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» El litoral Corrientes
Fecha: 13/04/2025 13:10
*Por José Luis Zampa Al final lo consiguió el Presidente. Aquello que cuando era panelista de televisión repudiaba, el endeudamiento público, fue celebrado en las últimas horas como la ratificación de un rumbo que promete encarrilar a la Argentina en las vías del crecimiento sostenido de arriba hacia abajo. Esto es: primero el auxilio del Fondo Monetario Internacional, luego la llegada de las inversiones privadas y finalmente la estimulación del consumo a través de más empleos y mejores salarios. El ideal de las recetas liberales ortodoxas viene a cumplirse de la mano de quien se presentaba como un antisistema heterodoxo que batía el parche de la autodeterminación financiera por vías del ajuste y la dolarización. Eso, al principio, era el núcleo de ideas que defendía el presidente Javier Milei, cuando guadañó a miles de empleados públicos, congeló jubilaciones, aumentó las tarifas y paralizó la obra pública, entre otras alquimias de neto corte economicista que le permitieron alcanzar el equilibrio fiscal como quien lidera una carrera mientras los autos de punta están en boxes, cambiando neumáticos. Quien esto escribe poco entiende de economía en el sentido técnico, pero desde el método no científico de la observación empírica lo que hizo el jefe de Estado fue algo así como provocar una sequía inducida en un terreno donde todos vivían del riego por goteo proveniente de manantiales mixtos, algunos del sector privado y muchos otros de fuentes estatales. Una vez que se cerraron los grifos mediante el “ajuste más grande del mundo”, obtener lo necesario para mantener el estilo de vida fue un desafío personal para cada uno de los argentinos, muchos de los cuales decayeron o fenecieron (literalmente) por el principio darwiniano de selección natural de las especies. Ahora que, en teoría, quedan los más aptos para afrontar el cambio de paradigmas que implica la desconexión del cordón umbilical del Estado en tanto pacto social para la convivencia pacífica, primó el pragmatismo de un nuevo crédito del Fondo con el padrinazgo trumpiano y las consabidas reglas impuestas por el organismo multilateral: nada de tipo de cambio fijo ni de andar resguardando las estadísticas inflacionarias mediante la intervención del Banco Central. De acá en más el dólar será libre, tan libre que se podrá comprar (¿sin restricciones?) en el Mercado de Cambios, pero no tanto, ya que esa libertad cambista estará limitada por bandas cuya finalidad es garantizar que los argentinos paguen -aunque sea con su propia sangre- la cuota de un empréstito que compromete a varias generaciones. ¿Le quedaba otro camino a Javier Milei? Dadas las circunstancias de reservas negativas y de recidiva de la inflación con el 3.7% en alza registrado en marzo, no podía continuar mucho más tiempo sin oxígeno en el fondo del mar. La nueva ayuda del organismo dedicado a financiar a las naciones en crisis rescata al gobierno de una inminente asfixia y lo deja en la superficie, en un esquema regulado por los acreedores que consiste en mezclar devaluación con levantamiento del cepo cambiario para que sea el mercado, elevado a la condición de entidad con vida propia, quien decida el rumbo de un país sin brújula. Ahora que el minarquista amante de los perros clonados está en el poder no queda más remedio que confiar en el timonel de turno para que la nave llegue a buen puerto. ¿Es Javier el timonel? En el sentido formal sí, pero también están el ministro Luis Caputo, la hermana Karina, la jefa del FMI Kristalina Georgieva, el secretario del Tesoro norteamericano, Scott Bessent, quien llega en las próximas horas para arrimar apoyo geopolítico al régimen mileista. Todos ellos y otros delegados menos visibles del poder fáctico del capital internacional meten la cuchara en el guiso presidencial y, sea como fuere, lo influyen. Una prueba de esas influencias y de la permeabilidad de Milei es lo que ocurrirá desde mañana ¿Qué pasará? Lo que el propio Milei juró y perjuró que no sucedería: una devaluación del peso para ganar margen de maniobra en el año electoral, bajo un contexto de reservas dilapidadas para mantener controlado el dólar y, por consiguiente, la inflación a la baja hasta que el crawling peg dijo basta en febrero, cuando la desaceleración inflacionaria se detuvo y comenzó a subir de nuevo, con lo cual puso en peligro el único logro tangible de La Libertad Avanza. Milei cambió para poder mantenerse vivo, políticamente hablando. Siguió las recomendaciones de su ministro de Economía y tomó un camino riesgoso que habla bien de su arrojo para aplicar cirugía mayor bajo convicciones que, según su escala de valores, son necesarias para romper el modelo socialdemócrata que caracterizó a la Patria desde tiempos yrigoyenistas. Desde mañana la Argentina tendrá más reservas en dólares gracias a los 20.000 millones comprometidos por el Fondo, de los cuales 15.000 serán de libre disponibilidad para que el gobierno controle el tipo de cambio con un piso de 1.000 pesos por dólar y un techo de 1.400 pesos por dólar. Esa cotización fluctuante sincera las cifras que se venían manejando en el circuito informal y, por lo menos en un principio, elimina la brecha cambiaria que desalentaba a los exportadores de soja y otros commodities. A la vez, sin cepo los inversores externos que temían ingresar al ruedo económico argentino tendrán la tranquilidad de que si traen divisas se las podrán llevar cuando quieran, como cuando Mauricio Macri levantó intempestivamente las restricciones y facilitó que los capitales especuladores fugaran -según cálculos someros- entre unos 30 y unos 40.000 millones de los dólares que había desembolsado en aquel momento el FMI al autorizar (también con el guiño de Donald Trump) el préstamo más oneroso de todos los tiempos. Otra cosa que va a suceder desde mañana es que, en el supuesto de que todo salga bien, los argentinos de a pie podrán ir al banco a comprar dólares en las cantidades que quieran siempre que puedan demostrar con una declaración jurada el origen de sus ingresos. Pero no será por ventanilla la cosa, ya que en físico solamente se podrá adquirir un billete de 100 dólares por mes, con lo cual las transacciones por montos superiores solamente podrán transcurrir por andariveles virtuales, léase homebanking, aplicaciones o billeteras electrónicas. La pregunta es: ¿Un ahorrista que adquiera la divisa norteamericana de esa forma, es decir virtualmente, podrá extraerla en billetes luego, cuando lo necesite o lo desee? No hay respuestas para esa incógnita tan sensible, tan parecida a la mecha que detonó el estallido social de 2001. Finalmente, lo que pasará mañana es que los argentinos seremos un poco más pobres por efecto de la depreciación del peso y solamente algunos privilegiados (por ejemplo, los pícaros que llegaron a comprar los 138 millones de dólares de reservas que el Central vendió el viernes a 1.080 pesos) habrán podido obtener réditos de un modelo económico que ha mutado al liberalismo clásico, cuyo imperativo categórico es que no se crece motivando el consumo (de abajo hacia arriba) sino inyectando dinero a los milmillonarios de la cima piramidal (es decir, de arriba hacia abajo). Para cerrar, si la Argentina fuera un auto en carrera que intenta llegar a la meta en una competencia global, podría decirse que el Fondo Monetario le llenó el tanque, pero que la autonomía no alcanza para la bandera a cuadros. Si la idea es cruzar la línea de llegada para integrar el concierto de naciones autosustentadas por sus capacidades productivas, el gobierno tendrá que conseguir más combustible de las exportaciones. Desde el petróleo y el gas de Vaca Muerta hasta las oleaginosas de la Pampa Húmeda. En un escenario hipotético como el descripto, serán condiciones necesarias dos factores que no son materiales sino psicológicos: los ciudadanos que están en los estratos más bajos de la pirámide tendrán que soportar menos salarios y más ajuste con la ilusión de que lo mejor está por venir (vieja zanahoria de los dogmas religiosos) y los que están más arriba tendrán que confiar en el sistema financiero. Si no lo hacen, el día que se corra la voz entre los ahorristas de que no hay dólares suficientes para abastecer el aluvión de demanda, la burguesía saldrá a cacerolear y el proletariado ganará las calles para meter las patas en las fuentes de la Plaza de Mayo.
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