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Parana » Ahora
Fecha: 22/04/2025 11:12
El hambre de los gansos Cada vez que veo gansos pienso en los versos de Mary Oliver “no tienes que ser buena” “deja que el suave animal de tu cuerpo ame lo que ama”. Recito el poema burlonamente mientras tres gansos nos graznan enloquecidos de hambre frente a las manos pequeñas de mis hijos. Palmas abiertas como galletas blandas que podrían tragar de un picotazo. Tres gansos que nos persiguen mientras les dejamos bizcochos y cereales en el camino, como si arrojásemos pétalos o migas en un bosque. ¿Será que estar mucho tiempo con niños nos hace entrar al mundo de los cuentos? ¿será que la infancia está escrita en el género fantástico y lo que esperamos que nos ocurra nos pasa por dentro? El ganso más gordo es blanco, los otros que lo secundan tienen plumas marrones y grises. Cuando el líder no come, les pega entre las plumas un puntazo a sus compañeros. Es malo, dice mi hija. Quiero darle a los otros pero él se come todo. Me reprocha la injusticia del insaciable que domina el hambre de todas las aves que vemos. Yo temo que quiera comerle los ojos a mi hijo menor que es confiado y se acerca a cualquier cosa viva que le hable con sonidos. Pareciera que su lenguaje se entusiasma y que su lengua también maneja ese apetito por graznar, silbar, mugir, balar. Es un animal chiquito, con rulos que suben en su nuca, con el brillo impiadoso de las cosas hermosas que no sabemos cómo es posible que existan en una relación íntima con nosotros. ¿Cómo pudo nacer este hijo entre mi cuerpo? ¿Cómo se suelta esa boca sin riendas de los tirones de las sílabas marcadas? Las madres también vivimos con el hambre puesto sobre los hijos. Una miga con la palabra nueva, otra galleta con la dulzura del abrazo, el mal sabor en los miedos por las caídas. La mordida entre sus secretos. Quizás regamos la tierra de plumas, quizás hay una fe en el vuelo de las vértebras que no son nuestras. Quizás esta sed por el misterio solo sea una excusa para alargar los días entre cuerpos pequeños, la altura que busco recuperar para mirar mejor las cosas, para entender de qué se trata el hambre. *
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