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  • Educación, móviles y vida

    » Diario Cordoba

    Fecha: 16/04/2025 03:07

    Aunque «buena percha y buenos modales abren puertas principales», se equivoca totalmente quien cree que la urbanidad, la cortesía, es un sello de quien se crio en una familia con dinero. De hecho, quizá hoy nos falte, al menos como referencia, un decálogo de buena conducta y de saber estar como el que le hacían aprender a nuestros padres y abuelos. Llámenme antiguo. Ya saben: no poner los codos en la mesa, no comer con la boca abierta, no conversar a voces, no hablar con la boca llena, ceder el paso en la puerta, usar la servilleta antes y después de tomar el vaso o la copa... Y digo esto porque, por ejemplo, ya debería existir un decálogo, marcado por el sentido común, de cómo usar el teléfono móvil en público, más allá de evitar que nos suene cuando estamos en un acto público porque se nos ha olvidado bajar el volumen del timbre de llamada. Por ejemplo, está muy feo cuando en una conversación se polemiza por un tema y alguien desenfunda el móvil como un arma para consultar a san Google. A menos que todos los presentes estén de acuerdo en cerrar la conversación a golpe de Wikipedia, este gesto es hasta ofensivo y poco menos que viene a acusar al que tiene la opinión contraria de ser un ignorante e incluso de mentir a sabiendas. El nuevo manual de urbanidad debería prohibir frenar en seco el debate para imponerse con prepotencia usando internet. Si uno quiere, se espera y ya en casa consulta lo que vea oportuno, pero no delante de la otra persona que maneja un dato distinto al que creíamos. Otro gesto a moderar por la nueva educación sería el uso del móvil durante un evento, como cuando en estas fechas uno está esperando una procesión y al llegar el paso emerge toda una barrera de móviles maleducados para grabar el momento. Y no solo porque molestan al de atrás. No sé yo por qué pierde tanta gente instantes mágicos de su vida en aras de quedarse con unos segundos de vídeo que, primero, estarán repetidos miles de veces en las redes sociales y con mejor calidad, y segundo, por ser unas imágenes que no volverá a ver jamás, que languidecerán en la nube, en una tarjeta SIM perdida junto al teléfono o en el arrinconado disco duro de un ordenador viejo. Entiéndanme: no está mal grabar con el móvil, pero siempre con sentido común y educación. Porque el mundo ya se divide en tres tipos de gente: el que sabe vivir las experiencias, el que no las disfruta... y el que las graba.

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