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» Diario Cordoba
Fecha: 28/04/2025 22:01
Silencio y soledad. Gritos y bromas. Cervezas bajo el haz de un par de linternas, embutidos junto a una hoguera improvisada. Un cielo estrellado y mucha incertidumbre. Pasear por Córdoba en esta noche del 28 de abril es sumergirse en un mar de contrastes difíciles de explicar. El silencio domina las calles que rodean la Mezquita-Catedral. Quienes se cruzan saludan en un tono bajo, buscando tranquilidad y complicidad en medio de una situación en la que, a menudo, asoma el miedo. En Las Tendillas, sin embargo, el ambiente es distinto: jóvenes cantan cánticos futbolísticos, debatiéndose entre la broma y la incredulidad. Esta última palabra quizá sea la que mejor resume la noche. Como telón de fondo, una espectacular bóveda de estrellas que acapara muchas miradas. Centenares de personas duermen en la estación La primera parada de este particular recorrido es la estación de trenes. La escena en el vestíbulo baila, como buena parte este extraño día, entre lo surrealista y lo trágico. Cerca de un millar de personas se preparan para dormir en el suelo. Sin mantas y usando sus maletas o ropa usada como cojín. Entre ellas se encuentra Beatriz Rodríguez, de 75 años, atrapada en su viaje de regreso de Sevilla a Madrid, buscan acomodo. “He podido hablar con mi familia y me han dicho que están bien. No queda otra que asumir y esperar a mañana”, dice, acomodándose junto a una barandilla. Mayte López, de 66 años, no logra esa serenidad: inquieta, me agarra la mano mientras pregunta con voz levemente temblorosa, “me han dicho que ha vuelto la luz a Madrid, ¿verdad?”. Le angustia la salud de su padre, de más de 90 años, del que no tiene noticias desde que salió el viernes. Centenares de personas en la estación de trenes. / Manuel Murillo A unos metros, un niño de 7 años juega con una botella de agua (lo único que han facilitado las autoridades) junto a su padre. “Ha sido imposible encontrar alojamiento, está todo lleno e igualmente los sistemas de los hoteles no funcionan. Por suerte, traíamos provisiones para la noche”, comenta señalando un paquete de galletas saladas al que echa mano instantes después su chico. Como ellos, cerca de un millar de personas, procedentes de Valencia, Málaga, Sevilla o Barcelona, pasan la noche tendidos, jugando a las cartas o en un silencio resignado, esperando despertarse y que todo haya sido un mal sueño. Los jóvenes salen a la calle En Ronda de Tejares, varios policías regulan el tráfico. Algunos vecinos salen a caminar, como Gerardo Pérez, que pasea de la mano de su pareja: “No podíamos quedarnos en casa. Espero que no haya pasado nada grave”, dice. Sentada en un banco junto a la fuente del bulevar, Yirman Núñez observa el ir y venir de los coches sin separar el oído de la radio de su teléfono, que por suerte funciona sin internet. Frente a ella, uno de los pocos edificios iluminados: El Corte Inglés. Esta venezolana, que había venido a pasar el fin de semana, ha optado por dormir al raso tras quedarse varada en la estación. Yirman Núñez escucha la radio en su móvil en el bulevar. / Manuel Murillo En las calles peatonales, la oscuridad es absoluta y apenas desvela las siluetas de quienes recorren una ciudad que parece haberse quedado desnuda. Los grupos de jóvenes predominan, tomándose la situación con humor. Rafa Arranz y sus seis compañeros cantan, saltan y ríen; algunos los observan atónitos, otros deciden unirse. “No vamos a vivir algo así de nuevo, espero. Por suerte, no es como el covid, no hay personas muriendo ni un gran riesgo, por lo que la mejor manera es tomárselo con buen humor”, dice Rafa. Cenas y reuniones improvisadas En la plaza de La Corredera, el ambiente es similar. Unos veinte vecinos se han congregado junto a un bar. “No pensaba abrir hoy, pero vine a mirar el local y empezaron a bajar vecinos, y aquí estamos”, dice el dueño entre risas. En una de las mesas, Daniela Rodríguez, Antonio Carla y Eva María comparten tortilla, empanada y cervezas. “Nos hemos montado un picnic improvisado”, comentan divertidas. Algo parecido sucede en varios puntos del Sector Sur, donde se han organizado hogueras para charlar y hacer frente con humor a esta noche más insólita incluso que las de la pandemia, "lo mejor que tenemos aquí es el sentimiento de comunidad", dice un joven mientras abre una cerveza. Daniela Rodríguez, Carla, Antonio y Eva María en La Corredera. / Manuel Murillo Ante esta situación, uno de los recuerdos que inmediatamente vienen a la cabeza es el estado de alarma. En marzo de 2020, pasear por Córdoba de noche era hacerlo por una ciudad desierta. Al principio, la soledad de las calles contrastaba con el bullicio de los balcones, que se fue apagando a medida que el miedo y el cansancio avanzaban. Hoy, sin embargo, Córdoba alterna la imagen de una ciudad fantasma con momentos de inusitada vitalidad, como si quisiera reírse del infortunio. En el Puente Romano, una familia coloca velas a los pies del San Rafael en escrupuloso silencio y con suma delicadeza. “No somos muy creyentes, pero creemos que es una manera simbólica de pedir protección”, explican. También se ven muchos turistas que se resisten a quedarse en sus habitaciones. “Tenía unas galletas y un poco de jamón que compramos ayer, y hemos improvisado un picnic al otro lado del río. Nunca había vivido algo así: al principio parecía algo pasajero, pero ahora empiezo a sentir miedo”, confiesa Agatha Gautier, una turista francesa que lleva una semana de viaje por España. Cielo estrellado en el Puente Romano. / Manuel Murillo Como Agatha, muchos han pasado de la sorpresa al temor. Algunos preguntan por sus familiares, otros buscan información y certezas en desconocidos, y otros simplemente bajan la mirada al cruzarse en la oscuridad. De fondo, los gritos de los jóvenes rompen el silencio. Córdoba vive esta noche entre el asombro, la incertidumbre y el humor. Suscríbete para seguir leyendo
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