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  • Día Mundial contra el Bullying

    Buenos Aires » Infobae

    Fecha: 30/04/2025 06:37

    Las familias y la escuela deben trabajar en conjunto para combatir al bullying (Imagen ilustrativa Infobae) El acoso escolar ya es un tema redundante en las instituciones educativas, pero no por ello dejó de ser relevante. Día a día se conocen casos graves, pero la ausencia de abordajes o la negación de los conflictos son moneda corriente y perturba cada vez más no solo a adolescentes, sino también a los más pequeños. Podemos definirlo como actos intencionales y premeditados con el fin de provocar daño o agredir a otro; persistentes, ya que se repiten y se prolongan durante un tiempo; con asimetría de poder, porque ocurre frente a otros que legitiman el comportamiento del agresor, quien suele ser impulsivo, mostrarse autosuficiente y mantener una actitud positiva hacia la violencia; y con observadores -activos o pasivos- que no defienden a la víctima. El bullying es una problemática que afecta la salud psíquica de los niños y los jóvenes. Depresión, ansiedad, baja autoestima, entre otros, son algunos de los síntomas que las víctimas acosadas deben afrontar, más allá de golpes y/ o los insultos propiciados por los agresores. Y si bien podríamos decir que el bullying siempre existió, el lugar del adulto ya no es el mismo que hace unas décadas. Este era el portador de la ley, de la autoridad, del saber y de los recursos de protección; estaba ligado al joven a través de la confianza, la responsabilidad y el afecto y claramente era un referente de la juventud. En otros tiempos, la palabra de los padres, la maestra o la directora eran incuestionables y hoy ya no lo son. Hubo un desdibujamiento del adulto de antaño, con nuevos roles, nuevos tipos de familias y adultos incoherentes entre el decir y el hacer; por ende, hijos a la deriva. En la actualidad, a diferencia de algunos años atrás, no hay un límite claro entre lo permitido y lo prohibido; por tanto, pareciera que no hay transgresión a la norma cuando no se cumple. De esta manera, se torna ineludible planificar un trabajo serio y comprometido entre toda la comunidad educativa que tenga como objetivo principal reconstruir la autoridad y proteger a los niños y adolescentes, sujetos de derecho. Obviamente que es necesaria una capacitación docente con material específico; con una mirada institucional; con acciones concretas para directivos, apoyados por supervisores/ inspectores; y otra mirada áulica para el abordaje directo del docente. Un punto de inflexión muy importante es el trabajo de los padres. Son importantes el apoyo y el compromiso de la familia en este tema que no solo le pertenece a la escuela, sino que, por el contrario, implica un acompañamiento familiar muy importante. Las habilidades emocionales, la conciencia social, la gestión de las relaciones, el aprender a mirar al otro y entender sus necesidades son algunas de las habilidades que no pueden dejar de enseñarse en casa y en la escuela. Ahora bien, ¿cómo intervenir o responder al grado de complejidad de los factores que generan la violencia y en las formas en que se manifiesta? El tema no puede ser abordado por un solo profesional o trabajado en una materia curricular, ya que las causas de la violencia son múltiples. Algunas veces, los adolescentes violentos han tenido una infancia en un entorno familiar violento, llevándolos a tener comportamientos de este tipo. O quizás los padres no cuentan con herramientas emocionales sólidas para ayudar a sus hijos a la toma de conciencia de sus emociones, positivas o negativas. Sumado a esto, la adolescencia es un período muy conflictivo, en el cual el joven ya no tiene como únicos referentes a los padres y, muchas veces, se “reclutan” en su grupo de pares, que les significa el lugar de identidad común, de pertenencia afectiva y de marco de encuentro. ¿Qué se puede hacer desde casa para evitar personalidades y/ o conductas violentas en los jóvenes? Sostener una actitud emotiva positiva por parte de los padres, valorar lo bueno; transmitir respeto, compromiso, solidaridad, cooperación, pluralidad cultural, no solo desde el discurso, sino con hechos, con coherencia entre el decir y el hacer; contacto con la escuela, con el grupo de pares para conocer a los amigos de los hijos; mantener un diálogo permanente y escucha activa; respetar las normas y sostener la autoridad, sin autoritarismo. ¿Qué se puede hacer desde la escuela? Es fundamental un trabajo transversal de la inteligencia emocional: control de emociones, resolución de problemas, empatía, habilidades sociales, sostener normas y reglas claras con autoridad sostenida, educar en la responsabilidad y compromiso. Y, fundamentalmente, detectar grupos de riesgo e instar al apoyo ministerial preventivo para casos-problema. Por último, no menos importante, la PREVENCIÓN. Son necesarias campañas de información y espacios anónimos de denuncia para que las víctimas se sientan respaldadas. Educar con límites es enseñar a gestionar los conflictos, a respetar los derechos propios y ajenos, a interactuar con otros con igualdad y sin violencia. Sin adultos comprometidos, no hay crianza responsable.

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