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Gualeguaychu » FM Maxima
Fecha: 01/05/2025 03:04
El 1º de mayo de 1921 no fue un día de celebración en Gualeguaychú. Fue una jornada de sangre, pólvora y muerte. Mientras los obreros conmemoraban su día en un acto en la Plaza Independencia —hoy Plaza San Martín—, una patota conformada por policías, patrones armados y paisanos alcoholizados atacó sin piedad. El saldo fue devastador: 17 personas asesinadas, entre ellas un niño de cuatro años y una adolescente de quince. Hoy, a 104 años de aquella masacre silenciada, un documental dirigido por el entrerriano Santiago Fiorotto recupera la memoria de los mártires obreros. La película, titulada Bandera Roja, reconstruye los hechos a través del testimonio de Ateo Alcides Jordán, hijo de uno de los sobrevivientes y protagonista indirecto de la historia. "Acá ocurrieron hechos terribles, donde los obreros que, por supuesto eran socialistas, anarquistas y comunistas, llevaban como emblema la bandera roja", relataba Jordán en el documental. Su padre, Ángel Jordán, era parte de la Federación Obrera Departamental de Gualeguaychú, organizadora del acto obrero que se convirtió en una emboscada mortal. El 1º de mayo de 1921, Gualeguaychú fue escenario de dos actos. Por un lado, el de los trabajadores, en la plaza. Por el otro, la Liga Patriótica, una organización ultraconservadora con vínculos con la oligarquía y el poder policial, concentrada en el Hipódromo. Aquel día, la tensión ya era palpable: dos meses antes, un mitin obrero en Villaguay había terminado en una batalla campal. La violencia llegó a su punto máximo cuando los trabajadores, que marchaban con una gran bandera roja portada por Ángel Silva y Celedonio Iglesias, fueron interceptados. “Déme ese sucio trapo rojo”, exigió un jerarca policial. Al negarse los obreros a entregar su estandarte, comenzó el tiroteo. Las primeras balas provinieron desde el campanario de la Iglesia San José, donde se habían apostado francotiradores de la Liga Patriótica. Silva recibió un disparo en la cabeza. Iglesias, dos en el abdomen. Fueron los primeros caídos, pero no los últimos. La represión no distinguió edad ni género: Adela de la Cruz, de 15 años, y Pedro Hernández, de apenas 4, también fueron asesinados. Justo Moreira, otro obrero, recibió un machetazo en la cabeza. Las armas de fuego se combinaron con machetes y cuchillos blandidos por las bandas que respondían a los sectores del poder económico. Según relataba Ateo Jordán en su libro Cien años de historia en la lucha obrera, la noche anterior a la masacre, los paisanos convocados por los patrones recorrían la ciudad a caballo, ebrios y armados, sembrando el terror. No era casual: habían sido reunidos con comida, vino y discursos incendiarios. Ocho vaquillas y 1.600 litros de vino sellaron la convocatoria represiva. “Unos rusos quieren cambiar la bandera por un sucio trapo rojo”, arengó Eufemio Muñoz antes de repartir fusiles. La represión fue planificada. No fue un accidente ni un exceso. Fue un mensaje. Y durante décadas, fue también una historia silenciada. En Entre Ríos Secreta, otro de los libros que rescata la memoria popular, se relata que el mismo Ángel Jordán tomó la bandera de los brazos de sus compañeros caídos. Esa bandera, con olor a pólvora, manchas de sangre y humedad". La película Bandera Roja fue parte de una tesis del Instituto Superior de Cine y Artes Audiovisuales de Santa Fe, y hoy puede verse en YouTube. La obra busca no sólo documentar los hechos, sino también devolverles rostro y dignidad a quienes fueron vilmente asesinados por el solo hecho de reclamar derechos básicos: la jornada de ocho horas, mejores condiciones laborales, justicia social. En el Día Internacional del Trabajador, mientras las redes se llenan de saludos protocolares y actos simbólicos, la historia de Gualeguaychú recuerda que hubo un tiempo —no tan lejano— en que ser obrero, tener conciencia de clase y portar una bandera roja podía costar la vida.
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