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Buenos Aires » Infobae
Fecha: 25/04/2025 20:36
Juan Carlos y Juan Martín Alfonso los encargados de poner a punto las raquetas de los jugadores en el AAT Challenger Santander edición Tucumán (Foto: Omar Rasjido/Prensa AAT) En el corazón del torneo AAT Challenger Santander edición Tucumán, hay un profesional cuya labor es esencial pero a menudo pasa desapercibida: el encordador de raquetas. Su responsabilidad es mantener las armas de los jugadores en condiciones óptimas durante el torneo. Las raquetas son las espadas más preciadas de los tenistas, un termómetro de su rendimiento diario. Acompañan a los jugadores tanto en la victoria como en la adversidad, siempre a su lado, creando un vínculo especial. Sin embargo, a veces deben hacer malabares para no ser separadas, como ocurre en los vuelos, cuando las azafatas anuncian que deben ser despachadas a la bodega por falta de espacio en la cabina. Juan Carlos Alfonso, nacido hace 72 años en La Plata, se trasladó en 1982 a San Miguel de Tucumán junto a su familia, por pedido expreso de la empresa en la que trabajaba distribuyendo materia prima para panaderías. En 1993, decidió dar un giro radical a su carrera y abrió un local de casa de deportes, para más adelante darle pasó a ser también una casa de encordados. Con el tiempo, su pasión por las cuerdas se transmitió a su hijo, Juan Martín, y a su nieto, Tomás Augusto. Lo que comenzó como una apuesta se ha convertido en un legado laboral que abarca tres generaciones. “Al principio encordábamos para nosotros porque los chicos jugaban al tenis y con el correr de los años en el local tomamos la decisión de hacerlo para todo el público en general”, recuerda Alfonso. Durante la semana del AAT Challenger Santander edición Tucumán se encuerdan cerca de 250 raquetas (Foto: Omar Rasjido/Prensa AAT) -¿Cómo es el proceso de encordar una raqueta? -El proceso de encordado es meticuloso. Empiezo por cortar las cuerdas viejas y limpiar la raqueta, que a diario está cubierta de polvo de ladrillo. Luego la coloco en la máquina y comienzo a trabajar. El tiempo que toma encordar varía, generalmente entre 12 y 20 minutos, dependiendo del tipo de raqueta, la urgencia y las cuerdas utilizadas. Hace algunos años, cuando las raquetas eran más pequeñas, lograba encordarlas en solo 7 minutos. Hoy en día sería imposible, ya que las cuerdas han cambiado: antes se usaba multifilamento y ahora se emplea monofilamento, que es más duro. En un costado de la sala de jugadores, se encuentran los artesanos Juan Carlos y Juan Martín, rodeados de dos máquinas de encordado, pinzas, punzones, alicates y las raquetas que los tenistas les dejan junto a rollos de cuerdas. Cada encordado cuesta 20 dólares, y la ATP lo descuenta del premio que los jugadores reciben durante el certamen tucumano. Ambos son los primeros en llegar al club, a las 7 de la mañana, y los últimos en retirarse, a menudo pasadas la medianoche. En la actualidad y dependiendo de la urgencia el tempo de encordado de una raqueta puede ir de los 12 a 20 minutos (Foto: Omar Rasjido/Prensa AAT) Los gustos sobre las cuerdas varían según cada jugador. Cuanto más libras de tensión se le ponen a la raqueta, mayor control se obtiene, mientras que aquellos que buscan menos tensión prefieren más potencia. Antiguamente, las tensiones oscilaban entre 65, 68 y 70 libras. Actualmente, están entre 38 y 42. Sin embargo, todo depende de las preferencias personales. En este torneo, Hernán Casanova es quien más tensión utiliza, con 50 libras, mientras que Bautista Torres es el que menos, con 39. Una vez finalizada la semana del Challenger de Tucumán van haber encordado más de 200 raquetas. Alfonso se enorgullece de la buena relación que mantiene con los jugadores: “En algunos torneos profesionales no fuimos los encordadores oficiales, pero los chicos ya nos conocen y la mayoría nos pedía que les encordáramos las raquetas. Veníamos al club, las retirábamos y al día siguiente se las llevábamos al hotel o al club. Recuerdo que, en medio de los partidos, los jugadores nos pedían cambios de cuerdas, así que agarraba el auto, me iba al local, las encordaba y regresaba lo más rápido posible al club para entregárselas y que pudieran utilizarlas durante el partido”. Al caer la noche tucumana, tras una jornada que promedió las catorce horas, los Alfonso organizan su lugar de trabajo y se llevan las raquetas de los tenistas que han terminado, para tenerlas listas a primera hora y permitirles volver a competir.
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