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  • La odisea del libro más antiguo de la Biblioteca Nacional: fue clave para organizar las fiestas religiosas

    » Diario Cordoba

    Fecha: 23/04/2025 13:40

    Es el gran tesoro de la Biblioteca Nacional. Su pieza más antigua, la más cotizada. Un tratado del siglo IX sobre cómputo y astrología: el códice de Metz fue un encargo de Drogo, hijo de Carlomagno, para recoger los datos científicos que tuvieran una repercusión litúrgica. Por ejemplo, aquellos que ayudasen a calcular ciertas festividades. Aunque no se conserva el original, esta copia es la más fidedigna de todas las que existen en el mundo. "Su finalidad es disponer del conocimiento del universo y de los fenómenos naturales. No son, por tanto, textos originales, sino que proceden de autores relacionados con esta temática. Además, cuenta con magníficas ilustraciones que enriquecen su valor", explica María José Rucio, jefa del servicio de Manuscritos e Incunables. Bajo la identificación MSS/3307, en las profundidades de Recoletos, resiste el paso del tiempo. “El códice, entendido como la obra escrita a mano durante la Antigüedad Clásica hasta el fin de la Edad Media, se asemeja físicamente al libro moderno. Las materias primas empleadas para su elaboración fueron el pergamino y el papiro, quedando las hojas unidas por una costura y encuadernadas con materiales diversos, principalmente madera”, recoge la Biblioteca Nacional. Está formado por 76 hojas escritas en latín, mediante un sistema de caligrafía carolingia: es decir, es uno de los primeros ejemplares con letras en minúscula. “Está decorado con 42 representaciones figuradas de las constelaciones, dibujadas a pluma, con trazo firme y grueso, o pintadas directamente, de gran realismo. Colorido tenue y variado, con predominio de los tonos azules, ocres, marrones verdes, rojos transparentes… todos ellos con variedad de gamas”, reza en la nota de ilustración. Una obra que guarda reminiscencias del Liber Astrologicus de Isidoro de Sevilla y del De natura rerum de Beda el Venerable. Aunque se trata de una versión de la Compilación de Aachen, se realizaron aportaciones propias. "Teniendo en cuenta que forma parte del fondo fundacional de la Biblioteca Nacional, su presencia enriquece, sin duda, la importante colección de manuscritos medievales", subraya Rucio. Sus páginas están protagonizadas por Hércules, Virgo, Casiepei, Andrómeda… con trazo firme y volúmenes realistas. Sin embargo, curiosamente, a partir de la 60, con Sagitario, Orión, Eridano y Centauro, las figuras se vuelven más planas. Asimismo, aparecen animales con distintas capas, entre ellos, serpientes, cetáceos, liebres y toros. Una muestra de la habilidad que tuvieron sus autores a la hora de reflejar el movimiento. Ante todo, predomina el valor estético. Lo que convierte al Códice de Metz casi en un facsímil de la época: "Según H. Le Bourdellès formaría parte de una familia de siete manuscritos. Todo ello demuestra su amplia difusión y la importancia que tuvo esta compilación en el periodo al que pertenece". De valor incalculable Antes de llegar a Madrid, estuvo en el monasterio benedictino de Prüm (Alemania). Y, tras pasar por distintas manos, en Sicilia fue confiscado por el duque de Uceda. "Posteriormente aparece en Lieja en el 922 y de allí llegará a España. A comienzos del siglo XVIII, se encuentra en la Real Librería Pública, fundada por Felipe V en 1711", prosigue Rucio. Poco después, llegó a la institución. Los principales centros de copia, donde fue reproducido manualmente, sin prisa, se encontraban en Aquisgrán, Tours y Reims. Desde allí, se enviaban al resto de Europa. En la actualidad, su valor es incalculable: "Se conserva en la cámara acorazada del depósito de manuscritos de la BNE a una temperatura constante de 18º y una humedad relativa que no supere el 40%". Antes de llegar a Madrid, el códice de Metz estuvo en el monasterio benedictino de Prüm. / CEDIDA Hay que destacar que el Códice de Metz es el libro más antiguo que la Biblioteca Nacional tiene en propiedad. Sin embargo, hay otro aún más viejo. “El papiro de Ezequiel pertenece a la Fundación Pastor. El presidente de su Patronato, Manuel Fernández-Galiano, decidió en 1983 entregar en depósito las páginas que corresponden exclusivamente al Libro de Ezequiel y que se datan a comienzos del siglo III. Este organismo es depositario de la colección Papyri Matritenses, constituida por 348 papiros, entre ellos éste, que es el único que no está custodiado por ellos”, subraya la Biblioteca Nacional.

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