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» Diario Cordoba
Fecha: 30/04/2025 07:59
Charles Darwin propuso en 1876 que la ‘constancia floral’; esto es, la tendencia de insectos como las abejas visitar repetidamente un mismo tipo de flor, es un mecanismo para evitar la sobrecarga cognitiva. Según su teoría, recordar múltiples características florales demandaba demasiado esfuerzo, lo que llevaba a los polinizadores a especializarse temporalmente. Durante 150 años, esta explicación dominó la biología evolutiva. Sin embargo, un estudio revolucionario de la Universidad de Tsukuba (Japón), publicado en ‘Functional Ecology’, ha desmontado esta idea, al demostrar que la constancia floral no es pasiva, sino una estrategia activa y dinámica. En otras palabras, los abejorros, lejos de ser víctimas de sus limitaciones de memoria, calculan minuciosamente cuándo cambiar de flor para optimizar su eficiencia. La constancia floral beneficia a las plantas al reducir la transferencia de polen entre especies (heteropolinización), que puede afectar su reproducción. Tradicionalmente, se atribuía a dos hipótesis: Hipótesis del aprendizaje: Los polinizadores evitan el costo de aprender a manejar nuevas flores. Hipótesis de la memoria: Alternar entre especies requiere recuperar información de la memoria a largo plazo, un proceso lento. Pero el estudio japonés introduce un tercer factor decisivo: el costo del desplazamiento. "Las abejas no solo equilibran lo que recuerdan, sino también cuánto vuelan. Es un acto de economía conductual", explica Kentaro Takagi, coautor de la investigación. Para probar su teoría, el equipo diseñó un experimento controlado con abejorros (Bombus ignitus) y flores artificiales. Estas se diferenciaban en dos pares de colores: azul contra amarillo (contraste alto) y amarillo contra amarillo dorado (contraste bajo). Dos ejemplares de abeja. / Pixabay Las flores se organizaron en tres patrones espaciales dentro de jaulas de vuelo: Mezcla uniforme: Flores de ambas especies intercaladas en una cuadrícula. Distribución moderadamente agrupada: Pequeños parches de cada especie. Agrupación alta: Grandes bloques separados por especie. Memoria a corto plazo Cada abejorro realizó 70 visitas florales registradas en video. Los científicos midieron la ‘constancia realizada’ mediante un índice que compara los movimientos reales con los esperados al azar, ajustando preferencias de color. Resultados clave: En mezclas uniformes, los abejorros redujeron su constancia floral en un 60%, incluso entre flores de colores muy distintos. "Priorizaron volar menos, aunque eso implicara recordar más", detalla Takagi. En agrupaciones, mantuvieron alta constancia (índice de +0,8), independientemente del color. Al estar las flores de una especie cerca, minimizaron desplazamientos y esfuerzo cognitivo. Con colores similares, la constancia fue casi nula (índice de -0,3). Las abejas trataron las flores como una sola especie, evitando recuperar memorias distintas. Un hallazgo sorprendente fue el rol de la memoria a corto plazo. Cuando los abejorros acumulaban visitas consecutivas a una especie, la información sobre la otra se ‘borraba’ gradualmente de su mente. "Tras 40 visitas seguidas, la probabilidad de cambiar de flor caía al 5%", revela el estudio. Flores en un invernadero. / Pixabay La teoría original ignoraba tres variables críticas: Distribución espacial: En campos con flores mezcladas, ser constante obliga a volar más lejos, un costo que supera el ahorro de memoria. Decaimiento de la memoria: La información sobre flores no visitadas se desvanece si no se usa, reforzando la constancia en parches. Generalización cognitiva: Flores similares se procesan como una sola categoría, reduciendo la necesidad de alternar memorias. "Darwin subestimó la plasticidad conductual de los polinizadores. No son esclavos de su cerebro, sino ingenieros de eficiencia", reflexiona el Dr. Kazuharu Ohashi, coautor del estudio. Estrés nutricional Estas circunstancias tienen repercusiones profundas; por ejemplo, importantes implicaciones para la biodiversidad y la agricultura. En cuanto a la evolución de la diversidad floral, en comunidades con especies mezcladas, las plantas con flores únicas (colores vivos, formas complejas) tienen ventaja: atraen polinizadores constantes, reduciendo la competencia. Por el contrario, en hábitats con especies agrupadas (como bosques), la presión para diferenciarse es menor. Esto explica por qué algunos ecosistemas tienen flores morfológicamente similares. Con respecto al diseño de cultivos, al agrupar especies en parches (como campos de almendros junto a manzanos) podría aumentar la visita de polinizadores, mejorando la producción. En invernaderos, por su lado, mezclar flores de colores contrastantes podría disuadir a las abejas de especializarse, favoreciendo la polinización cruzada. Campo de almendros. / Pixabay Otra repercusión tiene que ver con la conservación de polinizadores. En paisajes fragmentados por la agricultura intensiva, donde las flores están dispersas, los polinizadores gastan más energía volando. Esto los hace vulnerables al estrés nutricional. "Restaurar parches florales en áreas urbanas o rurales podría aliviar esta presión", sugiere Ohashi. Con el declive global de las poblaciones de abejas, entender su comportamiento resulta crucial. El estudio sugiere que intervenciones simples, como plantar en bloques monocromáticos, optimizaría su eficiencia. En Alemania, proyectos que agrupan flores silvestres han aumentado un 30% la visita de abejorros a cultivos adyacentes. Los investigadores reconocen limitaciones: los experimentos se realizaron en jaulas controladas, sin factores como el viento, los depredadores o la competencia entre abejas. Para validar los hallazgos, planean replicar el estudio en campos abiertos, monitoreando abejas con microchips También prevén analizar cómo el valor nutricional del néctar influye en la constancia. "Si una flor es más dulce, las abejas podrían tolerar mayores desplazamientos", hipotetiza Takagi. Otro objetivo es estudiar otras especies, como mariposas y murciélagos, para ver si aplican la misma lógica.
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