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Buenos Aires » Infobae
Fecha: 13/04/2025 02:41
Esther Goris brilla todos los miércoles en el Teatro Picadilly en Interviú, junto a Mauro Francisco Esther Goris es una de esas artistas que brilla casi sin proponérselo. A 43 años de haber debutado en la escena argentina, su voz, la manera de sonreír y su carisma la vuelven una actriz entrañable. Uno de sus icónicos personajes fue Evita, en 1996, aunque ella asegura que su interpretación más querida fue la de Diana Liberman, en la tira La Leona. Desde villanas de telenovelas a protagonistas históricas, Esther es una de las figuras más emblemáticas del espectáculo nacional, con actuaciones en cine, teatro y televisión. El miércoles 2 de abril, volvió al centro de la escena con Interviú, una obra de humor y suspenso que la muestra, una vez más, en un momento de esplendor. En el Teatro Picadilly, todos los miércoles de abril, mayo y junio, desde las 20,30 encarna a una excelebridad encerrada desde hace veinte años en una habitación de un hotel en Miami. Un periodista la encuentra. Quiere entrevistarla. Ella accede. A partir de ese encuentro, el misterio crece. Aparece un cadáver. Nada es lo que parece. El espectáculo —dirigido por Pablo Gorlero y acompañado en escena por Mauro Francisco bajo la producción de Alberto Raimundo— funciona como una metáfora entre el olvido y la exposición. Entre la fama y el silencio. Y sobre todo, como una excusa para volver a ver a Goris en comedia, un género que según ella misma confiesa, “disfruta cada vez más”. En su recorrido actoral, siempre hubo un equilibrio entre el drama y la ternura, la fuerza y la vulnerabilidad. Hoy, ese camino la lleva otra vez hacia el humor. “Estoy contenta porque el personaje es entrañable. Es una mujer que fue famosísima y ahora está confinada a las cuatro paredes de un hotel. Después de tener una vida de lujos, verse encerrada durante tanto tiempo me da conmisceración. Me apiado mucho de ella”, comienza contando en una entrevista con Teleshow. Después de 43 años de trabajo ininterrumpido, Esther Goris se inclina por el género comedia para entretener y conmover al público Ese encierro no solo es literal. La obra pone en juego una serie de preguntas existenciales. ¿Qué ocurre con los artistas cuando ya no hay cámaras ni micrófonos? ¿Qué sucede cuando el público olvida, cuando el teléfono no suena, cuando el escenario queda a oscuras? —¿El olvido es uno de los mayores temores de los artistas? —Más que temor, es una certeza. Pero no el olvido, al contrario. Que por lo menos el día de tu muerte algunas personas van a sufrir, van a dolerte. Y personas que uno no conocía. Yo pienso, como decía Alejandro Dolina: “Si nos espera el olvido, tratemos de no merecerlo”. Siempre algunas personas nos van a recordar. Ese es un regalo a la vida de los actores. —¿Qué te atrajo de esta obra en particular? —Me gusta muchísimo hacer comedia. Durante los últimos años estuve haciendo comedia y es de lo que más disfruto. Este personaje está un poquito loquita. No es la primera loquita que hago. Uno de mis personajes más queridos fue Diana Liberman, en La Leona. Fue una tira con un elenco emblemático, con Miguel Ángel Solá, Hugo Arana, Lito Cruz, Peter Lanzani, Juan Gil Navarro, Nancy Dupláa, Pablo Echarri, todos nombres grandiosos. Fue una de las últimas telenovelas que se hicieron en Argentina y creo que la mejor que se ha hecho en muchos años. El personaje que me tocó hacer es quizás el que más quise de mi carrera. Era una loca, pero loca de amor, me gustó muchísimo hacerla. Y este personaje, Valeria Durán tiene algo de esa locura y yo me apiado mucho de ella porque fue una mujer famosísima que ahora se ve confinada a las cuatro paredes de un hotel. Después de tener esa vida de lujos encontrarse encerrada en una habitación sola, durante tanto tiempo... —¿Cómo vivís este momento en el que casi no hay ficciones? —Lo llevamos muy mal, junto con todos mis compañeros estamos volcados al teatro. Por eso hay tanta gente que nos va a ver a las funciones, porque está en contacto con sus artistas. Pero no es tan bueno para el espectador que no los tenga desde la tele de su casa sin pagar un peso. La televisión ahora está llena de realities show, de programas de chimentos. Cuando hay una ficción argentina, en las plataformas por ejemplo, todo el mundo la mira. Todavía existe el negocio con la ficción y estoy segura de que la gente la vería en masa si se hiciera en la televisión argentina. Con esta imagen, Esther Goris recuerda los años dorados de su personaje, Valeria Durán, en Interviú —Tenés una agenda intensa, ¿cómo mantenés tanta vitalidad? —Estoy terminando el reemplazo de Leonor (Benedetto) en Perdidamente, que baja de cartel el 20 de abril, y con Interviú. También hay proyectos que todavía no se pusieron en marcha. La vitalidad la mantengo con el trabajo, con los amigos, con las salidas, las lecturas, el teatro, ir a ver espectáculos, ir a los cines. Tengo una vida social muy activa. —¿Qué hacés en tu tiempo libre? —Leo mucho, me reúno con mis amigos. Tengo mucha vida social, que me encanta. —¿Estás escribiendo algo? —No, ya lo hice en el pasado: guiones de cine, radio, televisión, teatro. Incluso una novela, que se llamó Agatha Galiffi, la flor de la mafia. Era sobre una historia real de una mujer que condujo la mafia en los años 30 siendo muy jovencita. Fue una novela premiada que tuvo récords de venta. Pero no volvería a escribir una novela ni loca. ¡Lo que sufrí para hacerla!. Sufro muchísimo cuando escribo, no lo disfruto para nada. Esther Goris vive con su gato Ian, de cuatro años. De su fiel compañero dice, entre risas: "Nunca aparece en las notas" —¿Te queda algo pendiente de hacer en la vida? —Sí, algunos personajes que me gustaría hacer. Pero no voy a nombrarlos, no quiero que alguien los haga antes (risas). —¿Personajes históricos? —No, de ficción. Esther Goris no se detiene. Sigue actuando. Sigue buscando. Sigue hablando con esa franqueza sin dobleces que la vuelve cercana, intensa, única. La artista que logró interpretar a tantos personajes entrañables, habla cómoda cuando cuenta cuestiones cotidianas, muestra fotos de su fiel compañero, Ian, su gato siamés de cuatro años. De amores - presentes y pasados - prefiere no decir nada. “A las mujeres siempre nos preguntan por esto, como si no tuviéramos cosas más interesantes”, dice sin dejar de sonreír. Habla de la empatía entre el género femenino, de cuidarnos, de valorarnos más allá de tener un compañero en la vida. Y con esa calidez conserva el misterio que la convierte en la artista desafiante e icónica que supo ganarse un lugar de privilegio en la escena argentina.
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