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  • El gen argentino: cómo un país chico dejó una huella gigante en el mundo

    Parana » AIM Digital

    Fecha: 12/04/2025 00:28

    Desde el tango a la ciencia, del fútbol al arte, Argentina ha producido una cantidad desproporcionada de talentos globales. ¿Cómo puede un país de 47 millones marcar tanto el pulso cultural del planeta? Hay algo misterioso —casi mágico— en la forma en que Argentina, con su población moderada y sus recurrentes crisis, logra proyectar figuras e ideas al escenario internacional con una potencia que parece desafiar las leyes de la probabilidad. No es sólo Maradona ni Messi. Es también Borges, Leloir, Favaloro, Piazzolla, Cortázar, Cerati, Quino, Fontanarrosa, y una generación entera de científicos, diseñadores, programadores, cineastas, chefs, filósofos, activistas, humoristas y tuiteros que han logrado dejar marca. El tango nació en los márgenes del Río de la Plata, pero hoy se baila en Tokio, París y Berlín con una devoción casi religiosa. Las librerías de Buenos Aires están entre las más densas del mundo, y en cada ciudad importante hay un grupo de jóvenes que, en español neutro o en inglés, citan frases de Rayuela como si fueran mantras. Incluso en el plano tecnológico, con recursos limitados, Argentina se convirtió en semillero de unicornios, startups y desarrolladores reconocidos globalmente. ¿De dónde sale esa chispa? Algunos dirán que es el caos, que en la desorganización y el cambio constante se forma un músculo creativo único. Otros apuntarán a la educación pública, a la fuerte tradición intelectual que viene desde Sarmiento hasta el Conicet. Y están quienes simplemente hablan de "hambre de trascendencia", de una energía colectiva que no se rinde, que sigue empujando incluso cuando el contexto parece adverso. Lo cierto es que hay algo profundamente inspirador en este fenómeno. Argentina enseña que el talento no es patrimonio de los países ricos ni de las potencias geopolíticas. Que una canción, una idea o una jugada pueden nacer en un rincón del Conurbano y emocionar al mundo entero. En tiempos de algoritmos globales y narrativas cada vez más homogéneas, la singularidad argentina no solo resiste: brilla. Y ese brillo, aunque a veces lo olvidemos, sigue iluminando mucho más allá de nuestras fronteras. De la Redacción de AIM

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