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  • Murió Hugo Orlando Gatti a los 80 años: llevaba dos meses internado con neumonía

    La Paz » Politica con vos

    Fecha: 20/04/2025 20:27

    Ídolo de Boca, donde conquistó seis títulos, falleció en un hospital porteño; había sido internado por un accidente doméstico y contrajo neumonía. A los 80 años, se fue Hugo Orlando Gatti, el Loco, quien se consideró un discípulo y un heredero del gran Amadeo Carrizo y forjó un estilo que quedó marcado para siempre. El fallecimiento de El Loco se produjo cerca de las 17.30. Llevaba dos meses internado en el Hospital Pirovano por un cuadro de neumonía. Su familia decidió quitarle el respirador este domingo porque su estado de salud era ya irreversible, según informaron. El exarquero de Boca pasó sus últimos momentos en compañía de sus hijos Federico y Lucas, supo este medio. Repartía sus días entre Argentina y España, el país en el que eligió radicarse hace ya varios años. No le gustaba el frío, por lo que este verano llegó a nuestro país, donde sufrió, hace casi dos meses, una caída que le provocó una fractura de cadera. Fue internado en el hospital, y luego de la cirugía su estado se complicó al contraer un virus hospitalario que derivó en una neumonía y una insuficiencia renal. El viernes 28 de marzo se le practicó una traqueotomía. Por aspecto e indumentaria tuvo una impronta juvenil, desfachatada e intrépida que no lo abandonó hasta sus últimos días. La melena, la misma que en su época de arquero se sujetaba con una vincha, adquirió un color cenizo ya entrado en la adultez. Las arrugas boicoteaban su modo juvenil de vestirse. Fue alguien que le quitó solemnidad y almidón al puesto de arquero. Ese aire picaresco y desprejuiciado no le impidió ejercer el oficio con la seriedad profesional de alguien que tiene el récord de partidos disputados en primera división, con 765, a lo largo de 25 años (1962/88), entre Atlanta, River, Gimnasia y Esgrima La Plata, Unión y Boca. También posee la plusmarca de penales atajados entre los arqueros argentinos, con 26, ninguno más trascendente que el que le desvió a Vanderlei (Cruzeiro) y le dio a Boca su primera Copa Libertadores, en 1977. Una carrera íntegra en la Argentina como pasajero de una época en la que el negocio del fútbol no había derivado en el unicornio de las ventas al exterior. Y entre los pocos que emigraban, apenas si había arqueros. Cuando le preguntaban por la receta de su vigencia, respondía: “Yo hice algo: atajé, me cuidé y sigo amando al fútbol como el primer día, pero el que decidió lo fundamental fue Dios. Sin la ayuda del que está arriba, nada hubiera sido posible”. Vaya si amaba al fútbol: atajó hasta los 44 años. Gatti se hizo un lógico merecedor del apodo Loco por su espíritu alegre para interpretar el fútbol como un espectáculo, un show. Consideraba que el hincha que iba a la cancha debía llevarse algo más que un resultado. Y él se lo ofrecía con un estilo audaz, atrevido, que para muchos conservadores era fronterizo con la temeridad. Nacido en Carlos Tejedor un 19 de agosto de 1944, dejó la vida de campo cuando su hermano lo trajo en un Rastrojero a Buenos Aires para sumarse a las divisiones inferiores de Atlanta. “El día de la prueba me metieron como 14 goles, yo me daba por fusilado, pero el Nano Gandulla me tranquilizó: ‘Pibe, usted se queda’. El Nano fue el primer director técnico importante en mi carrera, pero no el único. También tengo que darle las gracias a Osvaldo Zubeldía, Renato Cesarini, el Toto Lorenzo, al Flaco Menotti”, recordó una vez. También se consideró un afortunado por haberse cruzado en esos primeros tiempos con Carlos Griguol y Luis Artime: “Yo siempre digo que uno sale derecho o torcido según le vaya en los momentos fundamentales de la vida. Yo me encontré rápido con los consejos de Griguol y Artime. Ellos me dijeron: ‘Pibe, esto es así y asá, cuídate, y el día que veas un mango cuídalo bien’. Si soy alguien en la vida seguro que se lo debo a ellos”. Debutó en primera en reemplazo de Néstor Errea, a quien también le gustaba atajar lejos de los tres palos. River entrevió en un joven Gatti al sucesor de Amadeo Carrizo, que estaba en el último tramo de su carrera. Además, el alumno podía aprender de manera directa del maestro. Suplente al principio, cuando le tocó ser titular cometió varios errores de cálculo que le costaron goles infantiles. No solo no hacía olvidar a Amadeo, sino que a diferencia de este creaba revuelo con sus declaraciones a la prensa. A River le resultó demasiado incómodo el personaje y lo transfirió a Gimnasia en trueque por Carballo. La selección en Moscú, en 1976: Roberto Mouzo, Ricardo Bochini, César Menotti y Hugo Gatti En el Lobo despegó su carrera. Empezó a ajustar sus salidas a cortar los centros, los anticipos con el pie fuera del área, la intuición para prever los ataques. Mientras se ganaba el aprecio de los hinchas de Gimnasia, Gatti mandaba mensajes seductores a los de Boca. Juan Carlos Lorenzo sería un entrenador crucial en su trayectoria. Lo llevó a Unión, que perdió con River la final del Nacional 1979. De ahí, el salto de ambos a Boca, donde Gatti alcanzó la gloria y la estatura de ídolo. Boca no ganaba un título local desde 1970 y River había resurgido con Ángel Amadeo Labruna. Con Gatti, el desquite llegó pronto: bicampeonato en 1976, con la final del Nacional ganada a River con el gol de tiro libre de Rubén Suñé. En 1977 llegó la conquista de la primera Copa Libertadores en la historia de Boca con una participación decisiva de Gatti: en la tercera final de desempate ante Cruzeiro, en Montevideo, le atajó a Vanderlei el último penal de la serie. Al año siguiente levantó la segunda Copa Libertadores y la primera Copa Intercontinental, con encuentros de ida y vuelta frente a Borussia Monchengladbach. Fueron seis títulos con el buzo de Boca, todos los de su carrera en primera. En los vestuarios del estadio Centenario de Montevideo, con la Copa Libertadores de 1977 en la mano y su gran mentor, Juan Carlos «Toto» Lorenzo, a su lado El idilio con la hinchada xeneize iba en aumento y su nivel lo llevó a ser convocado al seleccionado argentino conducido por César Luis Menotti. Se acercaba el Mundial 78 que organizaba la Argentina. Memorable fue su actuación bajo la nieve en el amistoso que el seleccionado le ganó 1-0 (gol de Mario Kempes) a la desaparecida Unión Soviética. Tras ese partido fue bautizado como el “León de Kiev”.

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