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» Diario Opinion
Fecha: 03/05/2025 01:51
"El "caradura" que los incomoda: Werning volvió y los que fundieron el municipio entraron en pánico" El intendente Gildista de Los Chiriguanos, Antonio Caldera, volvió a quedar en el centro de la polémica, esta vez por protagonizar un papelón político que desnuda las internas más oscuras del oficialismo formoseño. En un audio viralizado por Radio Parque, Caldera le advierte al ex intendente de Laguna Yema, "Popo" Corbalán, sobre la sorpresiva reaparición del actual jefe comunal de Yema, Nilton Werning, en un acto oficialista en Clorinda, y lo tilda de "caradura" por sumarse a las filas del mismo espacio que durante su primer año de gestión lo combatió sin tregua. La furiosa reacción de Caldera, lejos de mostrar fortaleza, exhibe la debilidad de un modelo agotado "Popo, mirá mi estado lo que le puse, que es un caradura, que no tiene colores de bandería política, capturalo, ponelo en tu estado y compartilo", se lo escucha decir a Caldera en tono de advertencia, como si se tratara de una amenaza velada, típica de los dirigentes acostumbrados a controlar los hilos del poder desde las sombras. La frase no solo deja al descubierto la actitud mezquina del intendente chiriguanense, sino también el profundo temor que genera en los sectores más vetustos del oficialismo la irrupción de una figura como Werning, que con hechos concretos desafió décadas de desidia y clientelismo. En apenas un año de gestión, Werning se vio obligado a gobernar un municipio saqueado, sin recursos, y con todo el Concejo Deliberante en su contra. La reacción mezquina de los jefes del clientelismo ante la gestión que rompió el molde A pesar de esa herencia devastadora, logró cambiarle radicalmente la cara a Laguna Yema. Inauguraciones históricas, mejoras estructurales y una reactivación institucional sin precedentes lo convirtieron en el símbolo de que sí se puede gobernar distinto, incluso dentro del mismo oficialismo. Su sola presencia incomoda a los eternos operadores políticos como Caldera y Corbalán, que durante años usufructuaron el aparato estatal como herramienta de poder personal. La furiosa reacción de Caldera, lejos de mostrar fortaleza, exhibe la debilidad de un modelo agotado, que ya no puede sostenerse con relato, amenazas, miedo o lealtades impuestas por conveniencia. La sorpresiva incorporación de Werning a las filas oficialistas —lejos de ser un simple acto de oportunismo político, como intentan instalar los viejos caudillos— enciende las alarmas, del caudillismo inoperante a puestas al sabotaje, antes de admitir: que la gestión con resultados se impone sobre la obediencia ciega al poder. La pregunta que flota en el aire es clara: ¿tanto miedo les da un intendente que simplemente hace lo que debería hacer cualquier funcionario público—trabajar y transformar?
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