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  • Del discurso del libre mercado al látigo de Guillermo Moreno

    » El litoral Corrientes

    Fecha: 23/04/2025 10:57

    Jorgesimonetti.com “El Gobierno se mostró muy activo en la guerra contra los remarcadores. Convencido de que el salto de la inflación será coyuntural, ahora el equipo económico busca morigerar el impacto de los aumentos de precios de forma rústica, a lo Guillermo Moreno” Maia Jastreblansky, La Nación Quiénes se aferran a los dogmatismos de la ideología, tarde o temprano se encuentran con dificultades cuando el manual no funciona. Deben, en estos casos, recurrir a el pragmatismo racional que indican los hechos. Es lo que diferencia a los buenos gobernantes de aquéllos que, en su rigidez, prefieren la coherencia de lo que está escrito por sobre la adaptación práctica. Y así, suelen morir aferrados a su “biblia”. No pretendo con ello convertir en regla un pragmatismo todo terreno, en el que hasta los principios se negocian. Sí, en cambio, destacar que hay materias de gobierno en las que el gobernante debe tener la lucidez y el ritmo de saber timonear tormentas sin atarse al manual náutico. La cuestión es mantener a flote el barco y no ahogar a todo el pasaje. En su gestión de gobierno, creo que el presidente Milei es un dogmático político y un economista pragmático. ¿Cómo? Sí, en materia política se aferra al manual de la ultraderecha, en el manejo de la economía, echa mano a soluciones heterogéneas que no son todo lo liberales que se supone en su ideología. Ante las acechanzas de la escasez de dólares, el gobierno debió hacer ajustes urgentes, apartarse de su carta náutica y pegar el timonazo hacia el intervencionismo estatal, por el riesgo cierto de que TSVAC (todo se vaya al carajo). “En su gestión de gobierno, Milei ha demostrado que es un dogmático político y un pragmático económico” En el discurso, lo presentó como TMAP (todo marcha de acuerdo al plan), diciendo que los cambios respondieron a la tercera etapa, prevista desde agosto de 2024. Nadie le creyó, obviamente. Pero bueno, la cuestión son los resultados y no el relato. Con los “dolaritos” asegurados gracias al FMI y otras entidades internacionales de crédito, se construye la base para alejar la tormenta que se visualizaba como inminente. “Salimos de Egipto” fue, bíblica, la expresión de Milei. Pero, se cruzó un cisne negro que, no por esperado, dejaba de ser altamente revulsivo en los planes oficiales: el incremento del índice inflacionario. Desde el punto de vista político y electoral, sin dudas que la joya más preciada de la abuela que tiene el libertarismo es el control de la inflación. Entre las nubes de Baco por los festejos del acuerdo con el FMI, se le cruzó al gobierno un dato maldito, el crecimiento de más de un punto del índice inflacionario en marzo. “La inflación, que subió en marzo, es el único indicador que puede arruinar los planes electorales del gobierno. De allí, el control de precios al estilo Guillermo Moreno” Hay que bajarlo a como dé lugar y rápido. Caso contrario, la arquitectura del plan “Aguantar” comenzaría a ceder y se correrían grandes riesgos de un fracaso en octubre. Y como “la necesidad tiene cara de hereje”, haciendo uso del pragmatismo que viene demostrando el presidente, se arrancaron las hojas del manual libertario referente a los precios relativos, y se recurrió a la inmediatez del método Moreno. La devaluación de diciembre de 2023 fue, según el discurso oficial, para acomodar los precios relativos de la economía, altamente distorsionados por el desastre de Fernández y Massa. Los precios relativos no son los de cada bien, sino la relación entre el precio de un bien o servicio con respecto a otro, indicando la escasez relativa de cada uno. Para los liberales, los fija el mercado. Para los intervencionistas, el estado. Cuando se establece el nuevo régimen cambiario, se advierte la devaluación encubierta del peso respecto al dólar. Rápido de reflejos, el mercado comenzó una remarcación de precios, sobre todo en el área de los supermercadistas, prepagas y grandes empresas como Molinos Río de la Plata y Unilever. El manual indicaba que el mercado, el libre juego de la oferta y la demanda, pondría las cosas en su lugar en materia de precios. Pero para eso se necesita tiempo, y, además, no siempre es así. Las pocas hojas que le quedaban a la biblia liberal en materia económica, fueron arrancadas de cuajo, y el gobierno dio la orden de evitar las remarcaciones utilizando el método tan criticado pero tan expeditivo del inefable Guillermo Moreno: amenazas y látigo. “Cosas veredes”. Se levantaron los teléfonos, y alejados del idioma castizo, los empresarios escucharon toda suerte de advertencias en idioma mileísta. Y como el capital es cobarde, actuaron en consecuencia. Bien para el consumidor de a pie, no tanto para la coherencia ideológica. Pero, como dije, los libertarios en el poder son autoritarios para todo, para el manejo institucional y político, y, vaya pecado de leso liberalismo, para la economía también. “El intervencionismo del estado en el mercado es un pecado de leso liberalismo. Pero, la necesidad tiene cara de hereje” Arriesgar el recrudecimiento de la inflación, que no está del todo descartado, sería declinar el principal sustento de la odisea libertaria, que pondría en peligro un buen desempeño en las elecciones del mes de octubre. Y lo necesitan, como el agua. Independientemente que los objetivos tengan un interés más pequeño que el del interés público, el electoral, no está mal que utilicen herramientas heterogéneas para domesticar el mal que aqueja a los argentinos hace décadas y que nos ha vuelto un pueblo desconfiado y hábil para navegar en aguas turbulentas. Total, tantas hojas ha perdido el manual del buen liberal, como el mantenimiento del Banco Central, que hoy cumple un papel fundamental luego de haber sido vilipendiado por Milei, el control cambiario, y tantas otras “triquiñuelas” que son más propias de los “zurdos de mierda”, que de un liberal de galera y bastón. Del libre juego de la oferta y la demanda al método Moreno hay un campo, pero la necesidad tiene cara de hereje. Nuevamente: “cosa veredes, Sancho, que non crederes”.

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