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» Misionesparatodos
Fecha: 30/04/2025 19:01
Quiero empezar esta editorial dándole la razón a mi compañero y amigo Aldo Druetta, que tantas veces sostuvo, con razón, que la política no es un juego para aficionados. Es una vocación que exige formación, tiempo, compromiso, y sobre todo, una comprensión cabal de lo que está en juego. La política no se trata de subir fotos en redes sociales ni de pegar frases hechas en Instagram; no alcanza con eso. Nunca alcanzó. Digo esto porque, lamentablemente, en Misiones escasean los políticos con oficio, particularmente en la oposición. Y mientras eso siga así, el gobierno provincial seguirá sin rivales serios a la vista. Porque nos guste o no, la Renovación sí tiene políticos profesionales. Tal vez no muchos. Pero tiene al menos uno, el que conduce todo el esquema. Y a veces, con uno basta. Hay quienes piensan que ser político profesional es algo negativo, que implica privilegios, rosca, impunidad. Es un prejuicio instalado por quienes han demonizado a la política. Pero un político profesional no es eso. Un político profesional defiende ideas, construye un proyecto, busca mayorías, hace acuerdos, ordena el tablero y garantiza gobernabilidad. Y si está en el gobierno, usa su capacidad política para dar estabilidad. Porque sin estabilidad, no hay gestión posible. Sin acuerdos, un gobernador pasaría la mitad del tiempo apagando incendios y la otra mitad buscando cómo no incendiarse. No hay que ir muy lejos para ver esto en acción. Hace menos de dos años, Javier Milei ganó con el 57% de los votos en Misiones. Un hito histórico que se convirtió, de inmediato, en una amenaza real para el poder de la Renovación. Si Milei decidía levantarle la mano a algún dirigente opositor, podía transferirle buena parte de esos votos. Fue un momento delicado. Ese mismo año, Martín Arjol y Natalia Dörper, como fórmula de Juntos por el Cambio, sacaron el 27%. Otra señal de alarma. Por primera vez en mucho tiempo, dos opositores reunían números que, sumados al fenómeno Milei, podían generar una ola arrolladora. Milei 57% y Arjol 27%. Unidos, eran un potencial cambio. Pero la oposición eligió otro camino: el de la dispersión, el del sálvese quien pueda. Este lunes se oficializó que Arjol y Dörper serán candidatos a diputados por el Partido Libertario. Un sello sin historia, sin estructura, sin militancia, sin anclaje real en el territorio y, lo más paradójico, sin el respaldo de Javier Milei. Porque en Misiones, el partido de Milei es otro: La Libertad Avanza, comandado por Adrián Núñez. Sin ánimo de ofender, lo del Partido Libertario se parece más a un refugio de exiliados políticos —del PRO, de la UCR, incluso de LLA— que a una propuesta estructurada. Un rejuntado de supervivencia. Y es por eso que, quienes supieron ser segunda fuerza en 2023, van a terminar disputando con suerte un 5 o 6% de los votos en junio. De amenaza, pasaron a marginales. Pero no era la única amenaza. También estaban esos 57 puntos de Milei, que hoy están partidos al menos en tres. Uno es ese Partido Libertario ya mencionado. Otro es La Libertad Avanza, que lleva como cabeza de lista a Diego Hartfield, que tuvo colaboración de la Renovación para armar listas de candidatos en algunos municipios. Los especuladores aseguran que Hartfield podría no asumir y dejarle la banca a Núñez. Estaría demasiado ocupado manejando millones en la bolsa como para tener tiempo de ser diputado. Y en ese caso cumpliría su rol de ser una figura nueva, de prestigio, que le sume votos al esquema liberal. El tercer segmento de ese voto libertario de 2023 se lo queda la propia Renovación. Sí, el oficialismo supo capturar parte de ese electorado con su estrategia “Blend”. Una idea que el año pasado parecía absurda, confusa, incluso contradictoria: mezclar renovadores con libertarios, progresistas con mileístas, “la casta” con sus detractores. “Rovira se volvió loco”, decían algunos. “Cómo va a meter libertarios en la Renovación si estos quieren destruir la política, nos quieren destruir”, decían otros. Muchos se rasgaron las vestiduras. Pero hoy, con el diario del lunes, todo cobra sentido. El Blend no era un capricho. Era una maniobra para absorber el fenómeno libertario antes de que cuajara electoralmente en la oposición. Desactivar desde adentro. Neutralizar desde la integración. Y le está funcionando. Eso es estrategia política. Eso es pensar a largo plazo. Eso es profesionalismo. Desde una mirada institucionalista, esto puede ser preocupante. Porque un sistema político sano necesita alternancia. Y eso requiere que exista una oposición competitiva, fuerte, estructurada. Hoy, Misiones no la tiene. La oposición está atomizada, sin programa, sin liderazgo, sin narrativa común. Saltan de moda en moda, buscando el atajo electoral, sin proyecto colectivo. Mientras tanto, la Renovación hace lo que tiene que hacer: asegura su dominio, cooptando, acordando, adelantándose. Y así no sólo gana elecciones. Gana estabilidad. Y mientras la política siga siendo amateur del lado opositor, la hegemonía oficialista no tiene fecha de vencimiento. Por Luis Huls -Misiones Opina
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