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Buenos Aires » Infobae
Fecha: 25/04/2025 03:14
La emoción de Teté Coustarot al recibir la bendición del Papa Francisco en 2016 La charla de Teleshow con Teté Coustarot iba a derivar en el cine, en su programa que proyecta a la pantalla chica lo mejor de las películas argentinas. Pero en esta semana tan especial, la escena que Teté revivió emocionada fue la de su visita al Papa Francisco, facilitada por Monseñor Guillermo Karcher, en el Vaticano. Y fue como una luz tan potente, que es imposible no comenzar por ella. En el año 2016, de visita en Roma, fue a la reunión de los miércoles en Plaza San Pedro, donde los argentinos tenían reservado un sector especial. Llevaba con ella una foto de Juan, un niño de Necochea con cáncer, hincha de Boca, a quien ella había conocido a través de una entrevista en la radio. Le regaló una camiseta firmada por el plantel Xeneize. Y cuando viejó a Italia, llevó su foto. El encuentro duró unos instantes, pero se transformó en uno de los momentos que más atesora en su vida: “Cuando se acercó el Papa, le mostré la imagen y le dije ‘mire, Santo Padre, este, este chiquito tiene cáncer, es de Necochea’. Él bendijo la foto y se la puso en el corazón. Ahí le dije ‘¿lo puedo abrazar?’ Sí, me respondió. Y lo abracé. Después quise hablar, pero no pude porque fue tal la emoción que no me salían las palabras. Lloré, y mirá que yo puedo hablar con cualquiera y en cualquier situación. Pero ahí no pude. Fue muy lindo. Y me quedó para siempre un recuerdo maravilloso”. Sobre la muerte de Francisco, Teté señala: “Me estoy dando cuenta de la valoración que hacemos todos de él. Para cada tema de la vida, cada tema existencial, no solamente religioso, ha pronunciado palabras muy sabias. Nos damos cuenta lo inmenso que fue este jesuita tan increíble, que los argentinos tuvimos la fortuna de tener como Santo Padre”. La historia del niño, luego de la bendición de Francisco a su foto, tuvo un final feliz, relata: “Los padres de Juan eran evangélicos, no eran católicos. Igual agradecieron infinitamente todo. Pasó el tiempo, y Juan hoy es un chico de 1,80 metro, que está fenómeno, curado, fantástico. No puedo olvidarme de esa bendición del Santo Padre”. Teté Coustarot al frente de su ciclo en América, donde repasa las grandes películas argentinas Y ahora, sí, la charla puede retroceder al comienzo, cuando Teleshow quiso saber dónde comenzó el amor de Teté Coustarot con el cine. Y para eso, tuvo que atrasar el reloj, mirar su vida con los ojos del pasado. Y destaca uno de los momentos más felices de su infancia en General Roca, Río Negro: la salida al cine. Pero no lo rememora como un acontecimiento, sino como un ritual cotidiano, que desembocaba en la penumbra de una sala de butacas tapizadas. En su ciudad natal había dos templos: el Cine Roca y el Gran Rex. En uno u otro, con hermanas o amigas, se zambullía en mundos de technicolor sin saber siquiera qué película vería: “No importaba qué dieran, el cine era el plan”. La matiné arrancaba a la una, la ronda a las cinco. Y en ese carrusel de historias proyectadas vio a Doris Day, a Rock Hudson, a la saga de Sissi Emperatriz. Y hasta las de acción —que no eran sus favoritas— tenían un asiento con su nombre reservado en su infancia. —No se nos ocurría que se pudiera elegir. Íbamos a lo que dieran. Y todo estaba bien —cuenta, con la claridad de quien no necesita cerrar los ojos para volver a esos días. Para ella, la magia de ese universo comenzaba con los afiches pegados en las puertas del cine. Más adelante, ya dueña de un lugar entre las figuras del país, Teté aprendió a leer las películas desde otro ángulo: el de las divas y los símbolos. Mirtha Legrand y Graciela Borges son, para ella, las dos grandes de nuestra cinematografía. A Mirtha la visita seguido: “Vamos a tomar el té los domingos. Hablamos de cine, de sus películas, del vestuario, de esos años dorados del cine argentino”. A Borges, en cambio, le recuerda una etapa más intensa, reflexiva, ligada a los años 60 y 70, a los dramas de juventud, al cine como espejo del país que cambiaba. Pero el cine también fue una experiencia palpable, profesional. Tuvo la fortuna de trabajar con Leopoldo Torre Nilsson y Beatriz Guido, en una serie de publicidades filmadas para Brasil. Un momento de su charla con Ricardo Darín que se verá este sábado Pasaron muchos años y una gran carrera para Teté, que comenzó en el modelaje, donde fue una de las tops, y se afirmó en la conducción de televisión. Ahora está al frente del ciclo “Argentina de película”, donde el cine nacional expone sus mejores films desde la pantalla de América. Este sábado 26 la cita será muy especial: Teté Coustarot recibirá a Ricardo Darín, y tendrá lugar una conversación íntima, que la anfitriona asegura que será tanto un homenaje como una celebración del cine argentino “A mí siempre me fascina hablar con Ricardo. Puede pasar del humor más genial a los temas más profundos. Siempre está atento, sabio, conciliador. Tiene una mirada con humor que alivia todo. Hay una unas declaraciones que él hizo en la entrevista sobre su padre que son muy interesantes, contó cómo era su relación con su madre, con su familia de origen y con la familia que formó con Flor, con Clarita y con el Chino, que son también muy especiales”. Lo ha acompañado en su crecimiento como actor y como persona. Hablaron por supuesto de El Eternauta, la serie sobre la historieta del desaparecido artista Héctor Oesterheld (que se estrena el 30 de abril por Netflix) y de la película que proyectará este sábado en el ciclo de América: La odisea de los giles, y de cómo la obra dirigida por Sebastián Borenstein dialoga con una joya del neorrealismo italiano: La armada Brancaleone, de Vittorio Gassman. Le maravilla cómo esa pandilla improbable logra vengar, en clave argentina, el trauma del corralito. Desde su lugar de presentadora de grandes producciones nacionales, la última pregunta sobre el tema apuntó a la reflexión que dejó Fabián Vena en una entrevista con Infobae, donde deslizó que el cine y la tevé estaban muriendo. Teté lo desmiente: “Eso jamás. El arte no se muere. Se transforma”. El cine y la fe, en la voz de Teté, no son tan distintos: ambos narran historias. Y, sobre todo, ofrecen redención.
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