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» El litoral Corrientes
Fecha: 04/05/2025 02:45
n Conferenciaban en Rosario el gobernador de Santa Fe Estanislao López y el Gobernador de Buenos Aires Juan Manuel de Rosas, en cuya charla el santafesino le expuso sus anhelos en el sentido de dictar una Constitución que rija el país y el propósito de nacionalizar las rentas de aduanas. Rosas no estuvo de acuerdo y finalmente ambos coincidieron en que el país aún no estaba preparado para la consolidación de esos objetivos superiores. Es notorio que ambos caudillos -señala el general Paz en sus memorias- se separaron fríamente, pues López se sorprendió de que Rosas no quisiese de ningún modo organizar el país, y Rosas se empeñó en mantener, para conveniencia de todos los caudillos y suya propia, ese caos político e institucional. Paz, preso por entonces en la cárcel del Cabildo de Santa Fe, atribuye a ese desacuerdo la salvación de su vida. López no lo entregó a Rosas y lo mantuvo bajo su custodia, por si podía serle útil en una guerra contra el gobernador porteño. Los caudillos se desconfiaban como fieras. Los más patriotas, como el mismo López y Quiroga, deseaban organizar el país, seguros que, con sus valimientos e influencias, volverían a ser gobernadores o quizás presidentes de la República. Los caudillos menores temblaban ante la posibilidad de una organización que habría de terminar sus mandatos. Rosas tampoco lo admitía, pues su gobierno de sistema de despotismo habrían terminado. En esta interpretación histórica política de aquellos momentos coinciden Paz, Iriarte y los mejores comentaristas del tiempo. El gobernador Estanislao López, visto por Paz, se nos presenta muy primitivo, como la mayoría de los caudillos de aquel entonces, pero con carácter muy diferente al de Rosas y con unas esperanzas patrióticas, de organización nacional, que el caudillo de Buenos Aires no admitía por ningún concepto. Agrega Paz en sus memorias, que Estanislao López era “un gaucho en toda la extensión de la palabra. Taimado, silencioso, suspicaz, penetrante, indolente, y desconfiado; no se mostró cruel; no se complacía en derramar sangre, pero la veía correr sin conmoverse; no excitaba desenfrenadamente la plebe, pero tampoco reprimía los desórdenes; tenía un modo particular de obrar cuando se proponía corregirlos”. Cierta vez que el general Paz le propuso algunas mejoras en la provincia, López le contestó: “No me hable usted de mejoras. La muerte de Facundo Quiroga produjo una alegría en Santa Fe. Paz sospecha que Estanislao López sabía con anticipación que iba a producirse aquella muerte. Fusilamientos - Esta es una nueva lucha de caudillo a caudillo, sorda, lenta, de mañas y de celadas. Ella debía más tarde dar sus resultados. Rosas: La obra reaccionaria que santificaba las atrocidades no pedía quedar sin un festín digno de la causa. Rosas no quería ser menos que sus rivales Facundo Quiroga y Estanislao López. Rosas necesitaba responder a la gloria que le disputaban sus compañeros. Fijó para el efecto su atención en las víctimas que debía inmolar. López se negó a entregarle al general Paz (preso en la cárcel de Santa Fe), que Rosas le pedía; pero convino en entregarle un número de los otros unitarios encarcelados. Estos fueron puestos en una embarcación que llegó a San Nicolás de los Arroyos, el 15 de octubre de 1831. Al día siguiente, desembarcaron y fueron conducidos a inmediaciones de lo que se llamaba el cuartel. El coronel Ravelo mandaba aquí. (Ravelo o Ravello, acompañó a Juan Lavalle en su revolución contra el gobernador Dorrego y combatió en la batalla de Navarro. Algunos meses después se pasó al ejército de Rosas, a quien acompañó el resto de su vida. En 1830 fue nombrado edecán del gobernador Rosas, y poco después comandante militar de San Nicolás, donde se encuentra con 32 años). Ravello comenzó a llamar a los presos por sus nombres, eran 27 oficiales que habían pertenecido al ejército del general Paz. Estos eran: Coronel Luis Videla, gobernador de San Luís; Benito Villaroel, Agustín Durán, Teniente coronel Luis Carbonell, entre otros, y un niño de 14 años, hijo del comandante Montenegro a quien la madre lo envió para auxiliar a éste y al cual recién en el camino se les había incorporado. El coronel Ravelo les leyó la sentencia de muerte por la que debían ser fusilados a las dos horas. Estaba fechada en Rosario, ordenada y firmada por Rosas. “El gobernador de San Luis manifestó la ninguna razón que había para condenarlo, pues ni prisionero de guerra eran mostrando a más el salvoconducto que el gobernador Estanislao López, quien los apresó, le había firmado, para que pudiera regresar a la provincia de que había sido gobernador hasta el 2 de abril de este año 1831.” “Los demás protestaron igualmente contra aquel atentado. Los presos llamaron al vecino don Carlos Branizan, y le dijeron que no diera pases en favor de ellos, porque el asesinato lo consumarían a pesar de todo; pero que asesinaran a los hombres, más no a los niños; que el hijo de Montenegro los había alcanzado en el camino, mandado por su madre para asistir al padre que venía enfermo, y que había resistido a volverse a pesar de las instancias que se le habían hecho. Branizan salió y en unión de otros señores, hizo presente al coronel Ravelo lo que sucedía acerca de aquel niño, a lo que solo contestó, mostrando la orden de Rosas, que además de las instrucciones muy circunstanciales sobre los pormenores de la ejecución contenía estas palabras: “Los ejecutará usted a las dos horas de leérselas, y no se admite ninguna petición ni súplica del pueblo, ni otra contestación, que el aviso de haber cumplido con ella; bajo pena de ser usted sacrificado con igual precipitación”. “A las cuatro de la tarde se sintieron cajas y músicas. Salieron a las puertas y a las calles todos los vecinos que se habían retirado a sus casas sin ninguna sospecha. En ese momento marchaban al patíbulo, asistidos por dos sacerdotes, los nueve jefes y el niño Montenegro. Este llevaba dos heridas en el pecho que se había inferido con un clavo que había encontrado, exclamando “que antes que sus verdugos le quitaran la vida, quería arrancársela por sus propias manos”. El coronel Ravelo a caballo mandaba un pequeño escuadrón de tropa. Se hizo leer una orden de Rosas que contenía estas solas palabras: “Pena de la vida al que nombre a cualquiera de los reos”. Ante la protesta de muchos vecinos que expresaban la injusticia que se estaba cometiendo, el coronel jefe del pelotón ordenó el redoble de tambores y fueron fusilados por dos descargas seguidas de un fuego graneado. De este modo, ejercía Rosas el poder extraordinario según su ciencia y conciencia. Los pactos eran pisoteados y violadas las leyes civiles naturales. Se proponía en esas ejecuciones aterrar para que sus adversarios supiesen lo que les esperaba si no se mostraban sumisos. Sin otro móvil que ese, sacó de la cárcel a 19 presos que estaban enjuiciados por delitos comunes y los hizo fusilar en San José de Flores. Las facultades extraordinarias a discreción, le facilitaban ese poder. (Manuel Bilbao). Situación de la Argentina en 1840 - La Argentina llevaba ya más de dos décadas sin un gobierno centralizado y sin una Constitución. El gobernador porteño Juan Manuel de Rosas, producto de sus “diabluras que son muy conocidas”, había sido legítimamente electo en su provincia y las demás le delegaron el manejo de las relaciones exteriores y la paz y guerra. Rosas logró poner de gobernadores en diversas provincias a varios de sus aliados, como la de Córdoba, donde gobernaba Manuel López, alias "Quebracho", y San Juan, donde lo hacía Nazario Benavidez. En su propia provincia, Rosas gobernaba con la "suma del poder público", es decir, con absoluta discrecionalidad y sin obligación de dar cuenta de sus actos a nadie.
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