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  • Así muere una estrella: los secretos del colapso estelar develados en dos impactantes imágenes

    Buenos Aires » Infobae

    Fecha: 22/04/2025 02:39

    Las estrellas masivas mueren a través de un proceso violento que culmina en la formación de una nebulosa planetaria (NASA, ESA, STSCI) Las estrellas masivas no desaparecen en silencio. En los últimos tramos de su existencia, cuando el hidrógeno se agota y su estructura colapsa hacia adentro, se desencadena un proceso de expulsión violenta de capas externas que deja atrás una huella espectral: una nebulosa planetaria. Este fenómeno, que puede durar decenas de miles de años, ofrece un retrato efímero del ocaso estelar. En abril de 2025, dos telescopios espaciales, el James Webb y el Hubble, revelaron con nuevos detalles dos de estas escenas finales. A pesar de tratarse de sistemas distintos, separados por miles de años luz, ambos registran un mismo destino: la transformación irreversible de un astro (o un conjunto de estrellas) en una nube luminosa de gas y polvo. Por un lado, la nebulosa NGC 1514, observada por Webb, expone el resultado de una interacción binaria que alteró radicalmente la forma esperada. Por otro, Kohoutek 4-55, captada por Hubble, representa el final clásico de una estrella solitaria, aunque con una complejidad estructural que sugiere múltiples etapas de expulsión. Ambas imágenes, cada una producto de instrumentos avanzados de sus respectivos telescopios, retratan ese momento en que la fusión cesa, la gravedad colapsa y la materia estelar se vuelve paisaje cósmico. Una muerte estelar doble, una forma inesperada NGC 1514, observada por Webb, presenta una estructura moldeada por la interacción binaria de dos estrellas, desafiando la simetría tradicional de las nebulosas (NASA, ESA, CSA, STScI, Michael Ressler (NASA-JPL), Dave Jones (IAC)) NGC 1514 no es nueva para la astronomía: fue observada por el astrónomo William Herschel en 1790, quien la describió como densamente nublada, en contraste con otros cúmulos que podía resolver en estrellas individuales. Lo que Herschel no podía prever es que, más de dos siglos después, la imagen más precisa de esta nebulosa que se encuentra a 1.500 años luz de la Tierra revelaría la participación de dos estrellas. Gracias a los datos del instrumento MIRI (Instrumento de Infrarrojo Medio) del telescopio James Webb, se confirmó que en su centro hay un sistema binario cuyas órbitas cerradas moldearon una estructura que desafía la simetría tradicional. Los anillos que se ven hoy, solo visibles en el espectro infrarrojo, no son esferas, sino formaciones aplastadas, interconectadas en V en sus extremos superior izquierdo e inferior derecho. Según David Jones, del Instituto de Astrofísica de Canarias, “cuando esta estrella se encontraba en su punto máximo de pérdida de material, la compañera podría haberse acercado muchísimo. Esa interacción puede dar lugar a formas inesperadas. En lugar de producir una esfera, esta interacción podría haber formado estos anillos”. Dos vistas en infrarrojo de NGC 1514. A la izquierda, una observación del Wide-field Infrared Survey Explorer (WISE) de NASA. A la derecha, una imagen más refinada del Telescopio Espacial James Webb de NASA (NASA, ESA, CSA, STScI, NASA-JPL, Caltech, UCLA, Michael Ressler (NASA-JPL), Dave Jones (IAC)) El Webb también identificó una red de huecos en el centro rosado de la nebulosa, que muestra dónde el material más rápido “perforó” las capas previas de gas. El polvo fino fue calentado por la radiación ultravioleta de la enana blanca resultante, lo que permitió registrar detalles antes invisibles. A pesar de la riqueza estructural, la composición química es sorprendentemente simple: no se detectaron ni carbono ni hidrocarburos aromáticos policíclicos, que son comunes en las nebulosas. Esta ausencia podría deberse a la mezcla caótica de material expulsado generada por el movimiento orbital de las dos estrellas, que impidió la formación de moléculas más complejas. El canto final de una estrella En un rincón del cielo dentro de la constelación de Cygnus a aproximadamente 4600 años luz, la nebulosa Kohoutek 4-55 exhibe el desenlace de una estrella solitaria. A diferencia de NGC 1514, aquí no hay interacción binaria que distorsione la simetría: la forma es resultado directo de la evolución natural de un astro que agotó su combustible, se expandió como gigante roja y luego colapsó. En la nebulosa Kohoutek 4-55, el gas se ioniza por la radiación de la enana blanca, creando un despliegue multicolor que refleja la presencia de diferentes elementos (ESA/Hubble & NASA, K. Noll) La imagen, captada por el Hubble, fue el último registro realizado por su instrumento Wide Field and Planetary Camera 2 antes de ser reemplazado en 2009. Dieciséis años de observaciones culminaron en esta despedida visual. Lo que se puede ver es un sistema de capas concéntricas: un anillo central irregular de nubes verdosas, envuelto por una banda de gas azul plateado y una más amplia y tenue de gas amarillo. Más allá, nubes anaranjadas y rojizas se dispersan hacia los bordes de la imagen. Este despliegue multicolor es el resultado de la ionización de diferentes elementos que fueron representados con los distintos colores: nitrógeno en rojo y naranja, hidrógeno en verde, oxígeno en azul. Kohoutek 4-55 también contiene un núcleo estelar que, tras liberar sus capas, se convirtió en una enana blanca extremadamente caliente. Esa estrella remanente emite radiación ultravioleta que energiza los átomos en el gas circundante. El brillo que se puede observar hoy es producto de esa ionización. No obstante, este efecto será transitorio. La etapa de fusión residual durará apenas unos miles de años más, y cuando cese, el astro quedará sin energía suficiente para iluminar la nebulosa, que se desvanecerá progresivamente en la oscuridad galáctica.

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