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Parana » AIM Digital
Fecha: 24/04/2025 04:55
En un informe publicado en The Lancet se señalan los factores que podrían impulsar la suba: sedentarismo, tabaquismo y el estrés. Un reciente informe de The Lancet Regional Health enciende las alarmas: el accidente cerebrovascular (ACV), tradicionalmente asociado a mayores de 60 años, está irrumpiendo con fuerza entre los adultos jóvenes de la región. “En la Argentina, aproximadamente el 15 por ciento de todos los ACV ocurre en personas de entre 18 y 55 años”, señala Matías Baldoncini, integrante del Servicio de Neurocirugía del Hospital Petrona V. de Cordero de San Fernando. Entre 1990 y 2015, las tasas de ACV ajustadas por edad mostraron un descenso alentador. Sin embargo, el estudio advierte que desde entonces la incidencia de accidentes cerebrovasculares en adultos jóvenes ha registrado un crecimiento sostenido. El estudio, que abarcó datos de 38 países y territorios entre 1990 y 2021, muestra aumentos sostenidos en incidencia, mortalidad y carga de años de vida ajustados por discapacidad (Daly). Entre 2015 y 2021, la incidencia de accidentes cerebrovasculares creció con mayor fuerza en las mujeres, sobre todo en el rango de 15 a 49 años. Este aumento podría estar relacionado tanto con cuestiones hormonales —como el uso de anticonceptivos o las complicaciones durante el embarazo— como con la creciente prevalencia de enfermedades crónicas (hipertensión, obesidad y diabetes). Al mismo tiempo, las pacientes suelen enfrentar obstáculos particulares para acceder a un diagnóstico precoz y a un tratamiento adecuado, un déficit que los autores identifican como prioritario para diseñar intervenciones más efectivas. Los especialistas señalan varias causas detrás de este repunte en adultos jóvenes y de mediana edad. La escasa atención a los factores de riesgo clásicos —hipertensión, diabetes y sobrepeso— emerge como un desencadenante fundamental. Sin embargo, también ganan protagonismo otros elementos, como el estrés continuo, la vida sedentaria, la contaminación ambiental y el consumo de sustancias perjudiciales, que podrían estar alimentando esta tendencia. “La hipertensión arterial alta está presente en el 41 por ciento de los casos en jóvenes argentinos; el tabaquismo, en el 31,4 por ciento; la dislipidemia en el 27,6 por ciento y el sobrepeso u obesidad, en el 25,3 por ciento”, detalla Baldoncini, que subraya que esta confluencia de factores tradicionales expone a los pacientes más jóvenes a sufrir un ACV con la misma gravedad que los adultos mayores. A la lista de riesgos se suma un preocupante aumento de los ACV criptogénicos —aquellos sin causa identificable tras los protocolos iniciales— en adultos de 18 a 49 años. “Los mecanismos hasta ahora no identificados representan un reto diagnóstico y terapéutico. Muchos de los pacientes que sufren un ACV criptogénico carecen de hipertensión, diabetes y antecedentes de tabaquismo, lo que dificulta la prevención y el tratamiento precoz. En algunos centros, hasta la mitad de los ACV en jóvenes queda clasificada como criptogénica”, señala el experto. Las secuelas de un ACV antes de los 50 años son profundas. Aproximadamente un 20 por ciento de los pacientes jóvenes queda con algún grado de discapacidad tras el episodio inicial, y cerca del 13 por ciento sufre una recurrencia durante el seguimiento. “Muchos de estos pacientes no pueden retomar sus actividades habituales y atraviesan desafíos psicológicos significativos tras el ACV”, alerta Baldoncini, que insiste en que el impacto laboral y el emocional profundizan el costo social de esta enfermedad. Las disparidades geográficas y socioeconómicas agravan el panorama. En Estados Unidos se ha logrado contener parte del aumento, mientras que en países del Caribe —como Jamaica, Haití y Venezuela— la incidencia, la mortalidad y los años vividos con discapacidad siguen al alza. Las naciones más pobres presentan un vínculo directo entre el incremento de casos y la falta de recursos sanitarios, en tanto que las economías más desarrolladas consiguen amortiguar la letalidad a pesar de registrar más episodios. “Es imprescindible diseñar e implementar estrategias de prevención primaria y secundaria enfocadas en la población joven, así como legislar a nivel nacional”, concluye Baldoncini, poniendo el foco en campañas de control de la presión arterial, abandono del tabaco y promoción de estilos de vida activos. Además, insiste en investigar el rol de factores emergentes —estrés, contaminación ambiental, sedentarismo— que podrían estar contribuyendo a la creciente incidencia de ACV en los menores de 50 años. Otra medida fundamental es la necesidad de ampliar las redes de rápida atención para los casos de ACV. Estas estructuras organizativas, que ya funcionan en varias provincias argentinas, son claves para garantizar un diagnóstico y tratamiento oportunos. Sin embargo, aún existen grandes disparidades en su desarrollo. Mientras Buenos Aires cuenta con una Red Integral de Atención al ACV, que coordina esfuerzos en varios niveles de complejidad, en otros distritos ese trabajo aún no empezó.
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