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» Diario Cordoba
Fecha: 13/04/2025 18:14
El Leganés desató una crisis en diciembre con su victoria en Montjuïc que alejaba al Barça de la cabeza. En la imperfecta segunda vuelta, reparó el daño hecho ayudándole a ampliar la ventaja del liderato con un autogol. En Barcelona marcó el central Sergio González; en Leganés lo hizo el otro, Jorge Sáenz, en la portería equivocada, la propia, facilitando el trabajo al cuadro azulgrana en un partido nada sencillo y que tampoco reflejó la distancia entre ambos. Como no lo había hecho la primera cita. Ejerció el dominio territorial el Barça sin que ello implique que tuviera el control del juego. El cansancio hizo mella en las filas azulgranas, sin que algunos jugadores tuvieran la precisión que les caracteriza en situaciones límite, como las que se producen en el máximo esfuerzo físico. Los errores aumentaron las rápidas transiciones del cuadro blanquiazul, que se ilusionaron con varias escapadas que alimentaron el sueño de frustrar de nuevo al Barça. Y un punto, esta vez, era suficiente para aliviar el desasosiego inmediato, sin difuminar la sombra del descenso. La ida y vuelta disparó la tensión en el césped que le Braça no supo gestionar, ansioso por liquidar un partido por el miedo que le invadía. Tanto pudo marcar el segundo como encajar el primero. Iñigo evitó el drama para suj equipo al lanzarse con todo a los pies de Munir cuando se escapaba solo. Hasta De Jong perdió los nervios en un tic de genio que ha anidado en la plantilla azulgrana. Un premio, no una rotación La puesta en escena dijo mucho de la voluntad del Barça por comportarse cómo el líder que es ante un rival que sufre por mantenerse; indiferente, en apariencia, a la más atractiva cita de Dortmund del martes, aunque el 4-0 de la ida, concedía mayor importancia a la modesta cita de Butarque. Sólo reservó Flick a Cubarsí y De Jong, en un gesto que pretendía premiar más a Araujo y Eric que no a la necesidad de descanso de los relegados. Lewandowski, por ejemplo, era necesario en Butarque y no tanto en Dortmund. Tenía ante sí el aliciente de anotar el gol número cien con el Barça. Ese empuje azulgrana fue efímero. No se sostuvo más allá de los 20 minutos iniciales por la pérdida de tensión. El dominio del juego era fácil porque venía concedido por el Leganés, y no se traducía en acciones intimidantes. Las iniciativas partían casi exclusivamente de Lamine Yamal, sobre todo después de la lesión de Balde en el primer tiempo. La profundidad por la banda izquierda se perdió, ya que Raphinha tendía a ir más hacia el centro. Y gracias a Dios que le dio por involucrarse en todas las acciones. El teórico extremo izquierdo reparó en el añadido del primer tiempo una opción de remate a bocajarro del Leganés después de una mala lectura defensiva de Araujo. Claro que bajo los palos estaba Szczesny, que ya había abortado un tiro de Adrià Altimira, que no tendrá otra oportunidad así en la vida. Un cambio, dos soluciones El descontento de Flick quedó de relieve al salir De Jong a calentar nada más alcanzarse el descanso. Con una pieza iba a arreglar dos problemas de golpe: la necesidad de construir mejor el juego de ataque y la obligación de cerrar mejor atrás, desubicado Araujo en cada salida de los madrileños. El escrupuloso orden que existe al principio de todo condujo al Barça al hallazgo del tesoro. Sin tiempo para que cundiera la desorganización, Martín cortó un balón que encontró a Raphinha en su sitio y el centro en carrera hacia Lewandowski provocó la crisis de Saénz por cortar el balón, intimidado por la presencia del polaco. Pero el Leganés siguió sintiéndose vivo en esa mínima derrota ante la falta de acierto rematador antes y después de un Barça que sabe sufrir.
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