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Buenos Aires » Infobae
Fecha: 18/04/2025 02:52
El libro en realidad fue escrito por Andrea Colamedici junto a dos plataformas de inteligencia artificial (Foto: Tlon) La autoría del libro Hipnocracia correspondía, en apariencia, según su portada y sitio web, a Jianwei Xun, un filósofo hongkonés. El pasado fin de semana, Sabina Minardi develó que la teoría es producto del ensayista y editor Andrea Colamedici, quien firma como traductor, pero que en realidad es coautor del libro junto a dos plataformas de inteligencia artificial. Es decir, y para que quede claro, el libro existe, lo que cambió fue la autoría. Este tema ha impulsado a más de uno a “rasgarse las vestiduras” y a muchos indignados que ponían el énfasis en enumerar cada supuesta víctima de este “espeluznante” engaño. Pero, ¿qué es lo que está verdaderamente en juego? ¿Es la primera vez que se esconde o tergiversa la autoría de una obra? Cada vez que leemos un libro, ¿realizamos una investigación en profundidad de su autor? ¿Debemos admitir solo aquellos textos que provengan de humanos? La lista de preguntas podría no terminar. Comencemos por reflexionar sobre alguna de ellas. Sobre la autoría de los textos Por demás, es sabido que usar seudónimos en los libros es algo muy común, ya sea por fines comerciales o para preservar la identidad de una persona, porque las ideas que plantea son revolucionarias y pueden traer represalias. Y ni hablar de los famosos ghost writer. Este tradicional y bien conocido escenario se enreda aún más con la popularización de herramientas como ChatGPT. En la actualidad, la plataforma tiene aproximadamente 400 millones de usuarios activos y, según un estudio citado por Business Insider, “7 de cada 10 personas utilizan ChatGPT en el trabajo y no se lo han dicho a sus jefes”. Con este uso tan extendido de una tecnología que supera con creces día a día nuestras expectativas: ¿por qué nos sorprende tanto que haya sido un humano con la ayuda de dos plataformas de IA quienes “escribieron” un libro? ¿No es esto -a esta altura del partido- moneda corriente? ¿Quién podría atreverse a aseverar qué libros son escritos pura y exclusivamente por el intelecto y la pluma humana y sin la más mínima intervención de los algoritmos? La cuarta humillación al narcisismo humano: la inteligencia artificial Según Freud, los humanos sufrimos tres grandes heridas narcisistas: la cosmológica (cuando Copérnico nos quitó del centro del sistema solar), la darwiniana (cuando nos enteramos de que somos un eslabón más en la cadena evolutiva de la naturaleza) y la propuesta por el propio Freud con el concepto de inconsciente, esto es, que el ser humano no es señor de su propia psiquis. Ya nos hemos preguntado en otras oportunidades: ¿Consideraría Freud como la cuarta humillación al narcisismo humano a la inteligencia artificial? Pero ahora sería más grave aún, porque no se trata de un descubrimiento, sino de una creación propia del hombre: la inteligencia artificial. Esta invención coloca en crisis nuestra identidad con una revolución sin precedentes. Nos desafía: día a día nos pone a prueba evidenciándonos que las tareas que antes estaban pura y exclusivamente reservadas a nuestro exquisito intelecto, ahora un sistema las realiza en cuestión de segundos y con una precisión y eficiencia envidiable. ¿Será que nos sentimos amenazados? El verdadero quid de la cuestión El director de L’Espresso, Emilio Carelli, plantea la cuestión de manera sumamente diáfana: “Si las tesis de este libro son correctas o al menos han logrado suscitar un intenso debate cultural, que ha involucrado a intelectuales y filósofos, incluidos académicos del prestigioso Instituto HEC de París, que lo citaron en algunos de sus artículos científicos, ¿qué importa que hayan sido escritas por Inteligencia Artificial? ¿O que, como en este caso, fueron co-creados con IA? ¿Podría este modelo abrir camino a una nueva manera de hacer filosofía? Si es así, el exitoso experimento de Hipnocracia nos enseña algo importante, y es que también podemos tener una relación activa con la IA y, sobre todo, podemos utilizarla para aprender a pensar”. Si una idea contenida en un libro es interesante y nos invita a la reflexión, ¿debemos transformarnos en detectives para identificar si el creador ha sido una IA o un humano para poder reflexionar y compartirla? ¿Deberíamos enviar a un notario para que de fe de la humanidad del autor? ¿Debemos desestimarla por el mero hecho de que fue cocreada con inteligencia artificial y privarnos de su aporte a la reflexión? Y más importante aún: ¿por qué nos distanciamos tanto de lo que hace una IA, si al fin y al cabo es nuestra imagen y semejanza? Tal vez, para preservar nuestro ego, preferimos dejar a la IA para aquellas tareas que consideramos de menor jerarquía. Bienvenidos a la era de la tecnosimbiosis y de la gobernanza ética de la IA El complemento de las capacidades humanas con la tecnología ya no es optativo, es necesario e inevitable. Ya no podemos evitar el elefante en la habitación: la tecnosimbiosis llegó para quedarse. Lo que sí es debatible es cómo queremos que esa tecnología forme parte de nuestras vidas. Necesitamos marcos de gobernanza ética de la IA que contribuyan a que la tecnología sirva para el progreso y bienestar de todos, no solamente de los que se encuentran en ciertas latitudes. La Recomendación de la Ética de la IA de la UNESCO (firmada por 194 países) y el Reglamento de IA de la UE (que obliga a etiquetar el contenido creado por IA, cosa que Colamedici no hizo), nos marcan un rumbo. Fenómenos como los sesgos algorítmicos, la “manipulación e interferencia de información extranjera” (conocido como FIMI por sus siglas en inglés) y la desinformación están agrandando las brechas y desestabilizando los sistemas de gobierno de la mayoría de los países del mundo. ¿Alguna vez nos preguntamos cómo la IA influencia en nuestras decisiones y perfila nuestra vida? Ahí tiene que estar nuestro foco.
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