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    Fecha: 23/04/2025 06:41

    El jesuita Francisco, con 88 años de edad, fue el segundo Papa más longevo de la historia vaticana detrás de León Xlll, quien falleciera a los 93 años en 1903. miércoles 23 de abril de 2025 | 6:00hs. El jesuita Francisco, con 88 años de edad, fue el segundo Papa más longevo de la historia vaticana detrás de León Xlll, quien falleciera a los 93 años en 1903. Francisco, nacido como Jorge Mario Bergoglio, hijo de inmigrantes italianos, nació en Buenos Aires en 1936. Fue el primer latinoamericano y miembro de la orden jesuita en ser elegido Papa en los 2.000 años de historia de la Iglesia. También fue el primero que se autodenominó Francisco. Eligió ese nombre en honor de Francisco de Asís, creador de la orden franciscana y de una segunda orden conocida como Hermanas Clarisas. El Santo Francisco de Asís es figura emblemática en la historia de la Iglesia Católica. Venerado no solo por su renuncia a las riquezas materiales y su dedicación a los pobres, también por su amor por la naturaleza y su compromiso con la paz, y es lo que tomó para sí Francisco. Bergoglio admiraba a Ignacio de Loyola, fundador en España de la Compañía de Jesús en 1534, pues antes, Loyola había sido militar, para después en acto de fe convertirse en religioso, de allí el nombre de “compañía”, término militar que señala unidad de soldados. Y él, Bergoglio, por su vocación ingresó al seminario diocesano de Villa Devoto y posteriormente al noviciado de la Compañía de Jesús. Se ordenó como sacerdote el 13 de diciembre de 1969 como soldado de Cristo. Un discípulo de Loyola, Antonio Ruiz de Montoya, de 26 años, con otro puñado de muchachones de la misma congregación llegó a estos lares en 1612 y fundarían con el tiempo treinta pueblos desde el este del río Paraná al oeste del río Uruguay: La república de las Misiones Jesuitas. La posteridad la convirtió en leyenda. Y en nuestro presente, hubo argentinos no despojados de cierto fanatismo que estuvieron embroncados con el papa Francisco, fallecido el lunes 21 de abril, porque no vino a la Argentina. Tal vez tengan un cacho de razón, pero eso no los autoriza a inferir injurias y calumnias que hicieran hacia su persona sujetos de distinta laya. Sin embargo, él los perdonó. Porque para él, como supo repetir, perdonar es liberarse del resentimiento contra algún ofensor y renunciar a la indignación que provoca la ofensa. Y en los cristianos es la libertad de espíritu que otorga la caridad, pero no invalida la aplicación de justicia al ofensor. Los que pasamos por colegios religiosos recordaremos las lecciones de historia sagrada, si así no fuera, basta repasar el Nuevo Testamento y refrescaremos la memoria; al punto nos viene la enseñanza de Jesús cuando en su oración decía: “Perdónanos nuestros pecados, como nosotros perdonamos a todo el que nos debe”. Aleccionando que el perdón es como la cancelación de una deuda, y tampoco lleva la cuenta del daño. En este aserto debemos tener presente que el Ser Supremo no perdona a los que cometen pecado con malicia y se niegan a reconocer su falta, o posan indiferentes ante el daño cometido. Estos son los soberbios de soberbia, los que jamás hacen autocrítica, ningún mea culpa y pasan por el mundo insensibles como si fueran los dueños de la verdad absoluta e irrebatible. Y los otros son sus débiles opositores. Pero también saben de su debilidad cuando reconocen una instancia superior que no le podrán correrle con la vaina, ni con injurias, ni maledicencias ni conjuros como antes hacían con los otros, incluido en su abarcadora depredación al cura jesuita Jorge Mario Bergoglio. ¡Pero oh milagro! De repente el cura Bergoglio se transformó en el papa Francisco, causando la alegría de la grey católica esparcida por el mundo en especial en suelo argentino. Y si en el orbe celestial cantaron aleluya, a algunos soberbios de mirar altivo aquí en su patria chica les causó estupor primero, después indignación, luego improperios hasta ser acusado falsamente de bendecir el golpe de Estado del 76. Nada más falso y blasfemo. Luego, después del aturdimiento que el hecho en sí causaba, y observar el peregrinaje de reyes, príncipes, presidentes y hasta pobres de toda pobreza desfilar en busca de su bendición, también ellos, los soberbios, desfilaron y siguieron desfilando por el Vaticano pidiendo bendiciones, llevando obsequios como los reyes magos y sacarse fotos con el objetivo de usarlo. Y el papa Francisco, en su visión omnicomprensiva, supo muy bien la humillación que siente en su interior el que va de suyo en sumisión, aunque soberbio no pida perdón. Porque, apóstol de Jesús como lo fue, ha renunciado terrenalmente a la indignación que provoca la ofensa de los Horacio, de los Aníbal y de quienes usaron de baño la Iglesia Catedral de Buenos Aires. Allí donde descansan los restos del General San Martín. Al contrario, rogó humilde, “recen por mí. Hoy nosotros rezamos y rezaremos, por él. Su último rezo lo pinta de cuerpo entero: “Cuánta voluntad de muerte vemos cada día en los numerosos conflictos que afectan a diferentes partes del mundo. Cuánta violencia percibimos a menudo también en las familias, contra las mujeres o los niños. Cuánto desprecio se tiene a veces hacia los más débiles, los marginados y los migrantes”. Por último, Jorge Mario Bergoglio se graduó como técnico en Química y supo trabajar en laboratorios realizando análisis bromatológicos, es decir, relacionados al estudio de los alimentos. La Bromatología es materia importante que estudiamos en Ciencias Veterinarias.

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