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» Diario Cordoba
Fecha: 12/04/2025 06:35
Si Catalunya midiese, como hace la Fundéu, la palabra del año en función de lo mucho que se ha usado durante los últimos 12 meses, raro sería que desalinizadora no apareciera últimamente como finalista. Antes, porque era una infraestructura de evidente utilidad dada la dramática falta de lluvias que vivió la comunidad. Ahora, porque lo es para prepararse para otros episodios de sequía. Veolia, la multinacional francesa dueña de Agbar y poseedora de una importante red mundial de plantas de tratamiento de agua (además de otras infraestructuras energéticas y de gestión de residuos), lo sabe. No por nada es responsable del 18% de las instalaciones de desalinización en funcionamiento en el mundo y vigila atentamente casi 300 proyectos pendientes de adjudicar de aquí a 2030. La mayoría son instalaciones en África y Oriente Próximo, las regiones más avanzadas en este negocio. Pero en este grupo francés impera la voluntad de que Europa empiece a remar también en esta dirección porque el aumento de la población hará crecer el 50% la necesidad de agua de aquí a 2050 o porque cada vez son más frecuentes los fenómenos climáticos como la sequía o las inundaciones. Con los datos en la mano, la oportunidad parece clara: solo el 8% del agua potable viene de la desalinización en España (menos del 1% en Francia), mientras que en Omán, ese mismo porcentaje se eleva al 86%. Funcionamiento técnico Es este panorama -simplificando mucho- el que ha llevado a Veolia a abrir las puertas de dos de sus plantas desalinizadoras más importantes en el golfo Pérsico. "Nos gusta mostrar lo que hacemos en Oriente Próximo, porque son cosas que vamos a llevar a todo el mundo", contextualiza la consejera delegada de Veolia, Estelle Brachlianoff. Los ejemplos elegidos son las plantas Barkat IV (la más grande y eficiente energéticamente de Omán) y de Sur (ejemplo de innovación por funcionar casi al completo con energías renovables). Ambas instalaciones funcionan con filosofía similar. Están situadas cerca del mar para captar de allí directamente el agua y dan muchísima importancia a lo que llama pretratamiento (que no se cuelen animales, que las algas no lleguen al final del camino, eliminar los sólidos en suspensión….) que es lo que evita daños en las membranas que son núcleo en este proceso y que son, también, lo más caro. Estas membranas son las que consiguen el efecto de osmosis inversa que acaba separando la sal del agua. La decena de plantas que operan en España funcionan así, aunque con tecnología algo menos moderna y eficiente. Así ocurre que al enumerar los desafíos de este negocio en el país, Brachlianoff haga referencia a la eficiencia en tres de cuatro puntos: ampliar capacidad, reducir drásticamente el consumo energético, utilizar más energía de fuentes renovables y reducir el uso de productos químicos. La instalación omaní de Sur es prueba de que se puede: allí han reducido el consumo energético por cada metro cúbico de agua desalinizado de los 5 kW hora (KWh) de principio de siglo a los 2,9 KWh actuales y también el coste de hacerlo de los 5 dólares a los 5 céntimos por metro cúbico, además de hacerla funcionar con un parque de placas solares con una potencia que valdría para unos 4.200 hogares. Lo conseguido en Barcelona En cualquier caso, pese a los retos, España sigue siendo un mercado clave. Lo es por funcionar también como campo de desarrollo de cosas que se exportarán a otras partes del mundo, por gozar de muchos casos locales de éxito que les sirven de punto de partida para lograr estos modelos de colaboración a gran escala (por ejemplo, el de Aigües de Barcelona) y por estar más avanzada que otros mercados en algunas de las otras patas que pueden abordar la situación climática del futuro. Menciona Brachlianoff, como ejemplo, a Barcelona: un ciudadano de la capital catalana consume una cuarta parte del agua diaria que emplea un vecino de Nueva York, y la mitad que uno en Mascate, la capital de Omán. Las otras tareas pendientes, además de la desalinización y de la reducción del consumo de agua por persona, son recortar las fugas de agua y aprovechar más las aguas residuales. Pero volviendo a por qué España es un mercado clave, a los tres elementos anteriores se suma una última razón que es crucial: que hay muchísimas posibilidades de expansión. Se refiere a este mercado, la primera ejecutiva de Veolia, como una oportunidad "masiva". Lo es en un negocio que supone una oportunidad masiva per se. Según cálculos de la compañía, este sector crecerá el doble de rápido en los próximos tres años de lo que lo ha hecho en los últimos tres, lo que presenta una oportunidad equivalente a 97.000 millones de dólares de cara a 2030 (unos 87.000 millones de euros, al cambio actual) y lo que les da el marco perfecto para proponerse duplicar su capacidad operativa de los 1,4 millones de metros cúbicos actuales hasta los 2,8 millones de metros cúbicos para entonces.
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