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» Comercio y Justicia
Fecha: 22/04/2025 05:23
Por Luis Carranza Torres* y Carlos Krauth**, exclusivo para Comercio y Justicia Si hay algo que no se puede desconocer en nuestra Córdoba del presente, es el aumento de la violencia urbana. Tristemente, todos los días nos encontramos con noticias que informan sobre algún muerto, herido, golpeado, amenazado, entre otras malas nuevas. En no pocos casos, dicha violencia no tiene más motivo que una inexplicable y desproporcionada agresividad de sus autores. Pero lo que ocurre no sucede por casualidad. Como tantas veces hemos dicho, no tenemos dudas de semejante desproporcionada violencia tiene su origen -en gran parte- en el considerable aumento de consumo de estupefacientes. Un tema del que tanto los funcionarios públicos como los formadores de opinión, poco hablan. Pensando en el motivo de ese silencio se los ocurren varias razones: Una, a la que ya hemos hecho referencias en otras columnas, es la instalación publica, incluso desde algunas esferas oficiales, de la idea de que consumir estupefacientes es “cool”, que no hace ningún daño y que lo malo no es la droga en sí, sino la calidad de la misma. Pero esta no es, a nuestro criterio, razón más poderosa; en realidad hay cuestiones más fuertes que la moda, para la expansión del consumo. Precisamente, el sacerdote Horacio Saravia, párroco de la parroquia San Jerónimo, ubicada en barrio Alberdi de la ciudad de Córdoba, a raíz del violento ataque sufrido por Agustina González -la joven baleada por un sujeto cuando intentaba robarle su celular-, ser refirió sobre el tema, en un reportaje que le hiciera La Voz del Interior, y expuso algunas de esas razones adicionales, y más profundas, respecto de la que hemos aludido. En este sentido Saravia dijo que lo que le ocurrió a Agustina, “es una consecuencia del profundo arraigo del narconegocio en la zona”. Además, luego de hacer referencia al temor que hay en la gente a hablar sobre la cuestión, se explayó respecto a la connivencia que hay entre “policías corruptos” y narcos. Según el sacerdote la cosa funcionaria así: “vos me liberas el terreno, yo te entrego delincuentes”. Esta forma de pacto, va más allá de la existencia de policías venales, es la manifestación de una vieja forma de trabajar que parecen tener nuestras fuerzas de seguridad, y que por más esfuerzo que se haga, cuesta erradicar. La cuestión ha llegado incluso al cine. Recordemos la parte en el film Peligro Inminente con Harrison Ford en el papel protagónico de Jack Ryan, en donde Cortéz, un personaje narco interpretado por Joaquim de Almeida, se reúne en Panamá con funcionarios de Estados Unidos para ofrecerles “regular el tráfico de drogas” asegurándoles grandes decomisos y arrestos en cantidad a cambio de dejar pasar ciertas entregas, las suyas, por cierto. ¿Ficción? Tal vez no tanto y no tan lejana tampoco. No nos olvidemos que en estos momentos se está investigando a algunos miembros de la Fuerza Policial Antinarcotráfico, junto con otros funcionarios (incluido un Fiscal que se encuentra imputado) sospechados de pagar con droga apropiada de secuestros legales a dateros o informantes ilegales, y así aumentar el número de procedimientos “positivos” por ellos realizados. Por otro lado, Saravia mencionó la ayuda que los narcos le prestan a personas en situación de vulnerabilidad: “El narco les paga el alquiler, les llenan la garrafa, pagan el gas o la luz, los servicios domésticos”, dijo. Quienes conocen como funciona el crimen organizado sabe que esta es la típica acción que llevan adelante aprovechándose de la ausencia de políticas públicas eficientes: ocupar el espacio que el estado deja vacante es el medio al que recurren para aumentar sus negocios. Esta es una de las tantas enormes paradojas que tenemos en nuestro país, en donde se defiende o proclama un estado presente y todo poderoso, pero que a la hora de los hechos no lo está o lo está de una manera inadecuada. O solo aparece en tiempos electorales, a esos mismos y exclusivos fines. Como somos de la idea que a estas cuestiones hay que exponerlas, escribimos estas líneas con suma preocupación por el aumento de la violencia urbana y el consumo de estupefacientes. El costo humano de esos fenómenos, que para muchos queda en la estadística, resulta terrible. Por eso, de nuestra parte también coincidimos con los dichos de Horacio Saravia en que son las autoridades públicas quienes deben “ponerse a trabajar en serio” en el tema. Hacerlo requiere, entre otros aspectos, asumir que el problema de la producción, comercialización, tráfico o consumo de estupefacientes, no es solo una cuestión de decisión personal, sino que afecta a la sociedad, involucrando a la salud publica en general y a la seguridad de todos en particular. (*) Abogado. Doctor en Ciencias Jurídicas. (**) Abogado. Doctor en Derecho y Ciencias Sociales.
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