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  • Tras Francisco, encrucijada entre una Iglesia con el pueblo y el temor al giro conservador

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    Fecha: 22/04/2025 06:50

    El legado del primer Papa jesuita, centrado en su preferencia por los pobres, redefinió la imagen de la institución, alejándola de una visión dogmática y cerrada. “Deseo un Papa que siga ese camino. Temo un rebrote conservador que vuelva a cerrar la Iglesia”, sostuvo Rafael Velasco, ex rector jesuita de la Universidad Católica de Córdoba quien le propuso a Jorge Bergoglio un jubileo para que retornen a la Iglesia los curas casados. “Me respondió que le parecía una iniciativa audaz y evangélica, pero que eso lo tendría que hacer ‘Juan 24’” Por Carolina Klepp El Papa Francisco, el primer jesuita y latinoamericano en llegar al trono de Pedro, falleció en Roma a los 88 años. Con él se cierra un pontificado profundamente reformador, con énfasis en la compasión, la pobreza y una Iglesia más abierta. En medio de la conmoción global, hablamos con el cura jesuita Rafael Velasco, ex rector de la Universidad Católica de Córdoba (UCC) y ex superior de la Provincia Argentino-Uruguaya de la Compañía de Jesús. Compartió momentos con Jorge Bergoglio tanto en su etapa formativa como en su papado. En tiempos de polarización y retrocesos, el paso de Francisco quedará como un capítulo que desafió estructuras. Su vida y su muerte interpelan a una Iglesia que aún busca su próximo paso. – ¿Qué legado deja Francisco, particularmente como jesuita? – Por un lado, los jesuitas teóricamente no podemos llegar a ser obispos y menos Papa, porque hacemos un voto – a pedido de San Ignacio de Loyola- de no aceptar dignidades eclesiales, salvo que el Santo Padre te lo pida. Como fue el caso de Jorge (Bergoglio), que no solo fue obispo, sino también Papa. Él, como Papa jesuita, primero es un precedente que no hay. Es un caso único. Y después, el legado que nos deja es una mirada sobre la Iglesia con la que yo me siento muy identificado -no solo por jesuita, por cristiano-: poner a Jesús adelante. Primero seguir a Jesús y después viene la doctrina y toda esta otra historia. Jesús y la compasión de Jesús primero. Las preferencias de Jesús, eran los pobres. Ha sido un legado enorme y nos ha hecho mirar desde ahí a la Iglesia. No desde esta pretensión de que la Iglesia tiene la llave exclusiva o que es una especie de agencia que le dice a todo el mundo cómo tiene que vivir. Él vuelve al centro por el cual surgió la Iglesia: el seguimiento de Jesús, una comunidad de no perfectos que trata de seguirlo. Ese ha sido un gran legado. Y también es un legado propio de la Compañía (de Jesús), que en un momento optó por el “servicio de la fe y la promoción de la justicia”. Las dos cosas van juntas: seguir a Jesús y trabajar por los pobres, por un mundo más justo, esos han sido grandes legados de Francisco. – ¿Qué Papa esperá ahora? ¿Qué cree que viene? – Voy a expresar dos cosas: el Papa que deseo y qué es lo que temo. Después, Dios dirá qué hace. Yo deseo un Papa que continúe la línea de Francisco, y eso sería factible dado que gran parte de los cardenales los nombró él, y uno supone que tienen un perfil de la Iglesia que él ha ido poniendo en marcha. Deseo que sea alguien que continúe este camino de la Iglesia que camina con el pueblo, que se anime a acercarse a los pobres. Temo un rebrote más contestatario, más conservador-tradicionalista,en el sentido malo del término, que vuelva a cerrar la Iglesia, a poner otro énfasis, otro centro. Francisco ha tenido mucha contestación durante su pontificado, de sectores minoritarios pero recalcitrantes. Se opusieron frontalmente a él, algo que no había pasado nunca con otro Papa en los últimos tiempos. Temo esa deriva conservadora, pero confío en Dios y en que el Espíritu Santo guíe a la Iglesia. – Hay muchas hipótesis sobre quién podría sucederlo. Se habla de un Papa africano, asiático, italiano… ¿Qué considera como más probable? – Este es el momento más simpático para sentarse a comer pochoclo y ver qué pasa (ríe). Hay un dicho bastante cierto: “el que entra Papa al cónclave, sale cardenal”. O sea, si dicen “este va a ser”, por lo general no es. Porque hay que conseguir dos tercios de los votos. Y muchos cardenales ni se conocen entre sí. Ahora deben estar todos mirando el librito de quién es quién. Por eso se juntan nueve días antes del cónclave. Cualquier hipótesis puede ser verdadera o falsa. Algunos quieren un Papa europeo, los italianos son los primeros, pero son minoría. También se habla de un Papa africano, pero hay que juntar los votos para eso. Hoy es muy incierto arriesgar qué puede llegar a ocurrir porque hay muchos intereses en juego. Como en toda elección, hay política. Sutil, pero la hay. Hay candidatos, hay quien tiene jefe de campaña sin estar en campaña. Pero nosotros creemos que el Espíritu guía, a pesar de todo el despelote. – ¿Tiene alguna anécdota personal con Francisco? – Tengo varias. Una muy fuerte es cuando yo era novicio y él, siendo director del Colegio Máximo, me mandó un mes a cuidar chanchos. Teníamos chanchos en la casa de formación. Yo les daba de comer, limpiaba el chiquero. Él cada tanto aparecía y también les daba de comer. Y otras ya siendo Papa. Siempre tuvo mucha deferencia conmigo: me recibió cada vez que fui a Roma, contestó mis cartas… Estoy sumamente agradecido. Una vez, cuando él convocó al jubileo, yo le mandé una carta proponiéndole hacer un jubileo para los curas casados. O sea, para los que dejaron el ministerio, se casaron, pero quizás querían volver a ser curas siendo casados. Que puedan ser pastores de la comunidad. De hecho, el Papa Benedicto había hecho algo así con los sacerdotes anglicanos que se fueron del anglicanismo y se vinieron a la iglesia católica y los recibió casados y todo. Hizo una prelatura para ellos. Él me contestó una carta muy linda, larga. Me dijo que le parecía una iniciativa audaz y evangélica, que coincidía “de corazón”, pero que eso lo tendría que hacer “Juan 24”, el Papa siguiente. Como diciendo: “Esto está buenísimo, pero en este momento de la iglesia yo ya no lo puedo hacer”. Se me ocurrió esa idea y se la mandé, estoy seguro de que vendrían muchos. Si eso se hizo con los anglicanos, ¿por qué no se puede hacer con los católicos? Recibimos a los de afuera, ¿por qué no le vamos a dar esta posibilidad a los nuestros? – ¿Cómo lo define como figura? – Como pastor. Un tipo que salió a buscar a todos. Me encantó que nunca se dejó encasillar ni que le marcaran la cancha. En la guerra de Ucrania-Rusia, todos querían que él se declarara a favor de Ucrania contra Rusia y jamás lo hizo. Dijo que la guerra está mal, las balas son malas vengan de donde vengan. Recibía a quien lo buscaba. No a los que los otros decían que había que recibir. Se salía del libreto, de la caja en la que lo querían meter. En eso fue siempre un pastor. Y con una lucidez práctica muy grande. – ¿Qué le enseñó cuando lo mandó a cuidar chanchos? – Él y varios más, me enseñaron la humildad. Probablemente me verían siendo un poco altanero, o pedante, o verían ese riesgo en mí y tal vez no les faltaba razón. En la Compañía aprendí que no se te tienen que caer los anillos por nada. Si hay que cortar leña, se corta. Si hay que predicar en la universidad, también. Si hay que dar de comer en un comedor, se hace. Porque esa es la misión. Lo importante es: Dios y los pobres. Hay que orar y salir. No quedarse. Tener un corazón grande para todos. Eso me enseñó él.

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