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Buenos Aires » Infobae
Fecha: 25/04/2025 02:31
El erizo como una metáfora de las relaciones humanas (Wikipedia) “Cuando no hay un hombre en mi vida, me siento vacía y sola, pero al estar con alguien, me siento asfixiada”, confiesa Clara, una mujer que ha vivido en carne propia el vaivén de este dilema existencial. Su lucha interna refleja cómo las relaciones oscilan entre la necesidad de conexión y el miedo a perderse en el otro. Por su parte, Carlos, de 48 años, me confiesa: “Deseo con toda mi alma estar con alguien, pero tengo pánico de que me haga sufrir, como ya lo viví otras veces. Mi miedo termina pudiendo más que mis ganas. Y acá estoy, en la mitad de mi vida, sintiéndome solo, con la autoestima cada vez más por el piso”. Este testimonio muestra cómo el miedo a sufrir puede volverse una barrera insalvable. Para tratar de entender la complejidad de las relaciones humanas, Arthur Schopenhauer imaginó una metáfora conocida como el dilema del erizo. En una fría noche de invierno, dos erizos buscan calor acercándose uno al otro. Sin embargo, sus púas los hieren al estar demasiado cerca, y al alejarse, el frío los invade. Así repiten el ciclo una y otra vez hasta encontrar una distancia que les permita compartir calor sin lastimarse. A primera vista, parecería que el cuento tiene un final feliz: los erizos encuentran la distancia justa. Sin embargo, el filósofo alemán, conocido como “el filósofo del pesimismo”, no compartía este optimismo. Para Schopenhauer, esa distancia nunca sería completamente satisfactoria. Aunque permita cierto confort, siempre dejará una insatisfacción latente: demasiado lejos, reina la soledad; demasiado cerca, el dolor. En su visión, la naturaleza humana está condenada a vivir atrapada en este dilema, donde cualquier relación está impregnada de incertidumbre y riesgo y por lo tanto, nunca puede ser totalmente plena o feliz. ¿Cómo sabemos si la distancia que mantenemos con los demás es la adecuada? ¿Es el miedo a ser heridos el único obstáculo, o hay algo más profundo en juego? ¿Qué pasa con las relaciones en las que ya nos hemos acercado demasiado o hemos causado daño? ¿Hay salida al dilema? Mientras Schopenhauer veía este conflicto como una condena, Elizabeth Gilbert, autora de Comer, Rezar, Amar, ofrece un enfoque más esperanzador. Según ella, la clave está en desarrollar nuestro propio “calor interior”, es decir, en aprender a depender menos emocionalmente de los demás. Este equilibrio interno permite acercarnos sin miedo al rechazo o al daño, cultivando relaciones más saludables y auténticas. Al fin y al cabo, es probable que el dilema del erizo no tenga una solución definitiva, pero nos invita a reflexionar: ¿cuánto estamos dispuestos a arriesgar para acercarnos a los demás? Aunque vivir con las púas de otros no sea fácil, también es lo que nos permite crecer y experimentar el calor de la conexión humana. Y también cabe preguntarnos ¿Y si fuera yo el erizo?, ¿qué podría hacer para no lastimar a quienes intentan acercarse? Y tal vez ahí reside el verdadero aprendizaje: abrazar la ambivalencia de las relaciones, con sus luces y sombras, es parte del desafío y el regalo de estar vivos. ¿Serán nuestros vínculos una condena? ¿O podremos desarrollar nuestro propio calor interno y no sentir frío en la soledad, ni incendiarnos en la intimidad? Quizás, al aceptar nuestras imperfecciones y límites, podamos encontrar en ese equilibrio imperfecto la posibilidad de algo más cercano a la plenitud. * Juan Tonelli es speaker y escritor. El texto es parte del libro “Un elefante en el living, historias sobre lo que sentimos y no nos animamos a hablar”. www.youtube.com/juantonelli
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