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» Elterritorio
Fecha: 30/04/2025 11:29
Empezará este miércoles en la Capilla Sixtina. Cómo es el sistema que rige la elección del sucesor de Francisco. Los distintos escenarios. miércoles 30 de abril de 2025 | 8:30hs. Tras la muerte del papa Francisco, una nueva era está a punto de nacer en la Iglesia católica. Desde este miércoles 7 de mayo, a las 11.30 de la Argentina, 133 cardenales menores de 80 años se encerrarán en la Capilla Sixtina, el mayor ícono artístico y cultural del Vaticano, para elegir al sucesor de uno de los pontífices más populares que recuerde la historia. No será una tarea fácil. Se trata de un cónclave rodeado por una firme disputa entre dos líneas internas bien definidas. La lucha, esbozada en las congregaciones generales de los cardenales celebradas en los últimos días, se centra entre la continuidad del legado de Jorge Bergoglio o en una ruptura a ese perfil progresista con el regreso a una visión conservadora. En esas asambleas cardenalicias previas, los purpurados delinearon el modelo y la agenda futura de la Iglesia. En esa síntesis, consensuada en las deliberaciones preliminares, se enmarcará la personalidad del nuevo papa que saldrá de este cónclave que muchos vaticinan breve. ¿Será un reformista o un tradicionalista? O simplemente una figura de síntesis, moderada, una tercera opción que moldee las notorias aspiraciones de ambos bandos. La Iglesia necesita brindar un mensaje de unidad, con una elección rápida, evitando extensas deliberaciones. Muchos se animan a afirmar que solo durará dos días. El perfil del nuevo papa Los ojos de casi 1400 millones de católicos están fijos en el Vaticano. Todo puede suceder en este cónclave. Varios nombres se han barajado en los últimos días como “papables”, tanto de un lado como del otro, pero nadie puede asegurar quién ocupará el trono de Pedro y se convertirá en el 267 papa de la historia. La lista de favoritos es extensa: los italianos Matteo Zuppi, Pietro Parolin y Pierbattista Pizzaballa; los estadounidense Robert Prevost y Timothy Dolan; el húngaro Peter Erdo; el francés Jean-Marc Aveline, el guineano Robert Sarah, el filipino Luis Antonio Tagle y el neerlandés Willem Eijk, entre muchísimos otros. Pero los favoritos suelen serlo hasta que se cierra la puerta de la Capilla Sixtina. “Quien entra como papa, sale como cardenal”, sostiene un viejo refrán repetido en el Vaticano. El futuro papa será, simplemente, quien asegure una convivencia en la curia, más allá de su propio perfil. Deberá ser, eso sí, un gran comunicador, como lo fue Francisco, en una era marcada por las redes sociales, la irrupción de la Inteligencia Artificial (IA) y la incesante pérdida de fieles hacia otras iglesias cristianas como la evangélica. Pero deberá tener también una impronta diplomática que cierre grietas internas. Qué es un cónclave El cónclave que elegirá al sucesor de Francisco comenzará este miércoles 7 de mayo a las 11.30 de la Argentina (16.30 en Italia). Su concepción ha ido variando a lo largo de los siglos. El primer papa, Pedro, fue elegido por Jesús, según la tradición católica. Sus sucesores asumieron su labor en secreto, en una votación de pocos y en una época de persecución y martirio. Cuando la Iglesia se consolidó, el papa empezó a ser elegido por consenso entre el clero y los laicos. Recién en el año 1059 se determinó que solo el cuerpo cardenalicio tenía derecho a elegir al pontífice. A partir de ahí se fueron sucediendo cambios menores, uno de los últimos decretado por Paulo VI en 1970 cuando excluyó de la votación a los purpurados mayores de 80 años. El cónclave más largo de la historia duró tres años, entre 1268 y 1271. El fastidio era tan profundo que los cardenales fueron encerrados con llave para presionarlos a llegar a una decisión final. De ahí deriva el término cónclave: “cum clave” (con llave en latín). Desde entonces, las internas de la Iglesia católica se han dirimido en estas reuniones bajo la protección de una cerradura inviolable. El último cónclave, en el que resultó electo Bergoglio, duró solo dos días. Empezó el 12 de marzo de 2013 y concluyó el día 13. La deliberación fue breve y se decantó por “el papa del fin del mundo”. El hasta entonces arzobispo de Buenos Aires se asomó por el balcón de la Basílica de San Pedro y anunció el comienzo de su pontificado bajo el nombre de Francisco. Cómo será el cónclave para elegir al sucesor de Francisco Los expertos vaticanistas pronostican un cónclave breve. Algunos sostienen que solo durará dos días, como el último. ¿Quiénes podrán participar? Lo harán 133 cardenales, el 80% de ellos proclamados por Francisco. En realidad, están habilitados 135, pero dos de ellos -el bosnio Vinko Pulji y el español Antonio Cañizares- se excusaron por razones de salud. Tampoco estará el condenado cardenal italiano Angelo Becciu. Hay en total 67 nacionalidades diferentes. La mayoría (57, de los cuales 19 italianos) proviene de Europa. Otros 23 son latinoamericanos, entre ellos cuatro argentinos. Asia tiene 20, África 16 y Oceanía 3. Estados Unidos y Canadá suman en conjunto 14. Total: 133. Después de Italia, el grupo más numerosos es el de Estados Unidos con 10, España y Brasil con siete y Francia con cinco. Hay cardenales de países periféricos como Tonga, Papua Nueva Guinea y Sud Sudán, bajo el signo de la universalización de la Iglesia impulsada por Francisco. Solo 33 de los cardenales pertenecen a una orden religiosa. La orden más representada es la de los salesianos con cinco purpurados, seguidas por los jesuitas (a la que pertenecía Francisco) con cuatro. El cuerpo cardenalicio es en realidad más grande. Está conformado por 252 purpurados, pero 117 tienen más de 80 años y, por su edad, no están autorizados a votar ni asistir a esta gran asamblea cardenalicia. Sin embargo, sí pudieron participar en las congregaciones generales previas para intentar marcar su visión sobre el futuro de la Iglesia. Algunos, como el cardenal italiano Giovanni Battista Re, de 91 años, autor y lector de la homilía fúnebre del papa Francisco, tienen una gran influencia. Todos los purpurados están alojados en la Casa de Santa Marta, la misma donde vivió Bergoglio durante su pontificado. No tendrán contacto con el mundo exterior. No podrán ver televisión, ni escuchar radio ni tener acceso a sus teléfonos celulares. Cerca de allí, en la Capilla Sixtina, se realizará el cónclave. Pueden ir a pie (a algunos cientos de metros de distancia) o en pequeños ómnibus. Toda la sala ha sido “barrida” por un ejército de trabajadores y expertos. No se trata de un simple mantenimiento general, sino de un proceso meticuloso para descartar cualquier ingreso de micrófonos o cámaras que rompan el secreto cardenalicio. La capilla, visitada por miles de turistas cada día y que permanece cerrada al público tras la muerte de Francisco, lucirá muy diferente. Habrá seis amplias mesas en cada lado (derecho e izquierdo) cubiertas con un mantel beige y que se despliegan enfrentadas de tal forma que todos los cardenales pueda verse las caras. Cada silla, de madera de cerezo, está marcada con el nombre y apellido de cada elector. Frente al altar, bajo los frescos de “El Juicio Final” de Miguel Ángel, se colocará una mesa para la urna de madera tosca. Allí se depositarán las papeletas con los votos. También habrá un atril con una Biblia sobre la que los cardenales prestarán juramento. Cada cardenal tendrá una carpeta roja, papeletas para el escrutinio y una lapicera. Los votos se recogerán en una bolsa de terciopelo. Cerca de la puerta de mármol, se colocará la tradicional estufa, de hierro fundido, cilíndrica y de un metro de alto y 45 centímetros de ancho. Son dos estructuras conectadas con una puerta inferior para el encendido y una superior para quemar las papeletas tras cada elección. Pero además servirá para dar a conocer al mundo el resultado de cada votación. Si sale “humo negro”de la chimenea significa que no hay acuerdo. Si se observa “humo blanco” la elección de un nuevo papa se habrá hecho realidad. Cómo será el ingreso de los cardenales a la Capilla Sixtina El día del inicio del cónclave los cardenales con derecho a voto serán trasladados desde la Casa de Santa Marta a la Capilla Sixtina, a donde ingresarán en un ambiente de absoluta solemnidad. De hecho, llegarán recitando el cántico “veni creator”, un himno en latín que invoca al Espíritu Santo. Será la 26/a vez que un cónclave se celebra en la capilla del Palacio Apostólico de la Ciudad del Vaticano decorada por frescos de Miguel Ángel. Tras el ingreso del cuerpo cardenalicio, el cardenal camarlengo, el irlandés Kevin Farrell, será el encargado de cerrar la puerta. El ritual incluirá la frase en latín “Extra omnes”, que significa “todos fuera”. Es una orden para que todos los colaboradores abandonen la sala y solo queden los purpurados que tendrán la responsabilidad de elegir al sucesor de Francisco. Allí comienza el aspecto más formal. Cada uno de los cardenales realiza el juramento sobre la Biblia: “Et ego, cardinalis, spondeo, voveo ac iuro silentium. Sic me Deus adiuvet et haec Sancta dei Evangelia quae manu mea tango” (Yo, cardenal, prometo, me obligo y juro silencio. Que Dios me ayude y estos Santos Evangelios que toco con mi mano)“. Luego es el turno del extenso juramento común, también en latín: “Nosotros los cardenales electores presentes en esta elección del Sumo Pontífice prometemos, nos obligamos y juramos observar fiel y escrupulosamente todas las prescripciones contenidas en la constitución apostólica del sumo pontífice Juan Pablo II “Universi Dominici Gregis”. Igualmente prometemos, nos obligamos y juramos que cualquiera de nosotros que, por divina disposición, sea elegido Romano Pontífice, se comprometerá a desarrollar fielmente el Munus Petrinum de Pastor de la Iglesia Universal y no cesará de afirmar y defender hasta la extenuación los derechos espirituales y temporales, además de la libertad de la Santa Sede. Sobre todo, prometemos y juramos observar con la máxima fidelidad y con todos, ya sea clérigo como laico, el secreto de todo aquello que en cualquier modo concierne a la elección del Romano Pontífice y todo lo que ocurre en el lugar de la elección y se refiera directa o indirectamente al escrutinio. No violar en manera alguna este secreto tanto durante como tras la elección del nuevo pontífice, a no ser que el mismo pontífice confiera explícita autorización; jamás apoyar interferencias, oposición u otra forma de intervención con la autoridad secular u otro grupo de personas que quisiera interferir en la elección del Romano Pontífice”, sostiene el rito. Cómo es el sistema de votación del cónclave Los cardenales toman entonces asiento y comienza el cónclave en su aspecto electivo. La votación para elegir un nuevo papa es secreta. El derecho canónico autoriza ungir como papa a un cardenal ausente, pero también a un religioso cualquiera sin necesidad de que sea obispo. Sin embargo debería ser ordenado como tal antes de ser proclamado. La tradición suele respetar la elección de un cardenal, pero no siempre ha sido así. Más allá de que en los primeros siglos no existía el colegio cardenalicio como tal, varios pontífices fueron electos por fuera de este cuerpo. Algunos ejemplos son los de León I (en el año 440, cuando era diácono de Roma), San Gregorio Magno (en el año 590, cuando era monje y prefecto de la actual capital italiana) y Urbano VI (en 1378, arzobispo de Bari). Los cardenales tendrán dos reuniones diarias, una a la mañana y otra a la tarde. Este esquema prevé dos votaciones como máximo por cada turno. El sistema de votación es simple. Cada cardenal anota el nombre de su candidato en una papeleta que dice, siempre en latín: “Elijo como Sumo Pontífice a...”. A continuación coloca el nombre del candidato elegido. Luego dobla el papel en vertical y lo alza a la vista de todos. Cuando todos hayan cumplido este acto, caminan en fila, por orden de antigüedad, hasta donde está la urna. Entonces meten allí sus tarjetas y claman en voz alta: “Testor Christuum Dominum, qui me iudicaturus est, me eum eligere, quiam secundum Deum iudico eligi debere” (“Pongo por testigo a Cristo Señor, que me juzgará, que doy mi voto al que, según Dios, considero que tiene que ser elegido”). Tres asistentes del cardenal camarlengo, los llamados escrutadores, cuentan los votos uno a uno a viva voz. Cada voto se anota en un registro. Todo es minuciosamente revisado. A medida que se cuenta cada sufragio, las papeletas se enhebran y finalmente se queman. Si no hay un resultado favorable, entonces la chimenea despedirá un “humo negro”, una señal inequívoca de que el cuerpo cardenalicio no llegó a una decisión. Se necesita al menos dos tercios de los votos para ser electo papa. Pero si no se logra ese número mágico después de tres días de votaciones, en esta caso de 89 sufragios, los cardenales se tomarán un día de descanso para orar y reflexionar. Es en realidad un eufemismo eclesiástico. Allí comienza una nueva etapa de negociaciones, pactos y búsqueda de consensos. Al día siguiente todo vuelve a empezar. El mismo operativo puede repetirse cada siete votaciones. Pero si tras 33 rondas aún no hay un papa electo, habrá un balotaje entre los dos candidatos más votados. Qué sucede tras la elección de un nuevo papa Cuando la votación se decanta por un candidato, el cardenal decano se dirige al vencedor y le pregunta si acepta la designación bajo la formula: “Acceptasne electionem de te canonice factam in Summum Pontificem? (¿aceptas tu elección canónica como sumo pontífice?)“. Si la respuesta es positiva, se lo interroga bajo qué nombre llevará a cabo su pontificado, siempre en latín: Quo nomine vis vocari?”. Si hay un rechazo, todo el proceso vuelve a empezar. Si bien no hay casos documentados de negativas a asumir el trono de Pedro (se menciona el caso de San Felipe Benicio en 1268), en las últimas décadas trascendieron nombres de cardenales que han pedido a sus pares no insistir en su candidatura durante el desarrollo del cónclave. Pero si el elegido acepta, comienzan entonces los preparativos para anunciarle al mundo el resultado del cónclave. Se vuelven a quemar los votos, pero esta vez, con ayuda de aditivos, se soltará por la chimenea el tradicional “humo blanco” que comunica oficialmente que un nuevo papa ha sido elegido. La tradición marca que enseguida el flamante jefe de la Iglesia debe ser vestido con el tradicional atuendo papal, aunque Francisco rompió la tradición en el último cónclave al rechazar los zapatos rojos y mantener sus gastado calzado de cuero negro. Allí, ya convertido en el nuevo papa, camina hasta uno de los balcones de la basílica de San Pedro, donde es acompañado por el cardenal diácono de mayor antigüedad dentro del colegio cardenalicio, en este caso, Dominique Mamberti. Este religioso tiene la responsabilidad de anunciarle al mundo católico que la Iglesia tiene un nuevo jefe: “Annuntio vobis gaudium magnum. Habemus Papam”, proclama. Luego, anuncia la identidad del pontífice y el nombre con el que ha elegido recorrer su mandato. “Eminentissimum ac reverendissimum dominum” (el eminentísimo y reverendísimo Señor Don...). Ahí pronuncia e nombre de bautismo del elegido y cómo será conocido:“Qui sibi nomen imposuit...” (quien se ha impuesto el nombre...).
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