música. Terminé mi terapia en febrero y ¿Sabés qué? Al tiempo, en abril, sin que lo supiéramos, Marcelo empezó sesiones con el mismo terapeuta”. Volvieron a reencontrarse recién el 1 de julio de 2022. Estaban nerviosos y venían de mucho trabajo personal. “Le conté que había sufrido horrores, que lo amaba. Él me dijo que también. Le conté que no había vuelto a hacer el amor con nadie después de él; Marcelo me confesó lo mismo. A partir de allí comenzó nuestra tercera etapa. La más linda, la más maravillosa. La que estoy agradecida de haber tenido la oportunidad de vivir. Nos había llevado mucho tiempo y mucha terapia construir una relación así de bella. Esta vez nos cuidábamos, nos amábamos y las fricciones las tratábamos de otra manera. No rompíamos el diálogo, nos uníamos. Decidimos estar en pareja, pero cada uno en su casa: él vivía a dos cuadras. Estábamos juntos todo el tiempo. Cocinábamos, dormíamos, salíamos, pero no convivíamos. Podríamos haber probado la convivencia, pero no queríamos tocar la fórmula porque funcionaba perfecto. Gracias a Dios la vida nos dio esa revancha”. Martina y Marcelo hablaban de todo y tocaban cualquier tema. Cuando conversaban sobre la muerte o el futuro lejano, Marcelo muchas veces dijo lo mismo: no la iba a poder acompañar para siempre. “No sé por qué lo decía, pero lo hacía. Decía que se iba a ir antes. En enero de este año salió una nota en Infobae sobre inteligencia artificial y la longevidad, decía algo así como que si sobrevivías los próximos diez años seguro que tendrías una larga vida por los cambios que sobrevendrían. Se la leí y, al principio, no dijo nada. Al rato expresó: Pola, así me decía él, yo no llego a diez años. Te cuento algo. A él le gustaba juntar los corchos de los vinos que tomábamos y le compré una corchera para que los guardara, pero entonces empezó a guardar también los capuchones del vino. Le pregunté preocupada ¿Dónde íbamos a poner tanta cosa? Él comenzó a armar una vara con los capuchones y me dijo: Me voy a ir y te va a quedar la varita. Siempre creí que decía esas cosas porque su padre había muerto a los 60 años por un aneurisma y él pensaba que podría pasarle algo parecido”. Verano del ‘25 Llegó el 2025 y Martina y Marcelo decidieron alquilar una casa en un country en las afueras de Rosario para pasar juntos, en familia, unos días de enero. Marcelo con Martina y el hijo de ella, Nacho “¡Vinieron todos! Les hizo asados a sus hijos y luego volvimos a Rosario. En febrero me fui a Carlos Paz, Córdoba, a pasar unos días con una amiga que tiene un hijo de la edad del mío. Él iba a venir después a quedarse conmigo para pasar juntos el Día de los Enamorados. Mientras yo estaba en Carlos Paz, Marcelo fue a visitar a un amigo suyo a Yacanto, también en Córdoba. Para no molestar a su amigo optó por alquilar una cabaña a doscientos metros de él. El domingo 9 de febrero a las siete de la tarde Marcelo arribó a Yacanto. El lunes pasó todo el día con su amigo y a la noche, después de comer con él, cuando bajaba caminando hacia su cabaña me llamó por celular. Era la una y media del martes 11 de febrero e íbamos charlando de lo que habían hecho, de los signos y de los ascendentes y, en un momento, la llamada se cortó. Se había quedado sin señal. Esa fue la última vez que escuché su voz. Me fui a dormir. A la mañana siguiente no me saludó como siempre ni me mandó ningún mensaje. Me resultó rarísimo, pero pensé que seguía sin señal en esa zona de montaña”. Lo que pasó esa mañana lo reconstruyeron después de la tragedia. Marcelo se levantó, se hizo un café. Encendió el termotanque y luego fue al baño. Un poco más tarde volvió a la cocina por un segundo café. Fue entonces que estalló todo y Marcelo terminó con el 95 por ciento de su cuerpo quemado. La corchera que Martina le regaló a Marcelo Lo asistieron rápido y él llegó a contar algo de lo que había ocurrido. Enseguida llegó emergencias, vino el coma inducido y el traslado al Instituto del Quemado de la ciudad de Córdoba. Al rato le sonó el teléfono a Martina. Era la hija mayor de Marcelo. Algo serio pasaba: “Pensé en la montaña, en un pico de presión o algo así. Pero ella me dijo que no, que había habido una explosión y que su padre estaba quemado, que lo estaban trasladando al Instituto del Quemado. Me volví loca. Dejé a Nacho con mi amiga, paré un taxi y me fui como estaba para Córdoba. Llegué antes que la ambulancia que lo llevaba. Lo esperé en el estacionamiento”, Martina llora. “Lo vi ya sedado. Pero me tranquilizó que su cara era su cara, aunque tenía el pelo y las cejas quemadas. Me ilusioné durante quince minutos, hasta que salió la doctora y me explicó que tenía más del 95 por ciento del cuerpo quemado y que esas quemaduras eran incompatibles con la vida”. Fin de la ilusión. El adiós y las coincidencias Los dos días siguientes en terapia intensiva Martina le dijo a Marcelo, al oído, todo lo que necesitaba decirle para despedirlo. “Le agradecí lo feliz que me había hecho, que se hubiera jugado por mí. Le dije mil veces gracias por los últimos tres maravillosos años. Le pedí que esperara hasta que llegaran sus hijos. Entraba y le cantaba una canción de Rodrigo. Le hablaba y me despedía de todas las maneras posibles. También le escribía por WhatsApp. Al segundo día de internación nos dijeron que era cuestión de horas. Saber que se me iba el amor de mi vida, era muy loco y angustiante. A las cuatro y media de la tarde salí un rato a tomar aire y decidí escribirle en nuestro WhatsApp algo liberador, para que no sufriera más. Cinco minutos después me llamaron para decirme que había fallecido”, relata entre lágrimas. El horario exacto de la muerte en la ficha médica de Marcelo, quien tenía 60 años, dice 16:30. Es el exacto horario del mensaje que le escribió Martina ese 13 de febrero de 2025 donde le puso textual: “Mamorr te estás yendo de este plano. Pero siempre vas a estar donde yo esté. Me hiciste una mujer muy feliz, nos amamos profundamente y pateamos juntos muchos tableros. Gracias por hacerme feliz, y acompañarme desde donde estés, no le tengo miedo a los espíritus”. El último WhatsApp de Martina a Marcelo No habría ningún Día de los Enamorados para ellos. Martina asegura: “Marcelo merece cada lágrima que se me cae. Le pido todos los días que me visite en sueños así puedo seguir agarrando su mano por un rato y besarlo. Sé que tengo la fuerza para salir adelante. Seguramente me la envíe él y también la poseo por mi hijo Nacho. Tengo la certeza de que Marcelo fue y será el gran amor de mi vida porque, como dice una frase del libro Un puente hacia el infinito, las verdaderas historias de amor nunca tienen un final”. Martina cierra nuestra larga charla en positivo: “A pesar de todo lo que pasó estoy agradecida de la posibilidad de habernos podido amarnos bien, de una forma sana, en los últimos años. Estuve con él once años y los últimos tres fueron los más maravillosos de mi vida. Acepto el destino. No tengo rencor por lo sucedido. Contra nada. Ni con Dios, ni con lo que pasó, ni con la vida. Marcelo murió siendo amado y feliz. Solo experimento este dolor que me ahoga por su ausencia”. Martina batalla contra esa ausencia durmiendo del lado de Marcelo en la cama que compartieron y abrazada a su almohada porque “todavía conserva su olor”. El hola de aquel primer chat y el adiós para siempre, en la variable tiempo de esta historia de amor, estuvieron demasiado cerca. *Escribinos y contanos tu historia. amoresreales@infobae.com * Amores Reales es una serie de historias verdaderas, contadas por sus protagonistas. En algunas de ellas, los nombres de los protagonistas serán cambiados para proteger su identidad y las fotos, ilustrativas
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