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Buenos Aires » Infobae
Fecha: 27/04/2025 10:30
La tumba del Papa Francisco en la iglesia de Santa María la Mayor Sobre la piedra de mármol se lee apenas una palabra: "Franciscus“. Nada más. Ni títulos, ni honores, ni fechas. Encima, como una sombra protectora, cuelga una reproducción de la vieja cruz de hierro que acompañó su pontificado, símbolo visible de su anhelo de humildad, incluso frente a la eternidad. El lugar destila una sobriedad que conmueve e invita a reflexionar. El Vaticano difundió este domingo las primeras imágenes de la tumba de Francisco, el papa que, hasta su último suspiro, eligió la sencillez como su escudo. Una losa blanca, fría y serena, parece resistirse a la solemnidad del momento. Bajo la vastedad abovedada de la Basílica de Santa María la Mayor, en pleno corazón de Roma. La humildad de Francisco, reflejada hasta en su descanso eterno (REUTERS/Claudia Greco) Este lugar, apartado de los protocolos que normalmente rodean el último reposo de los papas, conmueve por su austeridad. Se encuentra en una iglesia que el propio Francisco eligió en vida y con las indicaciones que dejó expresas en su testamento. Rechazó la cripta tradicional de San Pedro para descansar cerca de la venerada imagen de la Salus Populi Romani, una devoción de toda su vida. El arzobispo encargado de la basílica explicó que esta decisión representa su vida “humilde, sencilla y esencial”, un legado que, en su final, se traduce en un lugar igualmente sencillo, lejos de las pompas eclesiásticas. El lugar elegido para el entierro del pontífice resalta su devoción mariana y su rechazo a los lujos (REUTERS/Claudia Greco) La elección del sitio de entierro no fue casual. Francisco había pedido descansar en Santa María la Mayor, el lugar al que tantas veces acudió en silencio, escapando de las luces de la plaza de San Pedro. A solo un día del traslado de su féretro en una solemne procesión por las calles de Roma, miles de fieles comenzaron a rendir homenaje en la basílica. A primera hora la multitud se agolpaba frente a la tumba, eran unas 13.000 personas, según dijo la Policía. La última morada de Francisco refleja su vida sencilla (Francesco Sforza/Vatican Media/REUTERS) Ahora, en la penumbra dorada de Santa María la Mayor, los fieles se acercan a la tumba. Una rosa blanca descansa sobre el mármol, lanzando un suspiro perfumado en medio del murmullo de oraciones. Una tenue luz cálida baña la lápida y proyecta sombras suaves sobre la reproducción de la cruz pectoral que cuelga arriba, como si custodiara el sueño eterno de Francisco. En San Pedro, la misa de este domingo fue presidida por el cardenal Pietro Parolin, secretario de Estado del Vaticano y, según los rumores que recorren los pasillos sagrados, uno de los papables más fuertes. Su homilía tejió un delicado equilibrio entre el duelo y la esperanza: "Francisco nos enseñó a caminar con los pies descalzos sobre la tierra de los humildes“. La Basílica de Santa María la Mayor, el escenario del último adiós al papa Francisco (REUTERS/Claudia Greco) Mientras las calles de Roma siguen impregnadas del murmullo de los fieles que, de maneras íntimas y diversas, se despiden del pontífice que marcó la Iglesia. Los días de luto oficial se suceden como una letanía. Este domingo marcó el segundo de los nueve días destinados a honrar su memoria. Al final de ese duelo, el cónclave comenzará su deliberación para elegir al próximo sucesor de Pedro. Aunque aún no hay fecha concreta, el inicio debe producirse antes del 10 de mayo. Hasta entonces, los cardenales se reunirán en consistorios diarios, trazando los contornos del futuro de una Iglesia que agrupa a más de 1.400 millones de creyentes. Miles de fieles acuden a Santa María la Mayor para despedir al papa Francisco (REUTERS/Claudia Greco) Sin embargo, el camino no será sencillo. Aunque ocho de cada diez de los 133 cardenales electores fueron designados por Francisco, el grupo que cruzará el umbral de la Capilla Sixtina es profundamente heterogéneo. Son hombres de distintos rincones del mundo, cargados de dudas y visiones dispares sobre el rumbo de la Iglesia. Entrarán divididos, como reflejo de una comunidad mundial compleja, buscando, entre las columnas doradas y los frescos de Miguel Ángel, la chispa de consenso que el propio Francisco supo encender en su tiempo.
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