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  • Consejos para conservar los embutidos y el queso una vez abiertos

    » Derf

    Fecha: 25/04/2025 15:26

    Disfrutar de una buena tabla de quesos y embutidos es un placer, pero es importante saber cómo conservar lo que sobra. Muchas veces, se recurre al papel film o al de aluminio para intentar mantenerlos frescos, sin embargo, estos métodos no siempre son la mejor opción. En la heladera, el frío reseca los alimentos, altera su sabor y puede terminar arruinando su textura. Los embutidos curados, como el jamón, el lomo o el chorizo, pierden humedad con facilidad si no se almacenan correctamente. Lo mismo ocurre con los quesos, que al estar expuestos al aire pueden endurecerse o desarrollar moho antes de tiempo. Aunque parezca una solución práctica, envolverlos en plástico o aluminio no garantiza la conservación óptima. La clave está en minimizar el contacto con el aire sin sellarlos por completo. Los expertos en conservación de alimentos recomiendan usar métodos que permitan mantener la humedad adecuada y, al mismo tiempo, evitar que los productos se sequen o se contaminen con olores de otros alimentos de la heladera. La alternativa más eficaz no está en los envoltorios tradicionales, sino en una solución sencilla y accesible. El truco más eficiente para prolongar la vida útil de los embutidos y quesos abiertos es guardarlos en recipientes herméticos. Estos ayudan a reducir el contacto con el aire y a mantener la humedad sin que se resequen. Para los embutidos, se recomienda además colocar una capa de papel de horno entre las fetas o piezas para evitar que se peguen y conserven mejor su aroma y textura. Otra técnica infalible para el embutido, sobre todo para el jamón o el lomo en pieza, es cubrir la parte del corte con un poco de su propia grasa antes de guardarlo. Esto crea una barrera natural que impide la oxidación y mantiene la jugosidad del producto. También es recomendable evitar cortar más cantidad de la que se va a consumir en el momento, ya que las piezas enteras conservan mejor sus propiedades. En el caso del queso, envolverlo en papel encerado o en un paño de algodón ligeramente humedecido es una opción eficaz para evitar que se seque sin privarlo de la respiración que necesita para mantenerse en buen estado. Además, si se trata de quesos curados o semicurados, almacenarlos en un recipiente con un pequeño trozo de pan o garbanzos secos puede ayudar a regular la humedad dentro del envase y prevenir la aparición de moho. Para los frescos, se recomienda meterlos en un tupper hermético en agua.

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