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  • Milagros, extraterrestres y fantasmas: cómo se reorganiza la fe en tiempos de escepticismo

    Parana » AnalisisDigital

    Fecha: 21/04/2025 10:50

    Por Sergio Rubin (*) Nuevas formas de espiritualidad conviven con la caída de la práctica religiosa formal. Una encuesta revela en qué creen los argentinos. Seguramente muchos cristianos participaron estos días de la celebración de la Semana Santa como también en simultáneo no pocos judíos de la suya: Pésaj, en lo que constituyó una feliz coincidencia en el calendario. Pero no hay dudas de que las religiones en Occidente están en un retroceso de una dimensión que varía según el continente y la región, registrando Europa la caída más pronunciada. La Argentina no escapa a este fenómeno. También acá crecen los que se declaran sin religión, que pasaron de ser el 11,3 % en 2008 al 18,9 % en 2019 (el 6% ateos y el 3,2% agnósticos), según la prestigiosa encuesta de creencias del CONICET. Pero ello no quiere decir -al menos en nuestro país- que haya disminuido la necesidad de creer, aunque no sea una creencia religiosa. La quinta Encuesta Nacional de Creencias Sociales de la facultad de Ciencias Económicas de la Universidad de Buenos Aires lo comprobó a través de un relevamiento nacional realizado en junio del año pasado que abarcó 1250 casos mediante encuestas telefónicas (un total de mil, 70% por celulares y 30% por fijos) y presenciales (un total de 250) con un margen de error de +/- 2,8%. Por lo pronto, el sondeo arroja que el 75% manifiesta creer en Dios -también es cierto que el censo de 1960 arrojó que eran más del 90%-, aunque -como ocurre en muchos otros países- la práctica religiosa de los que siguen perteneciendo a una religión es cada vez más baja. Por caso, la asistencia de los católicos a la misa dominical apenas supera el 10%. No obstante, el 68% de los argentinos cree en los milagros, según la encuesta, una creencia que involucra tanto a personas religiosas practicantes como a aquellos que están alejados de las confesiones religiosas. Eso contrasta con un ambiente cultural crecientemente racionalista, donde solo parece contar lo que la ciencia confirma. Por otra parte, el 45% cree que hay algo más después de la vida terrenal, mientras que el 47% cree que no hay nada después de la muerte. Pero si se hace una lectura más detallada se verá que, entre los que dudan o descreen de la existencia de un más allá, el porcentaje se eleva al 65%. Además, un 8% no sabe o no puede asegurarlo. Más allá de las creencias religiosas, poco más de la mitad de los argentinos -el 51%- cree que existe vida en otros planetas, porcentaje que se eleva al 55% en los jóvenes de entre 18 y 29 años y entre quienes tienen niveles educativos más altos. Además, sorprende que un 39% diga creer en fantasmas o espíritus. ¿Y qué arroja en cuanto a la astrología? Que solo un 12% consulta el horóscopo, o sea, que habría un escaso interés por auscultar el futuro, al menos mediante esa forma (habría que ver con otras como las cartas), pero el 95% sabe su signo zodiacal, un conocimiento que supera al del propio grupo sanguíneo. Por lo demás, llama la atención que el 23% de los jóvenes entre 18 y 29 años diga que reza todos los días, porcentaje que se eleva al 39% entre los mayores de 50 años; aunque casi la mitad de los jóvenes, el 47%, reconoce que nunca reza, bajando el porcentaje al 29% en la franja de adultos. “Estamos en presencia de un menú variado, heterogéneo, incluso contradictorio, pero es el que define la espiritualidad contemporánea argentina: un collage más que una doctrina, un sistema de creencias más que un cuerpo teológico”, dijo el director del sondeo, Augusto Reina. Señaló que “la religión organizada pierde lugar entre los más jóvenes, pero no porque estos hayan abandonado toda forma de creencia, sino que muchos de ellos reemplazan la religión por nuevas formas de conexión simbólica: energías, extraterrestres, relatos esotéricos”. Sostuvo que “durante años el diagnóstico fue claro: la religión tradicional perdía terreno, las iglesias se vaciaban, los rituales se debilitaban, las prácticas cotidianas se volvían esporádicas y muchos creyeron que estábamos ante un sostenido proceso de secularización”. “Se pensó -añadió- que la modernidad, la ciencia y la política habían desplazado a Dios del centro de la escena, pero en nuestro último sondeo nos encontramos con una realidad menos lineal y más intrigante: los argentinos no dejaron de creer, sino que reorganizaron sus creencias”. No hace falta decir que este panorama desafía a las religiones, comenzando por el vínculo por sus propios fieles que cada vez les prestan menos atención a sus instituciones religiosas, en lo que los sociólogos de las religiones califican como una “desacralización muy fuerte”. “La relación con Dios y la religiosidad existen de manera independiente de la práctica religiosa para la mayoría de las personas y no sería necesario seguir a las instituciones o ritos para considerarse religioso o darle importancia a Dios”, opinó la socióloga Marita Carballo. Pero también destacó -siempre desde una mirada global que trasciende el país- que “la adhesión a las normas culturales tradicionales está en retroceso” y ello conlleva una creciente brecha entre determinadas premisas de diversos cultos y su observancia por parte de los fieles. La Iglesia católica lo experimenta sobre todo en sus postulados en materia de sexualidad y familia, al igual que otras confesiones; muchos fieles no solo no acatan aspectos doctrinales, sino que tampoco apelan a las instituciones religiosas para comunicarse con Dios. El catolicismo siente especialmente la merma de fieles en el país: pasó de abarcar al 76,5% de la población en 2008 al 63% en 2019, o sea, cayó un 13,5%, mientras que los evangélicos subieron del 9% al 15,3%, aumentando su cantidad de fieles un 6%. La tendencia en el mundo es que el cristianismo en todas sus variantes seguirá acompañando el crecimiento demográfico y que los musulmanes se expandirán a un ritmo mayor, acercándose a la cantidad de cristianos, según el Pew Research Center. En el caso de la Argentina, podría concluirse que la necesidad de creer está presente en la población y lo seguirá estando. Depende cómo se mire, eso no es poco para las religiones, pero al mismo tiempo constituye una severa interpelación. (*): publicado hoy en TN.

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