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Federal » El Federaense
Fecha: 02/05/2025 20:22
En el actual contexto político de Argentina, el discurso del presidente se ha vuelto un tema de creciente preocupación. La combinación de insultos y descalificaciones ha permeado en la sociedad hasta convertirse en una práctica común, donde términos derogativos como soretes, coimeros, o basura se utilizan sin el menor reparo. Esto plantea la pregunta: ¿es solo una manifestación de locura o forma parte de un plan más amplio destinado a desviar la atención de la crisis económica que afecta a millones? Argentina atraviesa una de sus etapas más difíciles. Con un modelo económico centrado en el libre mercado y la apertura de importaciones, más del 70% de la población queda relegada a la pobreza, lo que provoca una frustración colectiva. Pero los efectos nocivos no son solo económicos, sino que también se evidencian en el daño institucional, donde la normalización de la violencia se ha vuelto un método aceptable en el proceso democrático. Un discurso de extremismo y agresiones El presidente ha entrado en escena con un discurso anticasta que no ha dudado en utilizar el insulto como herramienta principal. Desde insultar a políticos opositores y nacionales, hasta ataques a figuras públicas como el Papa Francisco, el nivel de agresión ha alcanzado niveles alarmantes. Un manejo de la información y la oposición Con un blindaje mediático que lo protege, la estrategia del presidente ha sido atacar a periodistas y medios de comunicación. La creación de un ejército de troles que difunden insultos en redes sociales es parte de su aparato de propaganda, que busca desacreditar a quien se atreva a objetar su gestión. Este ambiente de opresión debe ser visto con preocupación, ya que plantea un clima de censura que puede tener repercusiones profundas en la sociedad. Las instituciones como FOPEA y ADEPA se enfrentan a este ataque, y la falta de respuesta por parte de diversos sectores políticos resalta la complicidad o la impotencia ante la escalada de violencia. Un legado histórico de violencia La historia de Argentina está marcada por episodios donde la violencia fue empleado como una herramienta política. Desde el asesinato de Manuel Dorrego hasta las persecuciones de líderes como Eva Perón y Raúl Alfonsín, la derecha ha utilizado tácticas brutales para mantener el control. Hoy, el peligro radica en la repetición de estos patrones maltusianos, donde se persigue a quienes tienen opiniones diferentes, ya sean peronistas, radicales o periodistas. La advertencia del Papa Francisco sobre los peligros de seguir a líderes sin historia resuena más que nunca. La historia nos enseña que cuando el discurso de odio se normaliza, las consecuencias pueden ser devastadoras. Es vital que la ciudadanía esté alerta y resista esta normalización, y tome conciencia del daño que esto puede causar no solo en el ámbito político, sino en el tejido mismo de nuestra sociedad.
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