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  • El "mal rato" de Santa Teresa de Jesús en Córdoba: la religiosa, cuyo rostro ha sido reconstruido, dejó verse en la ciudad

    » Diario Cordoba

    Fecha: 27/04/2025 05:15

    Casi medio milenio después de su muerte, gracias a la tecnología, el mundo ha podido conocer el rostro fidedigno de Santa Teresa de Jesús. Ocurrió el pasado 28 de marzo. Los presentes en la basílica de la Anunciación de Alba de Tormes (Salamanca), donde se conserva el cuerpo de la mística, fueron testigos de un acontecimiento excepcional que no tardó en dar la vuelta al mundo: un busto realizado por Jennifer Mann, de la Monash University de Melbaurne (Australia), permitía mirar cara a cara a una de las mujeres más relevantes de la historia de España. El acontecimiento fue seguido simultáneamente desde Roma y Australia. En Córdoba, que lejos queda de estos tres lugares, la santa ya había sido vista, y ella misma se encargó de contarlo. Santa Teresa de Jesús nació en 1515 en Ávila y murió en 1582 en Alba de Tormes. El pasado 28 de marzo, 510 años después de que viniera al mundo, la ciencia regalaba al mundo un retrato, el más perfecto hasta ahora, de la santa: ojos negros muy vivos, pelo castaño, rostro armónico, severo y dulce, cejas anchas y arqueadas, tres lunares en la cara... La reconstrucción, posible gracias a los avances forenses y material histórico de la época, representa a la mística a una edad aproximada de 50 años. Con una faz algo más envejecida, pues tenía 60 años, la fundadora de la Orden de las Carmelitas Descalzas se paseó por Córdoba. La llegada a Córdoba La virtuosa llegó a la capital el 22 de mayo de 1575 tras hacer noche en las cercanías de El Carpio. Procedente de Beas de Segura (Jaén) y con destino a Sevilla, a donde se dirigía para fundar un convento, la carmelita decidió parar en la capital cordobesa. Era temprano cuando, acompañada de seis mujeres y tres hombres, todos ellos religiosos, los cuatro carros en los que viajaban entraron a la urbe. Teresa de Ávila quería acudir a misa por la mañana, sin que nadie los viera por allí. Y, con ese fin, se encaminaron al Campo de la Verdad, a una iglesia que, pasado el Puente Romano, esperaban encontrar en mayor soledad, alejada de las murallas de la ciudad. Sin embargo, antes de llegar al templo, la comitiva tuvo que afrontar varios percances. El primero, la falta de permiso para circular hasta allí con los carros. Se necesitaba licencia del corregidor, un permiso que tardó dos horas en expedir la autoridad. Ya la gente se iba acercando a ellos para saber quienes eran. Con la autorización en su poder, las religiosas fueron a cruzar cuando se percataron de que los carros no pasaban por la puerta del puente. Por tanto, tuvieron que aserrarlos. El tiempo iba transcurriendo y, cuando llegaron a la parroquia, se encontraron con algo totalmente inesperado. El rostro reconstruido de Santa Teresa de Jesús. / Europa Press Un sobresalto inesperado La iglesia de San José y Espíritu Santo, que por entonces era una ermita, estaba abarrotada. "Era la vocación del Espíritu Santo, lo que no habíamos sabido, y había gran fiesta y sermón", cuenta la santa y escritora en su Libro de las fundaciones. La devota narra en uno de los capítulos su paseo por Córdoba, donde tuvo que sufrir algún sobresalto. "Cuando yo esto vi, diome mucha pena, y, a mi parecer, era mejor irnos sin oír misa que entrar entre tanta baraúnda", sigue relatando. Sin embargo, el padre Julián se opuso y les insistió en que se quedaran. Iglesia de San José y Espíritu Santo de Córdoba. / Flickr La santa se apeó, con el resto del grupo, cerca de la iglesia. Aunque quisieron pasar desapercibidas, y para ello llevaban los rostros tapados con grandes velos, las capas blancas de sayal y las alpargatas eran mal atuendo para ocultarse entre las masas. Como ella misma narra, los cordobeses no tardaron en percatarse de la presencia y la muchedumbre se agolpó a su alrededor. Un hombre tuvo que apartar a la gente y, por petición de la mística, llevarlas hasta una capilla solitaria. "Aquel sobresalto me debía quitar la calentura del todo", señala en el escrito. A Santa Teresa, el gentío se le apareció como un animal salvaje y hasta en cierto modo cómica resulta la descripción que hace de aquella situación: "Fue para mí uno de los malos ratos que he pasado, porque el alboroto de la gente era como si entraran toros". El viaje continúa Tras el encierro en la capilla, que debió de hacérsele eterno, la comitiva salió y a dormir la siesta se dirigió hasta la sombra de un puente cercano. Fue un breve paso el que Santa Teresa tuvo por la capital cordobesa pero del cual dejó testimonio en su obra. Después de este episodio, la mística continúa su camino hasta Sevilla, donde el 29 de mayo de 1576 funda el convento de San José como parte de esa misión reformadora de la Orden del Carmelo que había emprendido. Retrato de Santa Teresa de Jesús. / Real Academia de la Historia De vuelta, un año después de esa estancia en Córdoba, a principios de junio, la devota vuelve a pasar por la capital. En esta ocasión, sin dejar grandes detalles escritos. Desde Alcolea, atravesando Sierra Morena, cruza hasta La Mancha poniendo fin a esa travesía por Andalucía. En Córdoba, ese episodio personal de la vida de Santa Teresa de Jesús es recordado al punto de que la plaza donde se ubica la iglesia lleva su nombre.

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