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  • “Mi progenitor me violaba y me compartía con mi tío y mi abuelo”: la lucha de Marita Tibio y su desesperado reclamo de justicia

    Buenos Aires » Infobae

    Fecha: 12/04/2025 04:57

    Marita Tobio y su acusación contra el policía bonaerense que abusaba de ella y a quien no llama "padre" “Cuando escucho que alguien chasquea los dedos todavía me impresiona. Empiezo a sentir terror. Porque era lo que hacía mi progenitor como señal hacia mí, una especie de orden y significaba que debía acercarme y sentarme sobre sus piernas para que empezara a abusarme. Después me ofrecía a mi tío y a mi abuelo. Necesito justicia para sanar esas heridas y me la niegan desde hace años”. María de los Ángeles Tobio contó a Infobae que soportó estos y otros tantos vejámenes desde que tenía tres años bajo amenaza de muerte, no solo hacia ella, sino también a Mónica, su madre, y sus hermanos. “Si hablás, los mato y te mato”, subía la apuesta su padre (N de la R: ella jamás lo llamará así durante la charla), Juan Carlos Tobio, policía bonaerense de profesión, mientras el pánico que ella sentía continuaba: “Sentía asco cuando los tres me manoseaban, pero era tan chica que no podía hacer nada, no sabía cómo defenderme a esa edad, que es de la que tengo memoria. No quiero pensar si ya me sometían desde más pequeña, un verdadero horror”. Marita cuando era pequeña y padecía los abusos de Juan Carlos Tobio. En la foto junto al conejo que era su mascota y el abusador mató y cocinó para que lo comiera la familia Durante una década María enfrentó como pudo estas violaciones que padecía en medio de un clima familiar de intimidaciones constantes. “Tengo el recuerdo que no se me borra de la mente de que él andaba siempre con su arma reglamentaria. Primero la atemorizaba a mi mamá y después pasaba a la violencia. Le apuntaba y apretaba el gatillo con la pistola descargada para asustarla. No la mató de casualidad, cuántas veces pasó en otros casos que quedaba una bala en el cargador y ocurrieron muertes. No paraba, intentó ahorcarla y la sometía a esas prácticas propias de los torturadores de la dictadura, donde seguro aprendió a hacerlas en su época brava como policía. Le hacía lo que esos asesinos llamaban ‘el submarino’. La llevaba por la fuerza y le introducía la cabeza en el lavarropas, lo llenaba de agua y lo ponía a funcionar, un auténtico infierno, insoportable. Ella, mis hermanos y yo compartíamos el hogar en esas condiciones, nos daba palizas a todos. Cuando se casó con mi madre él tenía 28 años y ella 15. El papá le advirtió que si no quería o no estaba segura no lo hiciera. Siempre cuenta que días antes de la boda Juan Carlos le dio un cachetazo impresionante en la cara. Pensó en salir corriendo, en huir y no verlo más, pero le tenía tanto terror por el dominio que él ejercía que no se animó”, recuerda con dolor pero con necesidad de contar su verdad y seguir reclamando justicia, que nunca logró que llegara a su vida, pese a que no paró de luchar y hacerse oír. Juan Carlos Fidel Tobio cuando revistaba en la policía de la Provincia de Buenos Aires El temor por su hija Recién en 2021, a los 36 años, se sintió en condiciones de hacer su primera denuncia ante la Comisaría de la Mujer en la ciudad de Mar del Plata, donde vive. El motivo que la llevó a presentarla fue haber sentido más temor aún, pero se encontró con todo tipo de dificultades e impedimentos que en lugar de llevarle algo de tranquilidad a su vida, se la dificultaron aún más. “Hubo un disparador que me obligó a denunciarlo. Tengo dos hijas, Melody y Nicole, que por entonces tenían cinco y diecisiete años y él llamó a la más grande al celular y la invitó a la casa con la excusa de que le iba a hacer unas ricas pizzas en el horno de barro que acababa de estrenar. Sentí que le podía pasar lo mismo que a mí, dije basta, entré en pánico, pero eso me hizo tomar la decisión de presentar la demanda bajo la carátula “Juan Carlos Fidel Tobio c/María de los Ángeles Tobio s/abuso sexual”. Cocinó la mascota: un conejo María cuenta que además de la violación a la que la sometía y la invitación que hacía a participar a su tío, Guillermo Aníbal Tobio, y a su abuelo Fidel Waldemar (los dos últimos ya fallecidos), su padre tenía comportamientos terribles que le provocaban mucho miedo: “Yo tenía un conejo como mascota, que era mi consuelo, lo mimaba todo el tiempo, era al único que le podía hablar al oído y contarle lo que me pasaba. Un día desapareció, y en un almuerzo mi progenitor nos preguntó si nos gustaba la comida que había hecho y nos pidió qué adivináramos de qué tipo de carne se trataba. De pronto empezó a reírse y nos reveló que era la de mi conejo. Lo había cocinado en estofado. Con mis hermanos nos descompusimos y quedamos atónitos. No podíamos parar de llorar”. Juan Carlos Tobio tiene 72 años y vive en Río Negro La sorpresa para María de los Ángeles fue absoluta cuando después de presentar la denuncia contra su padre el 29 de enero, en menos de un mes, exactamente el 22 de febrero el fiscal Alejandro Pelegrinelli la desestimó por considerar que la acción penal estaba prescripta. A partir de allí, Marita, como la llaman amigos y familiares cariñosamente, comenzó una pelea exigiendo justicia que hasta ahora no llegó. A partir de esa decisión para ella comenzó otro calvario. “Por todo lo que me pasó inicié la carrera de Abogacía. Los delitos de abuso sexual contra las infancias son de orden público. Me enseñaron y aprendí con mi caso que el fiscal se olvidó de la Ley de Víctimas. Tenía la obligación de impulsar la investigación de oficio. La ley 27.206, sancionada en 2015 y conocida como ‘de respeto a los tiempos de las víctimas’, expresa de manera indubitable y contundente ‘que el plazo de prescripción se suspenderá mientras la víctima sea menor y hasta que, habiendo cumplido la mayoría de edad, formule la denuncia’. Más claro imposible”. La mujer no detiene su pedido de justicia Para colmo, a fines de ese año el juez de Garantías Saúl Errandonea dictaminó la prescripción de la causa. Ante esto, César Sivo, abogado de María Tobio, presentó una apelación a tal medida, y el 23 de mayo de 2022 la Sala I de la Cámara de Apelación y Garantías en lo Penal de Mar del Plata revocó el fallo que no le permitía avanzar a María de los Ángeles contra su padre, e indicó lo siguiente: “Verificados todos los presupuestos legales, se expida sobre la prescripción de la acción penal respecto de los hechos denunciados siguiendo los parámetros de interpretación explicados por los integrantes de la mencionada sala, Marcelo Alfredo Riquert y Esteban Ignacio Viñas, y en caso de declararse tal prescripción, haga efectivo el derecho a la tutela judicial efectiva de la denunciante, sin perjuicio de la imposibilidad de imponer sanciones penales, habilitando judicialmente la realización de un proceso por la verdad cuya investigación estará a cargo del Ministerio Público Fiscal, permitiendo el eventual esclarecimiento de los hechos denunciados y, a la vez, una reparación tanto moral como pública de la víctima, menor al momento en que aquellos hechos se habrían perpetrado”. Por la verdad Desde entonces María de los Ángeles espera impaciente que algún día se fije fecha para que su progenitor, Juan Carlos Tobio, por lo menos se siente en el banquillo de los acusados en un juicio por la verdad, como se denomina al proceso al que se puede recurrir cuando los plazos se encuentran prescriptos y que tiene como objetivo que se conozca lo ocurrido a través de testimonios. Se busca esclarecer los hechos sin imponer condenas. El derecho a la verdad es de carácter colectivo y permite que la sociedad en general tomé conocimiento de lo denunciado. La joven, siempre acompañada por sus dos hijas y por numerosas organizaciones sociales no para de luchar para poder reparar por lo sufrido: “Lo necesito cada día más para poder empezar a sanar el daño que me provocó. Soy gráfica y puede sonar muy duro, pero yo sola sé lo que se siente que tres personas que pertenecen a tu familia en lugar de protegerte como niña, te besen asquerosamente, te pasen como un objeto de un regazo a otro y te den órdenes de lo que tenés que seguir haciendo. Muchos me preguntan si mi madre no hacía nada. Quiso, pero no pudo, porque este sujeto nos tenía a todos bajo el terror. Imaginate que le gatillaba en la cabeza, y a mis hermanos los reventaba también a palos”. Marita Tobio y sus dos hijas Marita describe a Infobae que cuando concurría a la escuela la pasaba muy mal porque no se animaba a contarlo. “Dibujaba cosas horribles y las destruía para descargar la rabia que tenía, me portaba mal, mis notas y rendimiento eran muy bajos. Mi infancia fue tremenda, crecí con terror. Casi no dormía pensando que mi progenitor podía acercarse. Te juro que le pedía a Dios que me llevara con él. Me autolastimaba con rasguños, tirones de pelos, golpes en la cabeza. Hasta ahora me cuesta conciliar el sueño y también me despierto sobresaltada porque sufro pesadillas”. Un momento crucial en su vida ocurrió cuando ya adulta, independiente, y después de haber sido madre dos veces, su padre intentó acercarse. “Primero me lo encontraba por las calles de Mar del Plata y me burlaba porque insistía con que yo no tenía ninguna prueba de lo que decía. Después se atrevió a pedirme que lo alojara en mi casa porque no tenía donde vivir. Me dio más terror pensar que podía llegar a estar cerca de mis hijas. Vivo con temor pensando en que en cualquier momento se me puede aparecer. Por eso solicité el botón antipánico que tardaron un montón de tiempo en dármelo. Acá en esta ciudad la justicia funciona muy mal y el fiscal general Fabián Fernández Garello lo permite. Igual no va a lograr que baje los brazos”. Marita Tobio ahora estudia la tecnicatura en Enfermería. Dejó la carrera de Derecho Hoy por cuestiones económicas debió dejar la carrera de Abogacía y está estudiando la Tecnicatura en enfermería, realiza grandes esfuerzos para mantener a sus hijas trabajando en el comercio de su madre y vendiendo artículos de limpieza. Y promete continuar con su lucha, incansable: “Voy a seguir reclamando justicia, nada ni nadie me va a detener. Sé que mi progenitor está en Villa Regina, provincia de Río Negro. Quiero que la gente de allá lo sepa porque anda suelto y es peligroso aunque ya sea un anciano. Solo sueño con pelear contra la prescripción de la causa porque los delitos sexuales contra las infancias son tan graves como los de lesa humanidad y estos no prescriben. Pienso llegar hasta la Corte Interamericana de Derechos Humanos. Quiero verlo en la sala de audiencias como acusado y que se lo lleven condenado con las esposas puestas en sus manos, tan peligrosas como asquerosas con las que me tocaba”.

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