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Parana » AIM Digital
Fecha: 12/04/2025 00:26
Mientras el oficialismo celebra recortes como si fueran conquistas morales, la oposición tradicional sigue sin reconstruirse. En el medio, millones de argentinos quedan atrapados entre la incertidumbre y el ajuste. La política argentina atraviesa uno de sus momentos más extraños en décadas. Con un presidente que se define como “anarcocapitalista” y que festeja despidos como victorias, el país parece inmerso en una experiencia de laboratorio ideológico, sin red ni planificación. La motosierra no es sólo un símbolo: es una práctica cotidiana que recae sobre el empleo estatal, las jubilaciones, las universidades y la salud pública. La “libertad” prometida se convierte, en los hechos, en desprotección. Del otro lado, la oposición peronista y progresista sigue sin encontrar su eje. Después de la derrota electoral, el desconcierto es palpable. Salvo algunas voces —aisladas pero valientes— que alzan la bandera de los derechos sociales y la soberanía, el espacio luce más preocupado por reordenar internas que por articular un proyecto alternativo. En ese vacío, el gobierno gana tiempo y protagonismo, incluso cuando sus medidas profundizan el malestar. La derecha tradicional, representada por sectores de Juntos por el Cambio, vive su propia crisis: fragmentada y sin rumbo, observa con incomodidad cómo Milei ocupa el lugar que muchos de sus referentes anhelaban. La figura de Patricia Bullrich, hoy ministra del Ejecutivo libertario, simboliza esa rendición sin condiciones, donde la ideología se diluye frente al oportunismo. En este escenario, la democracia argentina resiste. Pero lo hace herida, desgastada, enfrentando una política que parece más preocupada por imponer relatos épicos que por resolver problemas reales. Queda en manos de la sociedad civil, de los sindicatos, las universidades, los movimientos sociales y culturales, sostener una agenda que vuelva a poner en el centro la justicia social, la equidad y el futuro. De la Redacción de AIM
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