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Parana » Paginajudicial
Fecha: 29/04/2025 15:42
La Cámara Federal de Apelaciones confirmó el procesamiento del piloto brasileño y la reina de belleza que transportaban un a carga de cocaína de máxima pureza y que debieron hacer un aterrizaje de emergencia en un campo en el sur entrerriano. Las vinculaciones de la joven con un engranaje clave en la logística del narcotráfico en Sudamérica. ¿Quién era el dueño de la cocaína? Juan Cruz Varela De la Redacción de Página Judicial En cierto punto, el narcotráfico tiene las características de cualquier otro negocio: consiste en llevar una mercadería desde un punto, el centro de producción, hasta otro, el centro de consumo. Claro que la ilegalidad aumenta los riesgos y obliga a agudizar el ingenio de parte de aquellos que se dedican a este comercio. Entre Ríos tiene su propia dinámica, planteada por sus límites geográficos y características territoriales. Recibe la droga por tierra, agua y aire. Pero no es una plaza atractiva de consumo para las grandes bandas, sino que se mantiene como una provincia de paso. En los hechos, aquel viejo axioma de que la droga caía desde el norte ha quedado caduco: el flujo es bidireccional, de norte a sur y de sur a norte; y también hacia el este. Por aquello de que los narcotraficantes son comerciantes que tienen una mercadería que ofrecer y tratan de ubicarla donde están los clientes. El 22 de enero de 2024 ocurrió un hecho de alto impacto. No porque una avioneta surcara los cielos entrerrianos; tampoco porque alrededor de las ocho de una tarde de calor agobiante aterrizara de emergencia en un sembradío de soja en un campo; ni siquiera llamó tanto la atención que llevara droga. Hace años que en el campo describen este tipo de episodios. El único testigo fue un trabajador del Campo Grande, que vio el aterrizaje y avisó a los dueños. Padre e hijo se acercaron enseguida y se encontraron con dos personas, un hombre y una mujer más joven que dijo estar embarazada. Estaban mojados porque la avioneta había quedado incrustada en un bañado y les pidieron ayuda para llegar al pueblo. Los estancieros accedieron, no sin temor; y a eso de las diez de la noche los dejaron en el monumento a la cruz de madera, en el centro de Holt Ibicuy. Pero, apenas bajaron de la camioneta, avisaron a la Policía. Lo verdaderamente impactante ocurrió de vuelta en el campo, cuando los policías detectaron que dentro del avión había diez bolsas negras que contenían 342 ladrillos de cocaína envueltos en papel de nylon tipo film o cinta. Eran paquetes termosellados. Cada uno tenía un logo grabado en bajo relieve: la manzanita de Apple, como marca del proveedor. Luego se determinaría que eran 358,923 kilos de cocaína con una pureza del 90 por ciento, algo pocas veces visto en estas latitudes. Mientas eso pasaba, la pareja buscaba una salida. La joven intentó conseguir dinero diciéndole a una kiosquera que había tenido un accidente en una avioneta y le ofreció hacerle una transferencia a cambio de que le entregara efectivo. Ella se negó. La pareja fue detenida deambulando por donde los habían dejado los estancieros. Intentaron resistirse; en realidad les ofrecieron 60 mil dólares a los policías a cambio de que los dejaran irse. El hombre tenía un documento que lo identificaba como Carlos Costa Días, brasileño, de 52 años; ella era Jade Isabela Callau Barriga, boliviana, de 21 años y no estaba embarazada. Eran pareja, aunque un mes antes ella lo había denunciado por violencia de género. Mientras eso ocurría en el sur entrerriano, a más de 2 mil kilómetros de distancia, personas encapuchadas irrumpieron en el aeropuerto Capitán Germán Quiroga de San Borja, en Bolivia, y robaron las cámaras de seguridad. ¿Habrá sido el punto de partida de la aeronave? La suspicacia alimenta esa duda. La reina Las alarmas se encendieron enseguida: “Estamos investigando si (Jade) es hija de un influyente jefe narco de Bolivia”, dijo al día siguiente el ministro de Seguridad y Justicia, Néstor Roncaglia. Mientras develaban ese misterio, los investigadores descubrieron que el hombre en realidad se llamaba Leonardo Monte Alto Gusmão y que en 2019 había sido condenado en Brasil por un hecho similar: llevaba 470 kilos de cocaína y tuvo un desperfecto con el avión que piloteaba. La Chabe o Chabelita, como le dicen a Jade, tiene 21 años; hasta no hace mucho vivía en San Borja, un pueblo de 40 mil habitantes en el centro-norte boliviano que le debe su nombre al sacerdote jesuita que lo fundó en el siglo XVII. Ahí nació, creció y en 2019 la eligieron Miss Fexpo Borja en la principal feria ganadera del país. En su declaración se presentó como estudiante de Psicología y dijo que vivía con su hermana en un departamento modesto que alquilaban en la ciudad de Trinidad, cercana a San Borja. Se mostraba activa en las redes sociales. “Un día me levanté y me dije: tengo ganas de estar estúpidamente buena”, dijo en un video que publicó en noviembre, antes de pasar por el quirófano para someterse a cirugías estéticas. Ya recuperada, fue más picante: “Si de aquí a diciembre no tengo plata, empezaré a extorsionar a todos los tipos que me escriben teniendo señora”. Tres meses después, la Cámara Federal de Apelaciones de Paraná confirmó el procesamiento de Chabela y el piloto por el delito de transporte de estupefacientes. En el caso de Monte Alto Gusmão también por haber intentado coimear a los policías cuando iban a detenerlo. Ambos permanecen detenidos en la cárcel de Ezeiza y esta decisión los deja a un paso del juicio oral. Lo más inquietante, sin embargo, es la trama que se ha ido develando. Un cotejo de las redes sociales de Chabela detectó contactos con familiares de Jorge Adalid Granier Ruiz, alguien que es considerado un engranaje clave en la logística del narcotráfico en Sudamérica. El dato fue confirmado por su familia, que admitió que el vínculo viene por vía del padre de Chabela, aunque dicen no tener contacto. Taxi aéreo Jorge Adalid Granier Ruiz nació en Bolivia, incursionó desde muy joven en el narcotráfico y durante más de una década fue una de las personalidades más buscadas de Sudamérica. Nono, el alias con el que se lo conoce, supo mover miles de kilos de cocaína entre Bolivia, Paraguay, Brasil, Argentina y otros países de la región, y logró establecer una red internacional que llegaba hasta Europa y Asia. La clave del éxito fue un revolucionario mecanismo de taxi aéreo que le permitía trasladar hasta cuatrocientos kilos de droga en avionetas que trascendían fronteras; avionetas que volaban esquivando radares y tiraban la droga en campos desolados o aterrizaban en pistas diseminadas en la selva. Cada vuelo, dicen, le reportaba comisiones de 300 mil dólares. Esas hazañas le valieron también el apodo de El rey de los cielos y llamaron la atención de Gilberto Aparecido dos Santos, alias Fuminho, uno de los líderes del Primer Comando Capital, la organización narcocriminal mejor equipada, más extendida y la primera estructura trasnacional de que se tenga registro. Operaron juntos durante años e incluso convivieron en un departamento en el porteñísimo barrio Norte. Granier Ruiz también operaba en la Argentina, con conexiones en Salta, Santiago del Estero, Córdoba, Rosario y Buenos Aires, donde administraba pistas clandestinas para la descarga de grandes cargamentos de cocaína. Entre sus socios locales aparecen personajes como Adelaida Castillo, apodada Reina Titi, que operaba en Salvador Mazza, en la frontera con Bolivia; y Fabián Pelozzo, alias Calavera, un narco rosarino detenido que, según la Procuraduría de Narcocriminalidad (Procunar), era proveedor de otro jefe del negocio en Rosario, Esteban Lindor Alvarado, que competía con Los Monos. En 2023, tras permanecer prófugo durante años, Granier Ruiz fue detenido en la zona del Matto Grosso brasileño; fue extraditado a la Argentina y alojado en la cárcel de Ezeiza, donde se encuentran actualmente el piloto de la avioneta que debió aterrizar de emergencia en Holt Ibicuy y Chabela, su sobrina. Unos días después del episodio en el campo entrerriano, el Nono fue condenado a diez años de prisión en un juicio abreviado en el que admitió su responsabilidad en el transporte de 389 kilos de cocaína que fueron incautados en la ciudad bonaerense de Ramallo en 2020.
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