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  • La incertidumbre global, los desafíos nacionales y una oportunidad argentina

    » Primerochaco

    Fecha: 11/04/2025 09:51

    Por Martín Picatto Vivimos en un mundo que se ha vuelto más impredecible que nunca. La geopolítica global está redefiniendo sus ejes, y los grandes bloques económicos parecen embarcarse en una nueva guerra comercial, reminiscente de la que terminó en tragedias en el siglo pasado. Mientras tanto, en Argentina transitamos un camino complejo, con enormes turbulencias económicas, pero también con señales que, bien interpretadas, pueden convertirse en una oportunidad histórica. Hoy vemos cómo figuras como Donald Trump promueven políticas proteccionistas que desafían la lógica del libre comercio. Lo que está ocurriendo en Estados Unidos es un sinsentido desde el punto de vista económico: se quiere forzar la relocalización industrial en un país donde la tasa de desempleo es bajísima y donde no existen incentivos reales para que las empresas abandonen países de menores costos. Esto genera una guerra de aranceles que aumenta el riesgo global, frena inversiones y deprime el nivel de vida. A la larga, todos pierden. En ese contexto, Argentina también sufre los coletazos de un sistema financiero que reacciona con pánico. Las acciones caen porque el mercado vende más de lo que compra, no por razones estructurales, sino por especulación de corto plazo. A esto se suma la suba del riesgo país, la presión sobre el dólar y el debilitamiento de los activos argentinos. Pero atención: este no es un escenario para el pánico, sino para la cabeza fría. Quien tiene horizonte de inversión y no necesita liquidez inmediata, tiene hoy en día una oportunidad. Las empresas argentinas no están al borde del colapso, y no hay fundamentos macroeconómicos que justifiquen el miedo extremo. Por el contrario, hay margen para recuperar valor si el rumbo se consolida. En este punto, quiero destacar el ejemplo del gobierno chaqueño. Leandro Zdero, un radical con visión promercado, ha puesto sobre la mesa un mensaje claro: más sector privado, menos gasto público. Desde mi experiencia, este tipo de señales coherentes y constantes son fundamentales para reconstruir la confianza. No hay desarrollo posible sin inversión, y no hay inversión sin reglas claras y un Estado que deje de ser protagonista y pase a ser garante. El problema central que enfrenta hoy Javier Milei no es la honestidad de su programa —que es innegable—, sino su temperamento. La economía necesita previsibilidad, no reacciones intempestivas. Un presidente no puede perder la calma cada vez que le critican un punto de su política. La velocidad de los acontecimientos requiere templanza, capacidad de escucha y liderazgo sereno. Por último, no podemos dejar de lado el impacto de las decisiones globales sobre nuestra economía. La suba de tasas internacionales, producto de la incertidumbre comercial entre potencias, nos pega directo. Menor ingreso de capitales, más presión cambiaria, menos margen para financiar el desarrollo. Sin embargo, si logramos estabilizar nuestras variables internas, ordenar las cuentas y garantizar seguridad jurídica, Argentina puede posicionarse como un destino atractivo para la inversión. Estamos en una tormenta. Pero como en todo temporal, también hay posibilidades para quienes saben leer el cielo. No es momento de correr detrás del dólar o cambiar el auto por miedo. Es momento de construir, de pensar en el largo plazo y de apostar, con inteligencia, al país que queremos dejar.

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