Contacto

×
  • +54 343 4178845

  • bcuadra@examedia.com.ar

  • Entre Ríos, Argentina

  • Una mirada desde la alcantarilla. No hay relato más salvaje

    Parana » Ahora

    Fecha: 02/05/2025 14:38

    Sobre mentruación, hormonas, puerperio, partos, abortos Si hemos escuchado como es el sonido del viento y de lo que hace contra los árboles, si hemos mirado con detenimiento cómo la madera cede, cómo deja que le caigan las partes frágiles, si al pasar la tormenta volvimos sobre el mismo escenario, creo que podemos entender lo que pasa en el cuerpo de una mujer atropellada por embarazos, por pérdidas, la mujer abierta para darle lugar a los nacimientos, la herida inconclusa y la recuperación con plazo de tres meses. Desastre natural. Relato salvaje. Nunca siento encontrar las palabras ni la literatura que profundice lo suficiente en la escena más conocida por todos. Hemos nacido y asumido que así se adquiere la vida. No sabemos cuántos tipos de deseos, de temores, de dolencias, de aflicciones, de comparaciones, de imágenes y metáforas acarrea en la psiquis del cuerpo que funda un cuerpo o dos o muchos más. Pienso esto mientras converso con otras mujeres sobre análisis hormonales, los cambios de ánimo durante los periodos, las historias de ellas con médicos, los poemas de Sharon Olds que impactan directamente en la mirada sobre: abortos espontáneos, coágulos, menstruación, el deseo después del parto, la necesidad del amor de otro para reconocer nuestra herida como un rasgo perenne. Gracias a leer algunas han contado cómo refriegan las sábanas después del segundo día de sangrado, cuántas cucharas de bicarbonato de sodio, cuánto limón y sal. Recetas de alivio intercambiadas como dólar blue. Muestras de un mapa que enraíza lo no dicho con sus secretos: teníamos que tener ungüentos, que salir a buscar hierbas para la tisana, que agacharnos contra la piedra más caliente al borde del arroyo para presionar el dolor y pasarlo al suelo. Teníamos que ponerles más palabras suaves cuánto costaba ser mujer y hablarlo en murmullo, aceptar unas flores del padre cuando te venía por primera vez y decir gracias sin mirar a la cara, teníamos que escondernos en los baños con una amiga que nos cuidara la puerta, una compañera que nos prestara la campera para atarla a la cintura y esconder la mancha. Siempre estábamos manchadas, si nos venía o si habíamos tenido sexo. O bien estábamos selladas con un himen como si se tratara de un sobre lacrado, ojo con quién lo abriera, a quién le entregabas su debut, nunca el tuyo. Te estrenaban. Nadie nos invitó a decir es muy caro el estudio para saber qué hormona debo regular, la obra social no funciona, mi carácter en estos días está supeditado a la cascada que siento que me arrasa entre los huesos de la pelvis, el llanto es la manifestación de los años silenciando que había que simular que era lo normal, lo natural, lo que te toca así que shh. ¿Por qué no hay todavía días femeninos en los trabajos? ¿Si les viniera a los hombres trabajarían esos días? ¿Cuántas personas hubiesen muerto arrolladas en la calle por el apuro de no llegar a cambiarse y no ensuciar el asiento del auto? Hagamos, pienso, el relato más salvaje, el que comprenda en su rabia el sofoco de la menopausia, el que agujeree los omóplatos con el cuento del destete, el que interrumpa el sueño de los señores con el hambre de las mujeres que succionan igual que sus hijos los clavos oxidados, que no pudieron decir mi puerperio no me arruinó, lo que me asustó así fue que no estuviese contemplado. No había que decir que era dolor, había que decir entrega, milagro, misterio. Pero en las cosas escondidas, otras se pudren.

    Ver noticia original

    También te puede interesar

    Examedia © 2024

    Desarrollado por