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Buenos Aires » Infobae
Fecha: 13/04/2025 02:34
Para los exportadores, un peso más débil mejora la competitividad de los productos argentinos en el exterior. Pero eso no significa necesariamente que la balanza de pagos mejore (Foto: EFE) En Argentina, la devaluación del peso es un tema de conversación permanente. No importa quién gobierne ni qué modelo económico esté en marcha, la incertidumbre sobre el tipo de cambio nunca desaparece. La pregunta no es si el peso se va a depreciar, sino cuándo y a qué ritmo. Las tensiones vividas en las últimas semanas respecto de la caída de reservas del Banco Central de la República Argentina, en la previa del acuerdo con el FMI, se dieron porque aún faltaban precisiones sobre la letra chica del entendimiento, en especial en lo referido a la magnitud de los tramos de desembolso de los USD 20.000 millones y la posibilidad de cambios en la política cambiaria. Devaluar significa que la moneda pierde valor frente a otra, en este caso, el dólar. Si el peso se devalúa, se necesitan más pesos para comprar la misma cantidad de dólares. Las razones pueden ser muchas: una inflación persistente, la escasez de reservas en el Banco Central o la falta de confianza en la economía. Pero, al final del día, la devaluación siempre impacta en el mismo lugar: el bolsillo de la gente. Si el peso se devalúa, se necesitan más pesos para comprar la misma cantidad de dólares La historia económica argentina está marcada por constantes vaivenes en el tipo de cambio. Dentro de los más recientes, se registran las devaluaciones de 2002, 2014, 2016, 2019, 2020 y 2023. Cada una tuvo sus propios detonantes: crisis de balanza comercial, fuga de capitales, pagos de deuda, o caída abrupta en las reservas del Banco Central. Aunque los motivos varían, el desenlace tiende a repetirse: inflación acelerada, pérdida de poder adquisitivo, recesión y, en algunos casos, un aumento del desempleo. Sin embargo, la devaluación no siempre es vista con los mismos ojos. Para los exportadores, un peso más débil mejora la competitividad de los productos argentinos en el exterior. Pero eso no significa necesariamente que la balanza de pagos mejore o que la economía se estabilice. Las tensiones vividas en las últimas semanas respecto de la caída de reservas del Banco Central de la República Argentina, en la previa del acuerdo con el FMI, se dieron porque aún faltaban precisiones sobre la letra chica del entendimiento (Foto: Reuters) A lo largo de los años, distintos gobiernos intentaron controlar el tipo de cambio con medidas de todo tipo: controles de precios, acuerdos con el FMI, cepos cambiarios y planes de estabilización. Pero la historia demuestra que contener el dólar a la fuerza no es fácil. Cuando las reservas se agotan o la confianza se pierde, la devaluación se convierte en un hecho inevitable. Especialmente en un país donde la moneda nacional perdió más ceros que los que se pueden contar, la relación entre el peso y el dólar actúa como termómetro de la economía. Está claro que convivimos con un contexto devaluatorio constante. Si se analiza la situación desde el segundo mandato de Cristina Fernández de Kirchner en 2011, el peso fue perdiendo valor de manera sostenida. En aquel entonces, el dólar aumentó poco más de cuatro pesos, representando una devaluación del 56,14%, un movimiento que en su momento generó ruido, pero que con el tiempo quedó opacado por lo que vendría después. En Argentina la moneda nacional perdió más ceros que los que se pueden contar, la relación entre el peso y el dólar actúa como termómetro de la economía Con la llegada de Mauricio Macri a la Presidencia, la unificación del tipo de cambio trajo un fuerte salto del dólar, con una devaluación inmediata del 40%. A lo largo de su mandato, el peso se depreció 84,38%, con un dólar que pasó de $9,85 a $63,04, reflejando la inestabilidad económica del período. En 2019, el descontento de la sociedad se hizo sentir en las urnas y asumió Alberto Fernández. Lejos de revertir la tendencia, la devaluación continuó, especialmente en su último año de gestión, cuando la inflación se disparó y la presión sobre el tipo de cambio se volvió insostenible. Al finalizar su mandato, la devaluación acumulada alcanzó 83,88%, dejando al país en un escenario de incertidumbre cambiaria. Con la llegada de Javier Milei, el Gobierno adoptó una estrategia de crawling peg, ajustando el tipo de cambio de manera gradual al 2% mensual y actualmente al 1%, en un intento de estabilización que, por ahora, mantiene el dólar oficial bajo control. Sin embargo, antes de implementar esta estrategia, a dos días de asumir el cargo, el dólar oficial pasó de $400 a $832,64 y actualmente ronda los $1.100 por dólar, es decir, una devaluación cercana a 64 por ciento. La moneda estadounidense tampoco es inmune a la pérdida de valor con el tiempo. Aunque en forma mucho más moderada que el peso argentino, la inflación en Estados Unidos también erosiona el poder adquisitivo del dólar. Aunque en forma mucho más moderada que el peso argentino, la inflación en Estados Unidos también erosiona el poder adquisitivo del dólar (Foto: Reuters) La evolución de la inflación en EE.UU. comenzó a ser un problema tras la política arancelaria adoptada por Donald Trump. Si bien la inflación estadounidense no genera tanta preocupación como la de Argentina, impactó en el poder de compra del dólar a lo largo del tiempo. En 2022, la inflación se aceleró significativamente, alcanzando casi 8% anual, el nivel más alto del período analizado. Como consecuencia de ese proceso, un billete de USD 100 emitido en 2011 perdió parte de su valor real. Para mantener el mismo poder de compra hoy, ese billete debería valer USD 146,56, lo que implica una pérdida del 46,56% en términos de poder adquisitivo. Desde 2011, el dólar en los EEUU perdió 46,56% de poder adquisitivo Si se evalúa el poder de compra del billete de $1.000 desde 2011 hasta la actualidad, lo que en su momento representaba una suma considerable hoy perdió gran parte de su valor. Para comprar hoy lo mismo que se adquiría con $1.000 en 2011, se necesitarían $286.920. En otras palabras, $1.000 de 2011 equivalen a apenas $3,49 actuales. A pesar de los datos poco alentadores del pasado, el panorama actual muestra señales de estabilidad. Que el peso se fortalezca implica que su ritmo de depreciación es menor que el de la inflación. Esto significa que, en términos reales, la moneda pierde menos poder adquisitivo que antes. Ello se traduce en mayor estabilidad de precios medidos en dólares, menor presión cambiaria y una relativa mejora en el poder de compra. Además, genera un entorno más predecible para la actividad económica, incentivando inversiones en pesos en lugar de una dolarización masiva del ahorro. Sin embargo, la continuidad de este escenario dependerá de los detalles del acuerdo con el FMI, de posibles cambios en la política cambiaria, del descenso sostenido de la inflación y de que las condiciones macroeconómicas permitan sostener esta estabilidad en el tiempo. El autor es Analista económico y director de Focus Market
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