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» El litoral Corrientes
Fecha: 29/04/2025 16:54
Comentario a cargo de: Picchio Diego Huberto Medico Cardiólogo. Miembro del Comité de Cardiología del Ejercicio – FAC Miembro del Comité de IC e HTP - FAC Miembro del Comité del Cardiólogo Joven - FAC El ejercicio aeróbico ha sido ampliamente promovido y aceptado en la práctica clínica, el ejercicio de fuerza está comenzando a ganar terreno debido a los estudios recientes que demuestran sus múltiples beneficios. En este contexto, surge la necesidad de expandir las recomendaciones de ejercicio físico más allá del enfoque tradicional en el ejercicio aeróbico para incluir también el ejercicio de fuerza, que ofrece beneficios significativos, especialmente en el control de factores de riesgo cardiovascular. BENEFICIOS GENERALES DEL EJERCICIO DE FUERZA A pesar de que el ejercicio de fuerza ha sido menos implementado en comparación con el ejercicio aeróbico, la evidencia sugiere que este tipo de ejercicio proporciona varios beneficios clave. Entre estos, se destaca la mejora en la composición corporal, el control de múltiples factores de riesgo cardiovascular y la reducción de eventos cardiovasculares importantes. El ejercicio de fuerza aumenta la fuerza muscular y la masa magra, lo que tiene un impacto positivo en la reducción de la obesidad, el control de la presión arterial y el perfil lipídico. Además, es particularmente eficaz en el manejo de la diabetes tipo 2 y ayuda a controlar los niveles de glucosa en sangre. ADAPTACIONES CARDIOVASCULARES FISIOLÓGICAS AL EJERCICIO DE FUERZA Desde una perspectiva fisiológica, el ejercicio de fuerza provoca varias adaptaciones cardiovasculares importantes. A nivel mecánico, se distingue entre el ejercicio dinámico y el estático. El ejercicio dinámico implica la contracción y relajación de los músculos, mientras que el ejercicio estático implica una contracción sostenida sin cambios en la longitud muscular. Una característica clave del ejercicio de fuerza es su capacidad para aumentar la presión arterial durante el esfuerzo, lo que puede generar una sobrecarga de presión en el ventrículo izquierdo. Esta respuesta hemodinámica es menos pronunciada que en el ejercicio aeróbico, donde el volumen sistólico y el gasto cardíaco aumentan significativamente. Durante el ejercicio de fuerza, el aumento de la presión arterial es notable, especialmente durante ejercicios de alta resistencia. Ventrículo izquierdo, durante este tipo de ejercicio, la hipertrofia concéntrica del ventrículo izquierdo es una adaptación común, lo que permite que el corazón maneje mejor las demandas de presión impuestas por la contracción muscular. Esta hipertrofia es típicamente simétrica y no implica cambios significativos en las dimensiones del ventrículo, lo que diferencia las adaptaciones cardiovasculares del ejercicio de fuerza de las del ejercicio aeróbico, donde se observa una mayor expansión de las cámaras cardíacas. En términos de función cardiovascular, el ejercicio de fuerza genera una leve disminución del volumen sistólico y un aumento significativo en la resistencia vascular periférica, lo que contrasta con el efecto vasodilatador del ejercicio aeróbico. MECANISMOS RESPONSABLES DE LOS BENEFICIOS CARDIOVASCULARES DEL EJERCICIO DE FUERZA Uno de los mecanismos más importantes a través del cual el ejercicio de fuerza mejora la salud cardiovascular es su capacidad para modificar la composición corporal. A medida que la masa muscular aumenta, se produce una reducción de la grasa corporal, lo que impacta positivamente en el control de factores de riesgo como la obesidad, la diabetes tipo 2 y la hipertensión. Este tipo de ejercicio también es eficaz en la reducción de la grasa visceral, que está estrechamente relacionada con el desarrollo de enfermedades metabólicas y cardiovasculares. El aumento de la masa muscular mejora el metabolismo basal, lo que contribuye al control del peso y a la mejora en la sensibilidad a la insulina. IMPACTO EN LA REDUCCIÓN DE LOS FACTORES DE RIESGO CARDIOVASCULAR El ejercicio de fuerza juega un papel fundamental en la prevención y el manejo de varios factores de riesgo cardiovascular. Obesidad, este tipo de ejercicio no solo contribuye a la reducción de la grasa corporal, sino que también aumenta la masa muscular, lo que mejora el metabolismo de la glucosa y la sensibilidad a la insulina. Esto es particularmente importante en personas con diabetes tipo 2, quienes pueden beneficiarse de una reducción significativa de los niveles de hemoglobina glicosilada (HbA1c) y de una mejora en el control glucémico. Hipertensión, el ejercicio de fuerza ha demostrado ser eficaz en la reducción de la presión arterial sistólica y diastólica en individuos con hipertensión leve a moderada. Aunque los efectos sobre la presión arterial pueden ser modestos, incluso una disminución pequeña puede tener un impacto significativo en la reducción del riesgo de eventos cardiovasculares mayores. Perfil lipídico, también se ve beneficiado por el ejercicio de fuerza. Estudios han mostrado que este tipo de ejercicio puede reducir los niveles de colesterol LDL y aumentar los niveles de HDL, lo que mejora el riesgo cardiovascular general. RECOMENDACIONES CLAVE La Sociedad Europea de Cardiología (ESC) sugiere que los adultos realicen entre 150 y 300 minutos de actividad física aeróbica moderada o entre 75 y 150 minutos de actividad física vigorosa a la semana, complementada con ejercicios de fuerza en al menos dos días a la semana. La Asociación Americana del Corazón (AHA) también enfatiza la importancia del ejercicio de fuerza, particularmente en personas con diabetes y presión arterial alta, recomendando la inclusión de este tipo de ejercicio para mejorar el control glucémico y la función cardiovascular. El ejercicio de fuerza ofrece numerosos beneficios para la salud cardiovascular, la composición corporal y el control de factores de riesgo como la hipertensión, la diabetes y la dislipidemia. Los estudios muestran que este tipo de ejercicio no solo reduce la mortalidad por todas las causas, sino que también disminuye significativamente la incidencia de eventos cardiovasculares mayores. Es hora de que el ejercicio de fuerza sea prescrito de manera rutinaria en la práctica clínica, no solo como una herramienta para mejorar la salud física, sino también para mejorar la calidad de vida y el bienestar psicológico de los pacientes.
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