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» Primerochaco
Fecha: 18/04/2025 01:03
Jueves Santo, una reflexión de la mano de Lucas Casanova El Jueves Santo fue una cena íntima, en una ciudad tensa y vigilada. Jesús sabía que lo iban a entregar, sabía que lo buscaban y aun así, en esa noche, eligió quedarse junto a los suyos. ¿Por qué? ¿Por qué no huyó? ¿Por qué eligió el encuentro, en vez del silencio? Esto no es una lectura religiosa del Jueves Santo, es una mirada histórica y humana sobre una escena concreta; una persona en riesgo, un grupo unido por el vínculo, y un contexto donde el miedo ya se sentía en el cuerpo. Jesús vivía bajo la autoridad de Roma y a la vez las autoridades religiosas de su pueblo estaban en su contra. El único apoyo que tenía parecía venir de las multitudes, los movimientos con influencia eran vigilados, las reuniones privadas podían volverse peligrosas, el silencio hubiese sido lo más seguro. Pero esa noche, eligió compartir la mesa con su grupo más cercano. Cuando el cuerpo sabe que algo se acerca, entra en modo alerta, respiración corta, sensación de encierro. La mente proyecta todos los finales posibles, pero a veces, a pesar del miedo, seguimos buscando compañía, esa noche, Jesús tomó una toalla y se puso en el lugar del sirviente; quizá no sólo para hacer un acto simbólico, sino como una forma concreta de ofrecer cuidado a su gente en un momento de incertidumbre. Lavó los pies de su grupo porque venían del camino, era un gesto común en la cultura de la época, asociado al servicio, la hospitalidad y quizás también, una forma de sostener la conexión cuando ya no quedaban más certezas. La traición no vino de fuera, vino desde dentro del grupo y eso es algo que la historia humana repite: no siempre nos daña un enemigo, a veces, el quiebre ocurre donde hubo confianza, por celos, envidia, miedo, avaricia. No fue una noche en calma, fue una noche de sistema nervioso alterado, de conversaciones medidas, de silencios que pesaban, de vínculos tensos que aun así intentaban sostenerse. No fue una escena milagrosa, fue una escena humana, un grupo reunido, intentando acompañarse mientras el futuro se volvía cada vez más incierto. El grupo sabía que perderían pronto a su líder, desde una mirada del trauma, esa cena fue una respuesta adaptativa: buscar contacto, regular el miedo, construir algo de sentido antes del quiebre. No importa lo que vaya a pasar, no importa si no podés cambiar el final, lo que importa es no traicionarte. Porque al final, vas a ser recordado por el tipo de persona que fuiste en medio del caos. Y si esta es tu noche oscura, ojalá tengas a alguien que se quede. Que te mire. Que te cuide. Guarda este carrusel si te tocó y compartilo con quien necesita saber que no está solo. Lucas Casanova: Es argentino, difunde el budismo laico; está convencido de que meditar “entrena” la mente para vivir mejor pero no para evitar el dolor “Budismo en zapatillas” es la marca registrada de este argentino que vive en Noruega, que se formó como terapeuta transpersonal, estudió neuropsicología y psicotraumatología y practica y difunde el budismo laico. El sufrir un tumor cerebral lo hizo poner en práctica lo que había estudiado e incluso lo que venía realizando, acompañar a personas en el tramo final de su vida. El budismo “laico, urbano” que propone es abierto, no tiene dogmas y apunta a trabajar con los pensamientos, a transformarlos con la meditación.
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