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» Data Chaco
Fecha: 18/04/2025 14:37
Juan Carlos Tuyaré. Semana Santa y de manera especial Pascua, son fechas cristianas recordadas de distintas maneras. Por un lado, muy apreciado por gran parte del cristianismo mundial; y por otro lado, ignorando su valor, un espacio de tiempo ideal para organizar una escapada turística aprovechando el feriado. Por eso, es importante para el mensaje a la sociedad, recoger información del texto bíblico, fuente inagotable de la información cristiana que da testimonio de Jesús, a quien precisamente se intenta homenajear. Un día es poco Si bien no existe una fecha exacta respecto de cuál fue la primera vez que se celebró Pascua en el marco del cristianismo, de acuerdo a documentos históricos, se estima que fue en algún momento del siglo IV, después de Cristo. De manera tal que su primer festejo es aproximadamente 400 años posteriores a la era apostólica, y completamente ajeno a la enseñanza y práctica de quienes comandaron y dirigieron la iglesia durante el primer siglo. Y si bien es cierto, su conmemoración posterior no forma parte de los mandatos apostólicos y tampoco figura en la doctrina original de la Iglesia cristiana, no es mala en sí misma la idea de celebrarla; reconociendo sí, que reconocer a Cristo solo en Pascua y Navidad, es una pobre expresión de amor de los creyentes hacia el dueño del cristianismo, a quien se pretende homenajear en ambas fechas. El cristianismo es una opción de vida, pero no es obligatorio para las personas. Pero para los que abrazan el cristianismo, el deseo de Dios es que vivan todo el año bajo esa premisa, y no solamente dos días al año, como algunos hacen el viernes santo y navidad. Reiteramos, no está mal hacerlo, pero es infinitamente inferior al deseo divino. El significado verdadero Nunca está de más recordar que se conmemora la muerte y resurrección de Jesús por única vez. Decimos por única vez, porque Jesús no muere y resucita todos los años en Semana Santa como algunos suponen. Desde su resurrección Él está vivo, y sentado a la diestra de Dios Padre. Según el texto bíblico, Dios dice que nadie en el mundo merece la salvación de su alma, porque todos están alejados de su presencia. Pero la crucifixión y resurrección de Jesús beneficia con la salvación del alma a todos aquellos que en él creen. A raíz de la trasgresión de Adán, todos los seres humanos nacen bajo el régimen institucional del pecado. Ello significa que ningún ser humano está en condiciones de agradar a Dios por sí mismo; y en función de dicha premisa, reiteramos, según el texto bíblico, únicamente todos aquellos que creen y siguen las enseñanzas de Jesús serán salvados de la condenación eterna. Ahora bien, la gente puede creer o no en esta premisa, pero eso no altera el resultado final del plan divino: los que creen en Jesús serán salvos y los que no creen serán condenados. Sin embargo el ser humano no puede condenar a nadie. Porque las Escrituras señalan que el que no cree en Jesús, se condena solo. Por eso, Semana Santa es una buena oportunidad para los creyentes y también para los que no creen. Para los que creen, porque no basta con creer, sino demostrarlo en acciones todos los días y es un buen momento para reflexionar hasta dónde llega nuestro compromiso. Deberíamos recordar que Jesús nos pide que seamos la sal y la luz del mundo. La sal para sanar la corrupción y la luz para mostrar el camino. No estamos diciendo que tenemos que ser perfectos; nadie lo es, estamos hablando de un compromiso genuino con el pedido de Cristo, y en función de ello practicarlo diariamente. Los que no creen Pero también es una buena oportunidad para los que no creen, porque pueden pasar a la fila de los que creen. Sin embargo, los que eligen quedarse en la fila de los incrédulos corren el serio riesgo de partir a la eternidad en esas condiciones. La sana doctrina del cristianismo afirma -con contundencia- que aquellos que mueren sin aceptar a Jesús, irán a condenación eterna. Reiteramos, uno puede creer o no en dicha condición; pero la única manera de averiguarlo es después de la muerte; y las Escrituras afirman que después de la muerte ya es tarde para retroceder en las decisiones. Cuando alguien no acepta algo, al mismo tiempo lo está rechazando; y si no aceptamos a Jesús, estamos tomando la decisión de rechazarlo. Seguramente, un gran sector del infierno estará repleto de incrédulos que escucharon en varias ocasiones este mensaje, pero hicieron oídos sordos; o en el mejor de los casos, lo dejaron para resolverlo otro día. Pero la muerte no nos permite otro día, porque no sabemos cuándo llega. Lo que si sabemos, es que llega como ladrón en la noche y nadie sabe cuándo. Quiera Dios, quien es capaz de despertar nuestros corazones para que reflexionemos, que ninguna persona quede en esta Semana Santa sin aceptar a Cristo, como su salvador.
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