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» La Capital
Fecha: 13/04/2025 14:07
La baterista rosarina Andrea Cuello, que vive en Funes , fue operada del corazón durante la pandemia y se rehabilita con el rock. "Me habían dicho que me olvidara de la batería y que tocara el piano un poquito, pero yo no soy así" Andrea Cuello: "Formo parte de la legión de bateristas de Rosario que todos los años homenajeamos al Negro Moro, el primer batero del rock nacional" La baterista rosarina Andrea Cuello , que vive en Funes y se recupera con el rock de una compleja cirugía del corazón, tiene una extensa trayectoria en sus tres pasiones: los animales, el deporte y la música. “En todas me desarrollé mucho, a todas les dediqué mucha energía. Con los animales hago casi un apostolado. En el deporte soy muy milica: “Sargento Cuello” me decían. Y en la música tengo un buen recorrido”, confió a La Capital en el estudio de grabación Sonorama, en el corazón de Echesortu. Nacida el 1º de diciembre de 1976 en el barrio Ludueña, Andrea es hija de la costurera María Luisa –“una mujer todoterreno”– y del albañil y colectivero Roque “Cacique” Cuello, que manejaba un ómnibus de la empresa Saladillo. –¿Cómo fue tu infancia en Ludueña? –Mi infancia fue simple, en el barrio Ludueña, donde vivía sobre todo en lo de mi abuela y madrina Luisa, que fue la reina de nuestras vidas por lo aguerrida y sólida: buenísima y gladiadora. Y con mi abuelo “Chaveta”, campeón de ciclismo de ruta cuando aún eran todas de tierra, un niño que quedó huérfano a los tres años y que con su tenacidad y altruismo llegó a crear una mediana empresa, que se fundió con la hiperinflación de la época de Alfonsín. Ellos fueron mis referentes de vida. De lucha y amor. De familia y unión. De recursos bajos, sin viajes de vacaciones. Rodeados de animales y movimiento sano por todos lados. Y en medio de ese contexto de escasez yo quería estudiar piano y patín. "Nadie me sacaba la pelota y metía todos los goles" –¿Jugabas al fútbol en el barrio? –Jugaba al fútbol con mis primos y mis amigos. Era muy ágil y acróbata porque era patinadora y nadie me sacaba la pelota. Metía todos los goles. Me gustaba jugar de volante central. –¿En esa época no había fútbol femenino profesional? –No todavía. Nunca llegué a jugar en modo profesional. Entonces la mujer no tenía lugar en “cosas de hombres”. Un tiempo probamos en Rosario Central, pero nunca se llegaba a formar un equipo. Eran pocas las chicas que lo hacían, pero era buena practicando, muy guerrera, y aproveché la preparación física. También hice pesas en Sportivo América, adonde me llevaba mi profe y me cuidaba porque ahí eran todos boxeadores y camioneros de los de antes y yo, la nena patinadora. –¿Qué te decían los boxeadores? –Me fue siempre de 10. Tuve todas hermosas experiencias o, quizá, no me detenía a mirar lo malo, eso puede ser. Siempre soy positiva y le doy para adelante. Con lo que venga. andrea 2.jpeg Leo Vincenti / La Capital –¿Cómo fue tu carrera deportiva? –Soy profesora de patín. Estudié Educación Física, soy profesora de pesas y soy pesista. Me dedicaba a hacer fuerza máxima, que es un entrenamiento olímpico, pero patín fue mi deporte central. Fui directora de Deportes del Centro Navarro de Rosario, en la sede de Funes, donde tienen una cancha cubierta mundialista. Ahí coordiné las prácticas deportivas de la selección argentina de pelota a paleta y también a la selección uruguaya, que venían a entrenarse porque no tenían cancha. Ahí mismo daba patín y pesas. Está muy bien porque hay un montón de disciplinas deportivas en un lugar hermoso. Y como preparadora física también hago rehabilitación deportiva, trabajo con deportistas de alto rendimiento, –¿Por qué elegiste Funes para vivir? –Me vine a vivir a Funes porque en mi barrio la situación estaba cada vez más fea, más áspera y quería salir de ahí. A pesar de que siempre quise a mi barrio, Ludueña tiene sus bemoles, es bastante complejo en muchas cosas. Siempre quise hacerme una casa, me compré un terreno en Funes y de a poquito nos fuimos asentando acá, donde también se vinieron mis papás, mi hermana, todos los que pudieron salir de ahí vinieron a Funes. Vivo acá desde 2011. –¿Por qué estudiaste Ciencias Económicas? –No sé, hice Ciencias Económicas, pero nada que ver, y a su vez estudiaba Educación Física y ahí tenía que optar si le ponía más energía a la música o al deporte. Y me dediqué a trabajar más en el área deportiva, que me generó el sustento de vida, y dejé un poquito pendiente a la música. >>> Leer más: La Polaca: "El tango es mi vida: mis amigas se iban al boliche y yo me iba a la milonga" –¿Cómo empezaste en la música? –A los seis años empecé a estudiar piano en el Conservatorio Balbasoni, que creo que ya no existe, tengo aún los diplomas. Estudiaba como se daba antes, en modo concertista, que eran 13 años, creo que hice 10 y en los últimos patinaba no porque no me dedicara sino porque mi vieja no me podía pagar la cuota. Nunca tuve piano, así que iba todos los días a estudiar una hora a lo de mi profesora de piano. Y era super constante: salía de piano y me iba a patín. Estudié 10 años piano, desde que no sabía ni leer ni escribir hasta los 16. “¿Para qué la mandás a piano si nunca le vas a poder comprar uno?” le decían a mi mamá, pero yo quería estudiar piano. Mi hermana aprendía guitarra criolla con una amiga de mi mamá que no nos cobraba, así que también aprendí un poco de guitarra criolla para el lado del folclore, como era en esa época, era raro tener una guitarra eléctrica. –¿Y cómo llegaste a la batería? –Baterista pude ser de más grande, cuando yo llevaba las riendas. Nunca tuve instrumentos. Eran caros para lo que podíamos en casa. Sólo tuve una guitarra criolla que una prima de mi mamá nos prestó. Ahí hice algo de guitarra criolla, aproveché cada oportunidad, iba a ensayar a lo de mi profesora una hora por día de lunes a viernes, sin faltar. "El fútbol y la batería eran considerados cosas de hombres" –¿Qué te decían en Ludueña cuando jugabas al fútbol y tocabas la batería? –En esa época el fútbol y la batería eran considerados “cosas de hombre”. Tocar la batería no estaba bien visto por la mayoría, por eso y por temas de plata sólo iba a piano y cuando se podía. Pero fui muchos años, unos 10, al conservatorio clásico con mi profe Angelita. De más grande me metí con la batería porque siempre me gustó, pero en aquella época una mujer que tocara la batería no daba, no era algo muy común. Era como la mujer que jugaba al fútbol, y yo también jugaba al fútbol. Así que salía de todos los cuadrantes que nos ponían antes a las mujeres, y la llevaba, la vivía, la disfrutaba, que es lo que pensé que corresponde siempre, en todo. –¿Cómo siguió tu carrera como baterista? –Ahora formo parte de la legión de bateristas de Rosario, participamos anualmente en el homenaje a (Oscar) Moro, que fue el primer baterista de rock argentino y rosarino, así que mientras pueda voy a seguir en la legión, homenajeando a tantos músicos -en este caso baterista- grandísimos que tenemos en Rosario, que salieron desde acá, desde la nada, apechugándola, como hacemos todos los artistas. andrea 4.jpeg Leo Vincenti / La Capital –¿Sufriste un problema de salud en la pandemia? –Sí, en la pandemia mi hija de 12 años tuvo dos ACV (accidente cerebro vascular), de los que por suerte ahora está perfecta, pero tuve un problema de salud. Mi hija también es baterista, es jugadora de voley, estudia Arquitectura, está rebien, pero en su momento me afectó muchísimo durante la pandemia. No me contagié Covid, a pesar de que me operaron del corazón y terminé en coronaria, en una situación muy fea: los médicos me tuvieron que poner un cardiodesfribilador implantado, que asiste y audita el corazón en forma eléctrica, que en caso de ser necesario me harán un electroshock, espero que nunca lo necesite. Lo tengo implantado, así que desde entonces mi vida deportiva se terminó. Con un certificado de discapacidad no te emplean en ningún lado y todo mi trabajo es autogestivo: hago masajes, asesoro a masajistas y hago algún recital. Es lo que quedó, es lo que hay y es lo que puedo. Y hoy les agradezco a todas las personas que vienen porque así me gano el sustento, con mi Instagram: @andruccuello –Un autor dice que “más importante que lo que a uno le pase es lo que uno hace con eso que le pasa”. ¿Cómo afrontás tu nueva vida? –Mi hija me dice que soy una sobreviviente. Soy media robótica, pero mi corazón había perdido el ritmo y con la batería lo estoy volviendo a recuperar. Me habían dicho que no iba a poder volver a tocar, que me tenía que olvidar de todo, que me quedara tocando el piano, un poquitito y esperando la nada. Y yo no soy así. Me caracterizo por ser una máxima exponente de Sagitario y le metí con todo para adelante, así que volví a reaprender todo porque después de la cirugía no podía ni mover el brazo. "Reaprendí todo desde cero" –¿Es como empezar de cero? –Reaprendí todo nuevamente, desde cero, y todavía sigo aprendiendo, por suerte siempre se puede aprender más, así que la vida da a veces unos vuelco muy grandes y hay que buscarle la vuelta, qué vas a hacer. A cada uno le toca un baile distinto. andrea 3.jpeg Leo Vincenti / La Capital –¿Cómo retomaste tu carrera musical? –Ahora estoy con la batería, también hago algo de teclados, me pude comprar un piano eléctrico. Estaba recuperándome del corazón y, como no podía moverme mucho, agarré un dinero guardado por si las cosas no salían bien y compré un piano eléctrico usado, así que tengo mi pianito eléctrico, mi batería y alguna guitarra que algún amigo dejó de usar y quedó acá. Así que estoy con la música a ful. Leer más: Jorge Cánepa: "Yo era pianista 20 años antes de tener el piano" –¿Cómo nació tu berretín por el proteccionismo animal? –En realidad proteccionista puede ser cualquiera que tenga ganas de ayudar a alguien, yo prorizo a los animales aunque también hago campañas solidarias para personas. Formo parte de una ONG (organización no gubernamental), que tiene una célula en cada ciudad, en cada municipio o comuna del país, que brinda asesoramiento gratuito, por ejemplo en Rosario tiene puestos móviles para castración, vacunación y atención primaria en distintos barrios populares, algo que surge por un convenio entre el municipio y la Red de Políticas Públicas, que es nuestra ONG madre, que trabaja a nivel nacional e internacional porque asesoramos también en México y Estado Unidos, vía Zoom, porque no tenemos un mango para viajar a ningún lado, pero gracias a estas herramientas podemos asesorar y aplicar un plan de salud pública animal totalmente gratuito, a través de un programa que se llama PEP: Programa de Equilibrio Poblacional de la fauna urbana. Así que hago proteccionismo en forma sostenida, no puedo decir desde cuándo, creo que de toda la vida. Estuve en el Imusa (Instituto Municipal de Salud Animal) y participaba en colectas y donaciones para ayudar a pagar cirugías, tratamientos, medicamentos, alimentos, de todo. –¿Qué puede hacer un futuro proteccionista? –Proteccionista puede ser cualquiera, por ejemplo puede ser madrina o padrino a través de nuestra ONG. >>> Leer más: El violinista que se enamoró de Funes y es el heredero natural de Don Sixto Palavecino –¿Qué es tu Escuelita de Rock? –Es un taller que di cuatro meses el año pasado en el Colegio Joan Miró, de Funes, justamente para que no se pierda el estilo rock en la música porque lo chicos más pequeño ni saben qué es, salvo que tengan padres que escuchen rock. Fue un taller inspirado en la idea de la película, de juego y aprendizaje, no aprendían a tocar un instrumento sino que hacíamos juegos musicales y de recitales y canto. Ejecutábamos algunos instrumentos, sobre todo de percusión, porque trabajé en la escuela primaria, pero se puede hacer en distintas edades. Fue muy divertido, fue juegos y música, y la verdad que la pasamos divino. –¿Cuál es tu recorrido en el rock? –Tuve una banda no oficial, que no se llegó a conocer, pero tuve una oficial que fue gracias a Pablo Dunda, mi amigo que ahora vive en Villa General Belgrano, y quien me inspiró, alentó y recontra empujó a que me metiera en el rock -que yo tanto escuchaba-, pero como protagonista, desde la batería, en Mágico Químico. Una vez que toqué la batería en la Lavardén para ayudar a un chico que tenía discapacidad -nadie quería tocar con él y yo lo hice-, me buscó y me dijo: “Vas aprender todo, enseguida lo vas a sacar, quiero que seas mi baterista”. Me llamó entre el público y me alentó a meterme en este mundo tan lindo, que es la música.
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