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  • El Barcelona gana la Copa al Madrid en una final apoteósica y dramática

    » Diario Cordoba

    Fecha: 27/04/2025 01:38

    El tiempo es puñetero. Cuando lo pierdes, ya no lo puedes recuperar. Modric, futbolista de época, pasó un balón al abismo. Y el abismo no lo miró a él como a Nietzsche. Lo hizo Koundé, uno de aquellos héroes inesperados que de repente aparecen en la historia del Barça, como Belletti, como Sergi Roberto, para conceder la Copa del Rey al Barça. La final, apoteósica, y que vivió dos levantamientos, uno de los blancos, otro de los azulgranas, definitivo en la prórroga, engrandece algo en lo que a veces no reparamos. El fútbol es maravilloso. La angustia ya había sido intensa la víspera, cuando durante ocho horas el Real Madrid amagó con no disputar la final de Copa si la Federación no se avenía a cambiar al cuerpo arbitral. Una vez desde el club blanco aceptaron que, con el Rey Felipe VI en el palco y 65.000 espectadores en La Cartuja, el plantón definitivo no se iba a dar, quedaba entonces atender a la reacción de los árbitros. Tanto de Ricardo De Burgos Bengoetxea, el juez principal que, antes de uno de los días capitales de su carrera deportiva, se echó a llorar; o de Pablo González Fuertes, el responsable del VAR y quien con más amargura se quejó de los vídeos de Real Madrid TV amenazando incluso con una huelga. Sólo De Burgos puede saber si todo aquello condicionó un arbitraje en el que siempre dio la sensación de que se resistía a acercarse el silbato a los labios por si se los abrasaba. La presión era máxima y los gritos de las hinchadas en un estadio en llamas, insoportables. Porque con 2-2 en el marcador y en el minuto 96, Rüdiger arrastró el tobillo de Ferran Torres. González Fuertes no avisó a De Burgos. Justo después, el árbitro principal veía penalti en una entrada de Asencio a Raphinha. Parecía convencido hasta que, desde el VAR, le invitaron a fijarse en que no había contacto. El drama podía continuar hasta la prórroga. Polémica Antes, los azulgranas ya habían protestado un agarrón en el área de Ceballos a Cubarsí cuando éste se disponía a rematar un córner que murió en el palo. Y los madridistas vieron cómo después de que Iñigo Martínez derribara a Vinicius y De Burgos se apresurara a señalar penalti, un segundo después tuviera que corregir por una clara posición de fuera de juego. La noche se endureció y Mbappé, en pleno levantamiento blanco en el segundo tiempo y justo antes de marcar el 1-1 de falta, protestó porque a De Jong no le habían mostrado la roja por agarrarle cuando se dirigía a Szczesny. No era el último defensor. El foco sólo apuntaba al silbato. No fue una final sencilla para nadie. El Barça se encontró con que, mientras el entorno mediático le exigía un triplete, debía corresponder a un favoritismo siempre peliagudo en duelos en que las emociones pesan mucho más que el balón. El gol inaugural de Pedri nació en una corrección de un imperial Cubarsí y en una maniobra de engaño de un Lamine teñido de rubio."Cuando la gente me mira, lo que quiere es ver a una estrella", es lo que decía Marilyn. Pero aquello no sirvió para que el Barça desplegara su alfombra. El Madrid se sublevó en el segundo tiempo al compás de los errores de Raphinha y gracias a los tantos de Mbappé, que había sido suplente por unos problemas en el tobillo que no se le notaron después, y Tchouaméni. El balón parado como tormento azulgrana. Aunque el equipo de Flick se distingue por un espíritu de supervivencia a menudo incomprensible. Porque Ferran Torres no había asomado en la final hasta que, en el minuto 84, aprovechó un toque sublime de Lamine al que ni Rüdiger ni Courtois supieron interpretar. Ya en la primera parte de la prórroga Ferran se quedó a un palmo de la gloria, y en la segunda incluso marcó en fuera de juego. Agonía La gran diferencia respecto a los otros dos clásicos del curso fue que Ancelotti reaccionó –Güler mejoró a Ceballos– y el Madrid supo aguantar el pulso para obligar al Barcelona a apretar los dientes hasta astillarlos. Araujo, Gavi y Fermín, últimas soluciones de Flick, disfrutaban en la agonía. Los jugadores reventaban en la noche. A Vinicius, orgulloso y peligroso mientras estuvo en el campo, no le llegó para alcanzar la prórroga. Pedri, que vivió un intenso duelo con Bellingham, también pidió la vez. Peor fue lo de Mendy, en quien Ancelotti había pensado para detener a Lamine Yamal y que apenas soportó diez minutos. El gol de Koundé en el minuto 116 provocó la locura en un Barça que venció en el dramatismo mientras Rüdiger perdía los papeles. El Madrid se fue hacia el árbitro. El Barça, a una grada que sueña.

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